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Análisis

Opel Grandland X, hermandad

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“Somos demasido egoistas para merecernos el uno al otro.Verna, Muerte entre las flores (1990)

No contaba con ello pero se presentó, llamó a la puerta sin más una mañana de mayo justo antes de acostar a los niños. Entonces mi mujer abrió la puerta y a los pocos minutos vino a la habitación de la pequeña en la que yo estaba, sentado en el borde de la cama contando por centésima vez el cuento de la elefanta que se había perdido en el metro. La cara de mi mujer era una mezcla de sorpresa y aturdimiento, solamente tuvo fuerzas de decirme «ve, es una visita para ti». En ese momento no tuve la presencia de espíritu de preguntar más, me levanté gruñendo, le di un beso en la frente a Catalina y me dirigí a la puerta metiéndome los flecos de la camisa por dentro del pantalón.

Mi mujer había dejado la puerta cerrada y me extrañó. Pensé que en cuanto despachara la inoportuna visita iba a comentarle que no me parecían formas, que fuera el que fuera el que llamara a la puerta había que invitarle a entrar. Me detuve un instante frente a la puerta para pasar someramente la mano sobre el pelo en un intento de domar los escasos cabellos que coronaban mi cabeza informales y desordenados. Entonces abrí la puerta y le reconocí enseguida a pesar de la escafandra verde que amortiguaba su voz: «Hola Eduardo, hermano. Es hora de que volvamos juntos a casa.»

Opel está atravesando un período de transición interesante, con el camino marcado por el anuncio por parte del fabricante a las motorizaciones eléctricas para sus modelos y sobre todo por la compra por parte del grupo PSA. Esto ha provocado ciertos movimientos en la gama de modelos ofrecidos por la marca alemana con el objetivo entre otros de aprovechar sinergias con los modelos del fabricante francés.

Ficha técnica

En esta línea el Opel Grandland X que hemos tenido la ocasión de probar está basado en el Peugeot 3008 (que también pudimos probar) y comparte con este motorizaciones, chásis y otros elementos, pero a pesar de todas estas herencias hemos podido comprobar que el Grandland tiene una personalidad muy distinta y puede notarse en muchos elementos la personalidad que Opel imprime a todos sus vehículos.

De la mano

En primer lugar y desde el primer vistazo se puede concluir que los dos vehículos parten de filosofías estéticas bien distintas. Si bien el 3008 ha sido diseñado para romper con los estereotipos de los SUV más tradicionales, el Grandland X de Opel tiene una estética más «tradicional» y con muchas herencias del resto de la familia, detalles que se notan sobre todo en el frontal con unos grupos ópticos altos y afilados y el generoso radiador donde el logo de Opel parece algo empequeñecido que se alarga gracias a dos cintas cromadas sobre el frontal.

En la parte frontal no faltan las partes inferiores en plástico negro para subrayar la línea SUV que quiere dar Opel a este modelo. Aunque solamente mide dos centímetros más que el 3008, el diseño del Grandland transmite la impresión de un coche grande, imponente, con líneas sobrias y paragolpes elevados, unas líneas muy conservadoras como decimos que culminan en una parte trasera también con paragolpes elevado y faros afilados. La distancia estética con su hermano francés es considerable.

Sobriedad interior

Al acceder al interior estas distancias incluso aumentan. Como comentamos en la prueba del 3008 el fabricante francés había optado por una revolución en el diseño del interior del vehículo desde el tamaño del volante, los indicadores y hasta los botones e interruptores que daban más la impresión de estar en la cabina de un avión que en un coche. En el Opel en cambio todo es más convencional: un volante de tamaño estándar, indicadores analógicos además de mandos y botones estándar.

Como decimos, tras el volante, los relojes de la instrumentación son analógicos y están separados por una pantalla LCD que muestra datos del ordenador de abordo e información del funcionamiento del coche. También en formato reloj encontramos el indicador de la carga de combustible y el de la temperatura del motor. Todo muy visible y práctico siguiendo la misma configuración que otros modelos de la marca.

En el resto del salpicadero la sencillez y sobriedad manda sobre la sofisticación tecnológica, con quizás demasiadas terminaciones en plásticos duros para un coche de su categoría pero en definitiva con acabados de bastante calidad. En el centro de la consola se coloca la pantalla de 8 pulgadas colocada en la parte superior, con lo que se facilita la consulta de datos y selección de opciones sin necesidad de apartar la mirada de la carretera.

El sistema utilizado para las funciones de información y entretenimento es el de Opel incorporando el sistema de acceso a Internet y compartición de WiFi y funciones de emergencia de OnStar. Además disponemos de compatibilidad con Apple Car Play y Android Auto para el control de aplicaciones del móvil. En la parte inferior se colocan los botones de acceso a las funciones más utilizadas aunque la mayoría de las veces tendremos que utilizar la pantalla táctil lo que en ocasiones es más complejo que abrir ciertas funciones con una sola pulsación.

Más objetos

Con respecto al Peugeot la impresión es que las terminaciones son más sobrias y menos arriesgadas pero al mismo tiempo parece más enfocado a la precticidad con más huecos para objetos y un sistema de accionamiento de funciones como por ejemplo la climatización más directa y funcional. En definitiva se puede decir que el interior del coche es algo más «aburrido» que el Peugeot pero por contra es más práctico y da la impresión de ser más robusto.

