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Procesador y uso en juegos: Tres cosas que debes tener claras

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El procesador es uno de los componentes básicos más importantes de cualquier PC, y también es una de las piezas que más impacto puede tener en el rendimiento de numerosas aplicaciones, juegos incluidos. Esto es algo que todos sabemos, pero he podido comprobar que, a pesar de todos los contenidos que venimos publicando, todavía hay muchas dudas, y algunos mitos, alrededor del procesador y de su uso en juegos.

Por ello, me he animado a dar forma a esta guía, donde os voy a explicar en tres puntos todo lo que debéis saber sobre el procesador y su uso en juegos. Si tienes dudas más básicas y quieres saber qué es un procesador y qué elementos lo forman tranquilo, solo tienes que hacer clic en el enlace que te hemos dejado en este párrafo para encontrar toda la información que necesitas. En caso de que, después de leerlo, te quede alguna duda, puedes dejarla en los comentarios y estaré encantado de ayudarte a resolverla.

A modo de introducción, y para que tengamos un punto de partida, os recuerdo que el procesador es el corazón de cualquier PC, y que actúa como un componente de propósito general que se encarga, en resumen, de desmenuzar cargas de trabajo en procesos y subprocesos que contienen información asimilable, y utilizable, por componentes especializados, como la tarjeta gráfica por ejemplo. Ese carácter general lo convierte en el pilar central de cualquier equipo, y nos ayuda a entender por qué puede acabar limitando el rendimiento de todo el sistema.

Procesador y uso en juegos

El procesador es, por tanto, el que se encarga de suministrar datos con los que pueden trabajar la tarjeta gráfica y otros componentes. Cuando ejecutamos un juego, si este no es capaz de mantener un buen ritmo, y de satisfacer las peticiones de datos que realiza la tarjeta gráfica, se producirá un cuello de botella derivado del bajo rendimiento del procesador. Esto también puede ocurrir a la inversa, es decir, cuando es la tarjeta gráfica la que tiene que digerir una carga de trabajo muy pesada y no necesita, por tanto, que el procesador le esté suministrando datos continuamente.

1.-Uso del procesador en juegos: Núcleos e hilos

Para poder ejecutar un juego en concreto, debemos asegurarnos de que nuestro procesador cuenta, al menos, con el número de núcleos e hilos que aparecen listados en los requisitos mínimos. Puede que, en algunos casos, el juego funcione con una cantidad de núcleos menor, pero que el rendimiento sea muy pobre y que no disfrutemos, por tanto, de una buena experiencia.

Cuando los desarrolladores crean un juego lo hacen partiendo, en la mayoría de los casos, de la base que sentaron PS4 y Xbox One. Ambas consolas tienen CPUs de ocho núcleos, de los cuales siete están libres y pueden ser utilizados en juegos. Sin embargo, esos núcleos son de bajo rendimiento y funcionan a velocidades muy pequeñas (entre 1,6 GHz en el caso de PS4 y 2,3 GHz en el caso de Xbox One X). Eso ha hecho que, para jugar en PC, no necesitemos realmente procesadores de ocho núcleos, y que a día de hoy todavía podamos jugar sin problemas con CPUs de cuatro núcleos y ocho hilos.

Vamos a pararnos un momento a hablar de los núcleos y los hilos. Un núcleo es una unidad física que es capaz de trabajar en un proceso, y un hilo es un subproceso que se añade a la carga de trabajo de un núcleo, aprovechando los «huecos libres» que este tiene al trabajar con el proceso principal. Así, los procesadores con tecnología HyperThreading de Intel o SMT de AMD pueden trabajar con un proceso y un subproceso, o lo que es lo mismo, con dos hilos, por cada núcleo activo.

Procesador y uso en juegos

Un procesador de cuatro núcleos con dichas tecnologías moverá ocho hilos, los mismos que un procesador con ocho núcleos sin esas tecnologías. Sin embargo, el primero irá más cargado y rendirá peor trabajando con ocho hilos que un procesador que tenga ocho núcleos físicos. Sin embargo, esto tiene otro enfoque posible, y es que, en algunos casos, un procesador de seis núcleos y doce hilos puede rendir mejor que uno con ocho núcleos y ocho hilos.

Contar con un procesador que tenga más núcleos, y más hilos, es mejor, eso está claro, pero debemos tener en cuenta que esto no quiere decir que vayamos a tener siempre un mayor rendimiento en juegos, ya que al final todo dependerá de la optimización que hayan introducido los desarrolladores y de la cantidad de núcleos e hilos que cada juego sea capaz de utilizar realmente.

