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¿Cuánto dura una SSD?

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Cuánto dura realmente una SSD

La semana pasada actualizamos la guía de compra de SSD y citábamos casos prácticos para incluir estas unidades de almacenamiento en nuestros equipos reemplazando a los discos duros. Sus múltiples ventajas son conocidas, pero también sus posibles inconvenientes que limitan el reemplazo.

El primero es el precio y aquí hay poco que debatir. Aunque las SSD han ido bajando de precio hasta finales de 2016 (en 2017 han subido) los discos duros son -hoy por hoy- imbatibles en coste por GB. Del segundo factor, en cuanto a resistencia y fiabilidad, hay más dudas que vamos a intentar aclarar para conocer cuánto dura realmente una SSD, una pregunta sobre resistencia y longevidad que se hacen muchos usuarios a la hora de dar el salto al almacenamiento sólido. Hablamos siempre del mercado de consumo porque de momento en servidores y centros de datos que exigen máxima fiabilidad en tareas 24/7 el uso de discos duros sigue siendo masivo.

Recordemos para empezar que las SSD utilizan memorias flash NAND para almacenar la información. El desgaste de las células de memoria es algo inherente a esta tecnología y las sucesivas escrituras van erosionando las células de memoria individuales tanto en capacidad como en rendimiento. Por ello, las SSD incluyen células de memoria adicionales libres para cuando las otras fallen no perder capacidad y además reasignan automáticamente los sectores dañados para no perder datos ni rendimiento.

La mejora en robustez y resistencia en las últimas generaciones de las unidades de estado sólido han acercado su tiempo medio entre fallos (normalizado como MTBF) a lo que ofrece un disco duro típico de consumo. Pruebas de resistencia destinadas a «machacar» las SSD han mostrado que los modelos actuales duran más que lo prometido en las especificaciones oficiales y aguantan una cantidad enorme de escrituras que un usuario estándar no alcanzará antes de reemplazarla por otra de mayor capacidad o rendimiento.

¿Pero, cuánto dura una SSD?

Los fabricantes tienden a evaluar la fiabilidad de sus unidades mediante tres factores: edad estándar (como cualquier garantía), el total de Tbytes escritos a lo largo del tiempo y la cantidad de datos escritos en la unidad por cantidad específica de tiempo, como un día. Si sumamos el uso tan diverso de equipos y usuarios a los tres factores, unido a los diferentes tipos de memorias utilizadas, vemos que es difícil concretar un tiempo exacto.

La garantía que ofrecen los fabricantes ya nos da una pista. Los modelos de consumo ofrecen tres años de garantía, mientras que los modelos premium se van a cinco años. Recientemente se han realizado varios estudios que tratan de determinar con mayor precisión la vida útil de una SSD. Algunos de los más conocidos además del referido de Tech Report son:

  • Google y la Universidad de Toronto. Un estudio que evaluó el fracaso de las SSD en centros de datos y concluyó que la edad de las unidades era más determinante que los propios valores de escritura. Las SSD duraron más que los discos duros, pero tuvieron más errores durante su vida útil.
  • Facebook. La compañía examinó la vida útil de las unidades que utiliza en sus centros de datos corporativos, encontrando que duraban bastante más que lo asignado por el fabricante. Eso sí, frente al estudio de Google, encontró que la cantidad de datos escritos era la clave para determinar su vida útil y el comienzo de los fallos.

Conclusiones

Un usuario tipo no tiene que preocuparse de la resistencia y longevidad de una SSD, porque su vida útil va bastante más allá del periodo de garantía de 3 a 5 años que ofrecen los fabricantes y de la cantidad de datos escritos que citan como mínimo y que son bastante conservadores. Es probable que es un escenario normal se reemplace el equipo con la unidad de almacenamiento intacta.

Tampoco el rendimiento se ha visto afectado en las pruebas. Se observan pérdidas a medida que la unidad va envejeciendo pero son tan ligeras que en el uso normal serán prácticamente inapreciables para el usuario y en algunas SSD ni siquiera existen, manteniendo la ventaja frente a los discos duros.

Eso sí, conviene mencionar que la mayoría de las pruebas realizadas hasta ahora se han realizado con memorias MLC y SLC, que ahora se reservan para modelos profesionales, porque los fabricantes han apostado en los modelos de consumo por las memorias flash NAND TLC (triple nivel por celda). Un formato que ofrece mayor densidad de almacenamiento y rebaja de costes, pero que pueden -en teoría- rebajar la resistencia frente a las anteriores.

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