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iPhone, el móvil más deseado

Jamás en la historia de la telefonía móvil se ha vivido un fenómeno como el que el iPhone de Apple ha generado. No es para menos: la interfaz visual y el manejo de este dispositivo parecen del futuro, pero las maravillas de este dispositivo no esconden las ridículas limitaciones que Apple ha impuesto a sus usuarios.

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Jamás en la historia de la telefonía móvil se ha vivido un fenómeno como el que el iPhone de Apple ha generado. No es para menos, la interfaz visual y el manejo de este dispositivo parecen del futuro, pero las maravillas de este dispositivo no esconden las ridículas limitaciones que Apple ha impuesto a sus usuarios.

Seguramente los numerosos fans de esta empresa recordarán aquella keynote de enero de 2007: Steve Jobs dio una de sus mejores charlas inaugurales, y también fue una de las más impactantes de toda su historia. Apple presentaba una solución que aun esperada e imaginada en cierta forma, nunca pudo ser pensada tal y como apareció en escena.



El iPhone se convirtió en un objeto de deseo seis meses antes de ponerse a la venta en EEUU, y una vez en las manos de los usuarios sus prestaciones no defraudaron: no era para menos, ya que muchas de sus características lo convertían en un teléfono móvil sin parangón. Un dispositivo que tiene muchas luces, pero cuyas sombras también son protagonistas.

Casi perfecto

La combinación de hardware y software integrada en este asombroso diseño de Apple no puede más que recibir elogios. El procesador es un Samsung S5L8900 basado en un micro ARM 1176JZF-S, y está acompañado de 128 Mbytes de memoria RAM, suficientes para la ejecución del sistema operativo embebido (una versión especial de Mac OS X que demuestra su potencia y versatilidad) y la impresionante selección de aplicaciones incluida en el dispositivo.

El almacenamiento masivo corre a cargo de 8 Gbytes de memoria Flash NAND, pero es la pantalla la que destaca sobre el resto de los componentes. A pesar de no tener una resolución destacada (QVGA, es decir, 320×480), la integración de la tecnología Multi-touch ha permitido controlar toda la interfaz con gestos táctiles que hacen casi adictiva la interacción con el iPhone.



Así, desplazarnos por los menús es casi un hipnótico juego que muestra cómo este método tan «natural» para controlar todas las funciones es tan eficaz como vistoso. Puede que a la hora de introducir texto no podamos redactar demasiado rápido, pero el teclado virtual en pantalla funciona notablemente. Salvo por ese pequeño hándicap, manejar el iPhone es sencillamente una maravilla.

Tres (o más) en uno

Como decía Jobs en su famosa keynote, este producto es en realidad la unión de tres soluciones. Por un lado, un teléfono móvil; función que no es posible usar fuera de EEUU sin recurrir al «hackeo» del dispositivo. Por otro, un dispositivo conectado (vía WiFi o bien vía EDGE) que convierte a Safari en el mejor navegador para móviles de la historia. Y si esto fuera poco, el iPhone es además el mejor iPod de la historia, una frase acertada de Jobs que sin duda se refrenda al utilizar sus funciones multimedia.



Sin embargo, el iPhone puede llegar a más, algo que han demostrado los desarrolladores independientes (esos mismos a quienes Apple no quiere ni ver metiendo mano en el iPhone) y que aumentaría de forma exponencial las posibilidades de un producto que ya ha revolucionado el mundo de la telefonía móvil. Y os lo dice alguien que hasta la fecha jamás había comprado un producto de Apple porque los pros nunca compensaban los contras. Eso ha cambiado con el iPhone.

Las sombras asolan a los usuarios

Todas las fantásticas prestaciones del iPhone no son capaces de ocultar varios obstáculos importantes que de ser solventados harían de este teléfono un modelo perfecto. Son importantes la ausencia de conectividad 3G, la imposibilidad de intercambiar las baterías o la calidad de la cámara de fotos (que no puede grabar vídeo) en ciertas situaciones. Sin embargo, el principal problema no reside en esas funcionalidades, que a buen seguro acabarán llegando en las futuras generaciones de nuevos iPhones, la barrera la está imponiendo la propia Apple al limitar a los usuarios, volviendo al error de cerrar su hardware y software al máximo, y cayendo de nuevo en esa política esquizofrénica que impide a sus clientes disfrutar al máximo de sus características.



Se acaba de inaugurar la guerra de firmwares, que hará que los hackers consigan superar esas restricciones (poder ejecutar aplicaciones de terceros o liberar el iPhone para usarlo con otras operadoras) sólo para que a continuación Apple vuelva a imponerlas con nuevos firmwares oficiales, algo muy similar a lo que ocurre con Sony en la escena de la PSP. Sin embargo, no sólo ahí se demuestra el carácter orwelliano de Apple, que también controla con qué aplicaciones podemos utilizar el aparato, qué formatos de audio y vídeo podemos reproducir y qué estándares son lo suficientemente buenos para sus productos. Es una lástima que alguien como Steve Jobs, al que muchos califican con acierto de visionario, no sea capaz de darse cuenta de lo perjudicial que esto resulta para una solución que de otro modo marcaría aún más la pauta a seguir.

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