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Los riesgos de la interfaz cerebro-ordenador

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Los riesgos de la interfaz cerebro-ordenador

Aunque no suele copar titulares, los avances en la interfaz cerebro-ordenador son, probablemente, uno de los retos de ciencia y tecnología más apasionantes de los que estamos viviendo en la actualidad. Y es que aunque todavía nos encontramos en una fase muy primaria de las investigaciones, el potencial evolutivo que tiene la posibilidad de establecer una conexión directa entre el cerebro y un ordenador (u otro dispositivo) es prácticamente inimaginable.

De momento los experimentos con la interfaz cerebro-ordenador que hemos conocido han sido siempre en sentido de salida, es decir, que unos sensores han tomado señales del cerebro, que luego han sido trasladadas a un sistema capaz de interpretarlas. Y solo en este sentido ya surgen posibles usos sensacionales, como permitir la comunicación a personas que, por enfermedades, accidentes o cualquier otra razón sufren de limitaciones en este sentido. Desde un dispositivo de síntesis de voz hasta un vehículo controlable mediante este sistema, las posibilidades de la interfaz cerebro-ordenado son apasionantes.

Ahora bien, estas sensacionales posibilidades de la interfaz cerebro-ordenador se pueden ver ensombrecidas si, en cualquier momento, son empleadas de un modo distinto al proyectado inicialmente. Y según podemos leer en  The Register, investigadores del Imperial College de Londres han dado la voz de alarma sobre lo que consideran un «panorama sombrío« en relación con esta tecnología, y los posibles usos negativos que podría llegar a tener en un futuro.

Por una parte alertan de un riesgo que, probablemente, sea el primero que se le pasa por la cabeza a todo el mundo: la utilización de los datos obtenidos mediante la interfaz cerebro-robot con fines comerciales. De momento esto queda muy, muy lejos, pero cuando estos dispositivos lleguen finalmente al mercado, deberían haberse establecido ya todas las medidas, tanto tecnológicas como legales, para evitar y perseguir este tipo de usos no autorizados, y que supondrían una terrible violación de la privacidad. Y es que podemos controlar qué decimos y qué escribimos, pero no tenemos tanto control sobre lo que pensamos.

Los riesgos de la interfaz cerebro-ordenador

Otro riesgo sobre el que lertan es que sirvan para crear una división social entre quienes pueden contar con este tipo de dispositivos y quienes no. Este es un debate que también se ha establecido desde que se empezaron a ponderar las posibilidades de la edición genética de embriones, algo que quedó muy bien reflejado en la película Gattaca. Los seres humanos «mejorados», ya sea por edición genética, por una interfaz cerebro-ordenador o por cualquier otro medio, dan pie a una profunda reflexión y un debate apasionante.

Y aún hay un tercer elemento sobre el que se hace mención, y es el modo en el que los dispositivos basados en la interfaz cerebro-ordenador pueden llegar a cambiar tanto la vida de las personas, que en algún momento éstas ya no se sientan capaces de retomar sus vidas sin dichos elementos. Ya se ha dado el caso en participantes de ensayos que, al finalizar los mismos, se han negado a que les fueran retirados tras las pruebas. Esto, sin duda, es comprensible, pero también plantea un problema de dependencia que debería ser considerado.

Aunque finalmente ha reducido su participación en estas investigaciones, en su momento Facebook financió un proyecto destinado a la interpretación de las señales cerebrales para convertir el «habla» del cerebro en texto escrito. Y este es solo un ejemplo, otras empresas como Neuralink, que precisamente también trabaja en el diseño de la interfaz cerebro-ordenador, plantean la necesidad de establecer el marco necesario para que las posibilidades de la interfaz cerebro-ordenador no se vea empañado por su mal uso, lastrando el que podría ser uno de los avances más importantes de nuestro tiempo.

Si me dieran una cana por cada contenido que he escrito relacionado con la tecnología... pues sí, tendría las canas que tengo. Por lo demás, música, fotografía, café, un eReader a reventar y una isla desierta. ¿Te vienes?

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