Actualmente ningún juego es capaz de aprovechar de verdad procesadores de más de seis núcleos y doce hilos, lo que significa que contar con un procesador de ocho núcleos y dieciséis hilos no te proporcionará ningún tipo de aumento de rendimiento. Sin embargo, sí que podría hacerlo en un futuro, cuando los juegos empiecen a aprovechar ese mayor número de núcleos e hilos. Ya ocurrió, en su momento, con el salto definitivo a los cuatro núcleos, y posteriormente con la estandarización de los ocho hilos.

Si ves que uno o varios juegos no utilizan al 100% tu CPU no te preocupes. Como te hemos explicado, la mayoría de los juegos solo llegan a aprovechar procesadores de hasta seis núcleos y doce hilos. Es un problema de optimización, sin más.

2.-Uso del procesador en juegos: IPC y frecuencia

Ya tenemos claro el tema de los núcleos y los hilos cuando hablamos del uso de un procesador en juegos. Cada juego está diseñado para paralelizar la carga de trabajo que representa en una cantidad concreta de hilos. Lo ideal sería diseñar juegos con un alto grado de paralización que puedan aprovechar procesadores con muchos núcleos e hilos, pero esto representa una complejidad importante que no termina de ser rentable, y que puede acabar siendo incluso inviable si la base que sirve como punto de partida está muy limitada.

Procesador y uso en juegos

Cuando hemos llegado a ese tope de núcleos e hilos que puede utilizar un juego, el rendimiento del procesador solo mejorará a través de dos frentes: el IPC y la velocidad de trabajo, y en función de la dependencia del juego del procesador, y de la resolución y calidad gráfica utilizada, su impacto puede acabar siendo bastante limitado. Vamos a ver un par de ejemplos para entender mejor todo lo que hemos dicho hasta el momento.

Imagina un equipo configurado con un procesador Ryzen 7 2700X (8 núcleos y 16 hilos), una RTX 3080 y 32 GB de memoria RAM. Dicho equipo ejecuta Cyberpunk 2077 en 1440p con calidad máxima, trazado de rayos y DLSS 2.0 en modo rendimiento. La experiencia de juego sería buena, pero el procesador quedaría desaprovechado y rondaría, de media, una tasa de uso de entre un 30% y un 55%.

Ahora piensa en un equipo con la misma configuración del anterior, con la única excepción del procesador, que pasa a ser un Ryzen 5 5600X (6 núcleos y 12 hilos). Utilizando la misma configuración, el uso del procesador sería mayor (podríamos rondar el 80% de máxima), y tendríamos además una tasa de FPS mucho más elevada. Sé lo que estás pensando, ¿cómo es posible que un procesador con menos núcleos e hilos rinda mejor que otro con más núcleos e hilos? Pues muy simple, porque:

  • El juego no aprovecha más de seis núcleos y doce hilos, con lo cual el Ryzen 7 2700X su única ventaja frente al Ryzen 5 5600X.
  • El Ryzen 5 5600X tiene un mayor IPC, y funciona además a unas frecuencias de trabajo superiores, lo que al final le permite ofrecer un rendimiento superior.

El rendimiento de un procesador en juegos no se define únicamente por el número de núcleos e hilos, también entran en juego el IPC y las frecuencias de trabajo, siendo el primero más portante que el segundo. Obviamente, un procesador de más núcleos puede mejor que otro con menos núcleos, incluso aunque este último tenga un mayor IPC y unas frecuencias de trabajo superiores, pero solo cuando se utilice en juegos que sean capaces de aprovechar de forma óptima su mayor capacidad de paralelizado.

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3.-La importancia de la resolución y cómo influye en el uso del procesador

Cuando renderizamos un juego a una resolución baja, como por ejemplo 720p, 900p o 1080p, y utilizamos una tarjeta gráfica potente, como una RTX 3070 o una RX 6700 XT, ambas deberán afrontar una carga de trabajo inferior a la que tendríamos si ese mismo juego se renderizase en 1440p o en 2160p.

Eso quiere decir algo muy simple, y es que al mover una menor cantidad de píxeles irán mucho más sueltas, trabajarán a un ritmo mayor, y necesitarán que el procesador sea capaz de suministrarles datos con mayor velocidad. En este escenario, la tarjeta gráfica es la que marca el ritmo, y el rendimiento final acaba dependiendo de la capacidad del procesador para seguir ese ritmo.

