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EE.UU utiliza submarinos como plataformas de ataques cibernéticos

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El alto mando de la Marina estadounidense ha confirmado en una conferencia el uso de submarinos como plataformas de ataques cibernéticos.

Es la primera vez que responsables militares hablan de un secreto a voces revelado por Edward Snowden en una de las series de documentos filtrados: Estados Unidos (y seguramente otros países) tiene submarinos especiales dedicados a misiones ofensivas de guerra cibernética. 

El USS Annapolis sería uno de ellos. Un submarino de ataque clase «Los Angeles» que habría sido convertido en una plataforma de piratería informática «portátil», que podría atacar cualquier blanco cibernético en el planeta, movimientos de tropas e infraestructura militar y por supuesto los grandes cables de comunicaciones transoceánicos de los que depende en buena media la red global Internet.

El submarino utilizaría un conjunto de herramientas de explotación de redes informáticas denominado CNE y trabajaría en conjunción con aviones militares no tripulados UAV. Contaría con antenas de gran alcance capaces de interceptar las comunicaciones y manipularlas, aunque no trabajarían específicamente en tareas de espionaje si no de ataque siguiendo la máxima del abogado general de la NSA que hace poco indicó que, «es mucho más fácil realizar un ataque en Internet que defenderse de ellos».

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A pocos debe sorprender todo esto. Hace años que analistas de seguridad aseguran que el planeta se encuentra inmerso en una nueva guerra fría en la que los países más potentes compiten por ciberarmarse, espían a otras naciones y prueban redes informáticas con la intención de utilizar Internet como campo de batalla.

Los sistemas informáticos son cada vez más importantes para controlar servicios esenciales, desde el suministro energético a la banca o a la gestión de armamento incluidas las instalaciones nucleares.

Dicen que los conflictos futuros se librarán a través de Internet. Y tendrán poco de «virtual» porque la posibilidad de bloquear sistemas económicos o piratear los sistemas de seguridad de una central nuclear podría tener los mismos efectos que una guerra física.

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