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Seiko Ruputer, el primer smartwatch del mundo, tuvo los mismos problemas que los modelos actuales

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Los relojes inteligentes han vivido una evolución muy importante, pero todos tienen un «ancestro común», el Seiko Ruputer, un dispositivo que podemos considerar como el primer smartwatch del mundo y que, curiosamente, tuvo los mismos problemas que presentan los modelos actuales.

El Seiko Ruputer fue lanzado en 1998, es decir, hace ya 22 años. Pongamos esa fecha en perspectiva, cuando debutó el primer smartwatch nos encontramos en una etapa en la que Windows 98 dominaba el mundo del PC, los Intel Pentium II eran el último grito y contar con 64 MB de RAM era algo fantástico.

Mucho ha llovido desde entonces, pero la verdad es que, a pesar de las limitaciones de la época, el Seiko Ruputer tuvo una configuración bastante interesante. El primer smartwatch del mundo contaba con un procesador de 16 bits a 3,6 MHz, 2 MB de capacidad de almacenamiento y 128 KB de memoria RAM. Su pantalla era de tipo LCD monocromo de dos líneas, tenía una resolución de 102 x 64 píxeles y utilizaba un pequeño joystick de ocho direcciones y seis botones de función. Disponía también de un sistema de infrarrojos para comunicarse con otros dispositivos.

Sus dos baterías ofrecían una autonomía de hasta 30 horas, aunque dicha cifra podía reducirse de forma considerable con el uso. Venía acompañado de un kit de desarrollo de software basado en lenguaje C, tenía un tamaño enorme, como podemos ver en el vídeo, y su interfaz tenía matices que recordaban claramente al sistema operativo Windows. Funcionaba con pilas, así que cuando estas se gastaban teníamos que cambiarlas, lo que suponía un gasto importante a medio y largo plazo.

No está nada mal, ¿verdad? Pues quizá te sorprenda, pero este «pequeñín» podía conectarse a un PC y contaba con numerosas funciones, que iban desde la edición de texto hasta la creación de recordatorios, gracias a su calendario integrado.

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Mala autonomía y escasez de aplicaciones, las grandes carencias del primer smartwatch

Esos eran los problemas más importantes que presentó el Seiko Ruputer, y ambos se mantienen en los relojes inteligentes actuales, aunque debemos romper una lanza a su favor, ya que gracias al uso de baterías recargables al menos ya no es necesario comprar pilas de reloj, con el ahorro y la comodidad que ello supone.

Además de las limitaciones asociadas al tema de la batería y al ecosistema de aplicaciones también debemos tener en cuenta otra clave importante: la experiencia de uso. Interactuar con los smartwatches actuales es mucho más sencillo y más cómodo, de eso no hay duda. La integración de las pantallas táctiles y de los asistentes de voz ha marcado un importante paso adelante, pero sus limitaciones son todavía muy grandes.

La autonomía de un smartwatch  sigue dependiendo del uso que hagamos del mismo, algo que ya ocurría con el primer smartwatch del mundo. Algo tan sencillo como mirar la hora con frecuencia podría acelerar sobremanera el agotamiento de sus pilas, y con los relojes inteligentes actuales ocurre algo muy similar, ya que si queremos sacarles el máximo partido y activar sus funciones avanzadas su autonomía se reducirá a unas horas.

Curioso, muy curioso que hoy, 22 años después del lanzamiento del primer smartwatch, podamos hablar de una evolución enorme en algunos aspectos, pero al mismo tiempo tan limitada en otros que las carencias de aquél mítico Seiko Ruputer se mantienen, a grandes rasgos, en los smartwatches actuales.

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