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Europa se acerca bastante más al derecho a reparar

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Europa se acerca bastante más al derecho a reparar

La discusión sobre el derecho a reparar lleva ya unos cuantos años bastante activa, en parte por técnicas empresariales tan reprochables como la obsolescencia programada, pero también por los excesos de un modelo social y económico en los que la reparación, en un gran rango de tipos de productos, había quedado totalmente relegada. Unos tiempos en los que un producto o dispositivo que todavía funciona perfectamente, pero con un problema en alguno de los elementos que lo componen, es desechado y sustituido por otro más nuevo, con todos los puntos en contra que plantea una actitud así.

Afortunadamente, cada vez son más las personas conscientes del sinsentido que supone ese modelo, y poco a poco va retornando el hábito de reparar. Un ejemplo muy nimio, pero en el que llevo años reparando, es el de las tiendas de reparación de calzado, pues al menos aquellas más cercanas a mi entorno, parecen haber experimentado un crecimiento de clientela en los últimos tiempos. Claro, que este no es un caso en el que el derecho a reclamar sea tan necesario, pues los fabricantes de calzado, por lo general, no ponen trabas a que sus productos puedan pasar por los talleres de reparación.

Es por eso que, al hablar del derecho a reparar, debemos poner especial atención al mercado de la electrónica de consumo pues, si bien no es el único ni mucho menos, es uno de los más representativos del abandono de la reparación. Y en algunos aspectos es comprensible, pues reparar determinado tipo de problemas, como una placa partida por la mitad o un chip que se ha quemado, es muy complejo a nivel técnico. Sin embargo, y aquí es dónde entra el derecho a reparar, por su construcción y diseño, al final también lo es la sustitución de algunos componentes que, con otros diseños, lo facilitarían.

Dicho de otra manera, los fabricantes, por norma general, no son amigos del derecho a reparar, y en muchos casos actúan en consecuencia, con diseños que lo dificultan o incluso lo impiden, así como con tarifas de servicios técnicos impagables, políticas muy restrictivas en lo referido a reparaciones no oficiales, etcétera. Pongo un ejemplo que he vivido cerca recientemente: el iPad Mini 5 gen. de una persona cercana se cae al suelo y, con el golpe, se rompe el cristal de la pantalla. ¿Precio oficial por la reparación? 331,10 euros.  ¿Servicio técnico no oficial? Alrededor de 100.

Europa se acerca bastante más al derecho a reparar

Afortunadamente, los reguladores parecen tener cada vez más claro que este no es el camino, y que debemos volver a una situación en la que el derecho a reparar se respete y que la cultura de la reparación se reimplante. No como obligación, evidentemente, pero sí como opción normalizada para todo aquel que lo desee. Y en eso están, aunque ya sabemos que las cosas de palacio siempre van despacio.

La buena noticia es que casi un año después de que el Parlamento Europeo votara sí al derecho a reparar, el borrador en el que se ha estado trabajando desde entonces y que ya se ha concluido (puedes consultarlo aquí) ha sido votado y aprobado, en lo que, aún con la enorme complejidad del proceso de aprobación de normas en el seno de la Unión Europea, debería suponer el paso final para que el derecho a reparar pase a estar legalmente establecido en el viejo continente.

Con el mismo, la Unión Europea requiere a los fabricantes que tengan en cuenta la reparabilidad en la fase de diseño de sus productos, de cara a garantizar una mayor duración de los mismos, y que sean más los problemas que puedan ser solucionados en los servicios técnicos. Y lo digo en plural porque la propuesta también subraya la necesidad de garantizar un mejor acceso de los usuarios finales y los proveedores de servicios de reparación de terceros a piezas de repuesto y manuales.

Obviamente, aún cuando finalmente la norma sea aprobada, no debemos esperar que el derecho a reparar se instaure de manera inmediata, pues seguramente se concederá una moratoria que permita a las empresas adaptar el diseño de sus dispositivos a esta nueva norma, por no contar con que además muchos estados miembros de la unión tendrán que llevar a cabo la transposición de la norma europea a su propio marco legal. No obstante, sí que supone un gran avance y, por lo tanto, una gran noticia para los consumidores.

Si me dieran una cana por cada contenido que he escrito relacionado con la tecnología... pues sí, tendría las canas que tengo. Por lo demás, música, fotografía, café, un eReader a reventar y una isla desierta. ¿Te vienes?

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