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El calentamiento global golpea Europa con especial fuerza
Nos dirigimos, a pasos agigantados y de la mano de una clase dirigente que no parece especialmente preocupada, a un escenario en el que el calentamiento global apunta a unas consecuencias catastróficas si no hacemos algo al respecto. Este verano ha sido uno de los más duros que se recuerdan, se han pulverizado marcas históricas y, hace solo un par de semanas, a mitades de octubre, la medición de la temperatura en ciertas regiones del Mediterráneo, entre ellas la costa de levante española alcanzaba los 25 grados, pese a que ya nos encontrábamos a las puertas del otoño.
Las señales, como digo, son cada vez más claras, y se reproducen a escala global, lo que supone una amenaza cada vez mayor no ya solo a ecosistemas marinos y terrestres, sino también a regiones costeras, dado que una de las consecuencias directas del calentamiento global es la subida del nivel de los mares. A este respecto, hace solo unos días vi un vídeo de uno de mis divulgadores favoritos de YouTube, un mundo inmenso, que nos adelanta el más que incierto futuro de Kiribati. Que puede parecer anecdótico, sí, pero también podemos leerlo en clave de preámbulo de lo que puede estar por venir.
La situación de Kiribati puede parecernos, desde el viejo continente, algo lejano, recóndito y hasta exótico. Pero, como comentaba antes, este verano, junto con la reciente temperatura máxima de las aguas en el Mediterráneo, nos deben recordar que esta es una amenaza a la que también nos enfrentamos nosotros. Mucho más de lo que nos gustaría pensar, por lo que podemos leer en Forbes México. Y es que, según un informe emitido conjuntamente por la Unión Europea y la Organización Meteorológica Mundial, que forma parte de la ONU, el calentamiento global avanza en Europa al doble de velocidad que en el resto del mundo.
Los datos son claros, y van más allá de las peculiaridades que puedan producirse un año en concreto, ya que el informe analiza la evolución de la temperatura en Europa entre 1991 y 2021, es decir, un rango de 30 años, un periodo en el que los glaciares alpinos han perdido 30 metros de espesor y el hielo de Groenlandia se está derritiendo.
¿Y a qué nos enfrentamos? Pues lo cierto es que el panorama es desolador, pues por una parte tenemos la subida del nivel del mar, que compromete la seguridad del litoral, así como otras geografías como Países Bajos, y por otra, según cita el informe, a que “las temperaturas aumentarán en todas las zonas europeas a un ritmo superior al mundial”, lo que se traduce en que olas de calor, como las que hemos experimentado este reciente y tórrido verano, se volverán más habituales.
Lo peor de todo es que, incluso con las medidas ya adoptadas, parece ser tarde para evitar esta situación, si bien es cierto que todavía es factible, según los expertos, evitar que la situación vaya a peor, y a este respecto destaca positivamente las políticas adoptadas por la Unión Europea, que han permitido reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 31 % en tres décadas, algo en lo que se afirma que Europa va a la cabeza… aunque siga sin ser suficiente.
Desde olas de calor hasta inundaciones, pasando por la destrucción de ecosistemas enteros (y de las economías asociadas a los mismos) o por los brotes de enfermedades que proliferarán con este aumento de la temperatura, las consecuencias de no actuar rápida y decididamente pueden llegar a ser catastróficas. Y aunque muchos de nosotros llegaremos a verlo, son los más jóvenes, los hijos de nuestras generaciones y sus sucesores, los que se enfrentarán a este envenenado regalo. Da qué pensar…
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