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Fallece Gordon Moore, padre de Intel, y de la Ley de Moore
Hay algunos nombres profundamente asociados a la historia de la tecnología y, sin duda, el de Gordon Moore es uno de ellos. Quizá recuerdes que hace justo una semana, con motivo del Día del Padre, publicamos una lista con algunos de los principales padres de la informática. a raíz del mismo, empecé a preparar otro, que publicaré en breve, dedicado a un grupo de personas absolutamente imprescindibles en el pasado de la tecnología y que son considerados los padres de Silicon Valley. Hablo, claro, de Los ocho traidores y, en el principio de ese aún inédito artículo, mencionaba que solo dos de ellos siguen con vida, un texto que tendré que corregir tras la marcha del más que reconocible de los ocho nombres, ya que Gordon Moore falleció el pasado 24 de marzo.
Gordón Moore nació el 3 de enero de 1929 en San Francisco, California y ya desde niño mostró interés por la química y la electrónica, al punto de que llegó incluso a construir su propio laboratorio casero. Estudió química en la Universidad de California en Berkeley y se doctoró en física y química en el Instituto de Tecnología de California (Caltech) en 1954, un periodo apasionante en lo referido al desarrollo de la electrónica y del procesamiento automático de la información.
Su carrera profesional se inició de la mano de nada menos que William Shockley, inventor del que probablemente sea el dispositivo electrónico más importante de la historia, el transistor y, de su mano, la llegada de la electrónica moderna. En aquellos años, Shockley era toda una institución y se dedicó a reclutar a algunos de los mejores científicos e ingenieros que pudo encontrar para trabajar en su laboratorio de semiconductores.
Cuesta poco imaginar a un joven Gordon Moore ilusionado por trabajar con Shockley, pero lo cierto es que dicha experiencia distó mucho de ser ideal. Según afirmaron en su momento algunas personas, el comportamiento del padre del transistor dejaba un tanto que desear. Era un jefe excesivamente autoritario, poco flexible y nada abierto a las ideas de los demás, lo que actuó como un importante freno a la innovación, que habría llegado de la mano de sus jóvenes trabajadores.
Moore, junto con siete compañeros, organizaron un «golpe de estado» dentro de la compañía con la intención de apear a Shockley de la dirección, pero el plan no salió bien y, en consecuencia, esas ocho personas, conocidas como Los Ocho Traidores, abandonaron el laboratorio de Shockley y fundaron Fairchild Semiconductors, gracias al apoyo económico de Sherman Fairchild (sí, de ahí el nombre). No profundizaré ahora en esta historia, pues hablaremos de ella en el artículo dedicado a Moore y sus siete compañeros en el próximo artículo dedicado a ellos.
Sin embargo sí que debemos fijar nuestra mirada, por un momento, en 1965, cuando Gordon Moore afirmó que el número de transistores por pulgada cuadrada en los circuitos integrados se duplicaría cada año durante al menos una década (diez años después, en 1975, amplió el plazo a los dos años). Hablo, claro, de la Ley de Moore, una regla que nos ha acompañado durante décadas en el desarrollo de la tecnología, demostrando que Moore era un auténtico visionario.
Tres años después de esto, en 1968, Gordon Moore decidió abandonar Fairchild Semiconductors y, junto con el otro «traidor» Robert Noyce, fundó su propia empresa, Intel Corporation. Moore ocupó diversos cargos directivos en Intel, desde vicepresidente ejecutivo hasta presidente y director ejecutivo. Se retiró en 1997, pero siguió siendo miembro emérito del consejo de administración hasta su muerte. Bajo su liderazgo, Intel innovó constantemente y lanzó al mercado productos emblemáticos como el Intel 4004, el primer microprocesador comercial o el Intel 8080, el cerebro del primer ordenador personal.
Además de su faceta empresarial, Gordon Moore fue un destacado filántropo y mecenas. Junto con su esposa Betty creó la Fundación Gordon y Betty Moore, dedicada a apoyar proyectos e iniciativas en los ámbitos de la ciencia, la medicina, la educación y el medio ambiente. Entre sus donaciones más generosas se encuentra la que hizo al Caltech en 2001: 600 millones de dólares, la mayor aportación jamás realizada a una institución educativa.
Moore recibió numerosos reconocimientos y distinciones a lo largo de su vida, entre ellos la Medalla Nacional de Tecnología e Innovación (1990), el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica (2001), o la Medalla Presidencial de la Libertad (2002). Fue miembro de varias academias científicas y recibió doctorados honoris causa por varias universidades.
Despedimos, por lo tanto, a una figura imprescindible y que supo ver futuro donde otros muchos solo veían ciencia ficción. Descansa en paz, Gordon Moore, y gracias por todo.
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