Es curiosa la solución para la colocación del teléfono móvil. En vez de optar como en otras ocasiones por una bandeja con plástico rugoso para evitar que el teléfono se deslice, Opel ha optado en esta ocasión por reservar un espacio en el hueco del reposabrazos. Cuando lo abrimos encontraremos un hueco para colocar el móvil que sujetaremos en su sitio con una serie de bandas elásticas. En el mismo hueco encontraremos las ranuras USB para carga y acceso a los datos del teléfono.

Bien conducido

Nos ha parecido muy bueno el puesto de conducción, con posibilidad de configurar de distintas formas tanto la disposición del asiento como la del volante consiguiendo una muy buena visibilidad de todos los rincones del coche. Los asientos son cómodos y el espacio es suficiente para conductor y acompañante de cualquier estatural. Es más, para algunas funciones y según configuremos el asiento es posible que algunos controles como la pantalla táctil queden un poco lejos de alcance si no tenemos los brazos largos.

En la parte de atrás nos econtramos con espacio de sobra, uno de los habitáculos más acogedores que hemos probado en SUVs de esta categoría. La anchura es idéntica que en el 3008 y por lo tanto la habitabilidad para tres personas es prácticamente la misma, aunque la altura hasta el techo es algo mayor y también el espacio para las piernas por lo que quizás es algo más recomendable para pasajeros de cierta estatura. La plaza central, a pesar de convertirse en reposabrazos, es bastante cómoda para lo que podemos ver en otros vehículos sin tercer asiento dedicado.

El maletero es otro de los logros del Grandland X, aunque pierde cinco litros con respecto al del 3008 para un total de 515 litros, ambos están en los primeros puestos de su segmento. Como en otros modelos, dispone de un doble fondo con tapa que permit llevar objetos ocultos a la vista o agrandar el maletero si la retiramos. Los asientos traseros se pueden abatir en dos partes y de forma sencilla dejando una superficie de carga uniforme y mucha capacidad.

Tres cilindros

La unidad que tuvimos la oportunidad de probar equipaba el motor turbo de gasolina de 13o caballos, un tres cilindros que procede de la oferta de motores del grupo PSA. Las primeras impresiones con esta motorización han sido positivas ya que luce un par bastante aceptable para ser una motorización de gasolina y por otro lado resulta ser un motor bastante silencioso siempre que no tengamos que subir de vueltas al límite de la escala.

Los primeros kilómetros eminentemente urbanos con el Grandland fueron bastante agradables, se trata de un coche con suspensiones blandas y con una dirección con mucha asistencia por lo que es agradable de conducir y fácil de maniobrar con él, gracias también a la asistencia que proporcionan las cámaras y los sensores del coche. En carretera el pequeño motor se ha mostrado más enérgico de lo que esperábamos con buenas respuestas a cualquier revolución y unas relaciones de cambio bien escogidas.

Confort en marcha

En autopista el funcionamiento es muy confortable, silencio de marcha y poco trabajo de la caja de cambios incuso si tenemos que realizar alguna maniobra de adelantamiento o nos encontramos con una cuesta. En carreteras viradas las suspensiones blandas y el imponente corpachón del Grandland X se dejan notar y el coche no ofrece demasiada agilidad ni la dirección transmite lo suficiente como para considerarlo un prodigio en curvas.

Tampoco es demasiado eficiente fuera de la carretera ya que la tracción en este caso a las dos ruedas y la suspensión blanda obligan a circular con mucha precaución, a pesar eso sí de que la altura del coche es considerable y es capaz de superar dificultades gracias a esta característica. En general es un coche pensado para rutas tranquilas y hacer muchos kilómetros, una filosofía que comparte con muchos de sus hermanos.

En cuanto a los consumos el reducido cubicaje del motor da sus frutos y siempre que no exijamos demasiado y rodemos tranquilamente por autopista podemos mantenernos sin problemas en el entorno de los seis litros a los cien. Cuando circulamos en ciudad y aunque el sistema de Start and Stop ayuda los consumos subirán por encima de siete. En carretera dependerá mucho de si el turbo entra alegremente en función o no.

Conclusión

¿Es mejor el Grandland X o el Peugeot 3008? Amigos, no caeremos en esa trampa. A pesar de compartir muchos elementos y que las motorizaciones provengan de la casa francesa, estos dos modelos son el ejemplo de que la filosofía SUV puede interpretarse de muchas maneras. El Grandland X es un coche cómodo y sobrio, sin pretensiones de romper ningún molde ni de atraer las miradas, se trata de un modelo extremadamente cumplidor con pinta de robusto y rutero.

De hecho es un bueno complemento para la gama de Peugeot y de Opel, su tamaño le permite codearse con los SUV medios más prácticos y populares con un precio y unas características que le convierten en una opción tremendamente lógica para los más conservadores. Nos ha gustado especialmente el comportamiento de un tres cilindros sorprendente y la gran habitabilidad del coche unido a las soluciones de asistencia a la conducción y soluciones tecnológicas de Opel.

Notas finales

8Nota

Prestaciones8

Diseño7

Consumo8

Confort8

Sistema de Infoentretenimiento8

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