Lo dicho explica por qué al mover un juego concreto con una RTX 3070, un Core i7 2600K y resolución 1080p obtenemos un resultado inferior frente al que tendríamos al mover ese mismo juego con esa configuración, pero utilizando un Core i7 7700K. Ambos procesadores tienen cuatro núcleos y ocho hilos, pero el segundo tiene un mayor IPC y funciona a mayor frecuencia, lo que significa que es capaz de cubrir mejor la alta demanda de datos de la tarjeta gráfica en bajas resoluciones.

Por otro lado, los ajustes de calidad gráfica también importan, ya que puede suponer un añadido importante a la carga de trabajo que debe asumir la tarjeta gráfica y reducir, de forma notable, el impacto del procesador en el rendimiento. El ray tracing, o trazado de rayos, es uno de los ajustes más determinantes en este sentido, puesto que puede llegar a reducir el rendimiento a la mitad (o incluso más), y hacer que un juego que parecía perfectamente jugable, con tasas de más de 60 FPS, se acabe hundiendo hasta los 20 FPS.

Procesador y uso en juegos

En resumen, la importancia, y el peso, del procesador en juegos se va reduciendo de forma proporcional al aumento de la resolución y de la calidad gráfica, y a la inversa. Con todo, esto no quiere decir que no debamos olvidarnos del mínimo que necesita cada juego para funcionar de forma óptima. Así, por ejemplo, si un juego necesita un procesador de cuatro núcleos y ocho hilos, pero lo ejecutamos con un procesador de cuatro núcleos y cuatro hilos y lo configuramos en 4K será la tarjeta gráfica la que asumirá la mayor carga de trabajo, pero tendremos problemas de rendimiento por no haber llegado a ese mínimo.

Normalmente, cuando un juego arranca en un procesador inferior al que necesita suele presentar problemas muy claros, entre los que destacan unos picos de FPS mínimos muy bajos (un juego puede funcionar a 30 FPS y tener picos mínimos de 5 FPS), tiempos de carga elevados y tirones o parones de corta curación que acaban afectando a la experiencia de juego. También pueden producirse cuelgues espontáneos y cierres.

Bien, ¿y cómo puedo elegir el mejor procesador para juegos? Este tema requiere de una explicación aparte, pero estás de suerte, en su momento publicamos esta guía que todavía sigue estando de plena actualidad, a pesar de la llegada de los Ryzen 5000 y de los Rocket Lake-S. Con todo, quiero aprovechar para daros una visión general y simple de los procesadores que son, ahora mismo, la mejor opción para montar, o actualizar, un PC para juegos en función de cuatro presupuestos concretos:

Procesador y uso en juegos

Si tu presupuesto ronda los 100 euros: la mejor opción es el Core i3 10100F, que tiene un alto IPC y suma cuatro núcleos y ocho hilos. Cuesta 107,95 euros.

En caso de que puedas gastar hasta 200 euros: es mejor que optes por un Core i5 10600KF, que también tiene un IPC muy elevado, cuenta con seis núcleos y doce hilos y cuesta 189,90 euros. También es interesante el Core i5 11400F, que cuesta 169,90 euros.

Si puedes gastar hasta 300 euros: es una de las franjas más equilibradas, y gracias a la fuerte competencia que existe entre Intel y AMD podemos encontrar soluciones muy interesantes. Los modelos más recomendables son, sin duda, el Core i7 10700KF, por 299,90 euros, y el Ryzen 7 3700X, por 289,90 euros. Ambos tienen un alto IPC y suman 8 núcleos y 16 hilos, aunque el Intel rinde un poco mejor.

Entre 400 y 500 euros: no recomiendo invertir tanto dinero en un procesador salvo casos muy concretos, ya que un usuario medio no llegará a sacar partido a procesadores tan caros, y la relación rendimiento por euro invertido decrece muy rápidamente cuando nos metemos en este nivel. Si tu objetivo es mover juegos al máximo nivel y disfrutar del mayor IPC posible, el Ryzen 5 5600X es la mejor opción por 359,90 euros. Si quieres asegurar también una larga vida útil, y tener un buen rendimiento incluso haciendo streaming, el Ryzen 7 5800X es una opción muy buena por 433 euros. Finalmente, si lo que necesitas es un buen rendimiento y una gran capacidad multihilo, el Ryzen 9 3900X sigue ofreciendo un valor excelente por 439,90 euros.

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