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La vida útil de los componentes de PC ha crecido hasta un nivel impensable

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Los componentes de PC tienen una vida útil concreta que podemos definir de diferentes maneras, siempre dependiendo del enfoque del que partamos. Así, por ejemplo, podemos definirlo centrándonos en el tiempo de uso antes de que sufran fallos, un concepto que tiene una extensión bastante amplia en numerosos sectores, como por ejemplo el de las unidades de almacenamiento, pero también podemos asociar vida útil con experiencia óptima de uso, es decir, con el tiempo durante el cual esos componentes nos proporcionarán un rendimiento adecuado a nuestras necesidades.

Ese segundo punto de partida es el que voy a utilizar en este artículo, porque es el que más ha crecido durante los últimos años, y el que nos deja una visión más interesante en líneas generales. Para entenderlo, nada mejor que un par de ejemplos. Un PC comprado en 1995, equipado con un procesador Pentium a 133 MHz, 16 MB de RAM, un HDD de 1,2 GB y una tarjeta gráfica SVGA de 1 MB tuvo, en líneas generales, una vida útil muy reducida, y lo sé por experiencia propia, ya que mi primer PC propio utilizó esa configuración.

En menos de dos años ya notaba que el equipo se me quedaba pequeño, y no podía utilizarlo para jugar bien a muchos juegos de nueva hornada. En 1999 estaba prácticamente obsoleto, y al final su vida útil no llegó a alcanzar los cuatro años porque, como he dicho, no podía utilizarlo prácticamente para nada que no fueran juegos y aplicaciones «viejas». Esta realidad fue todavía más marcada si utilizábamos el PC principalmente para jugar, ya que las tarjetas gráficas aceleradoras 3D se veían enormemente superadas con cada nueva generación, y no tardaban en dejar de dar la talla.

componentes de PC

El estancamiento del software y los componentes de PC

Con el paso de los años, esa realidad ha ido cambiando progresivamente. Los avances a nivel de hardware y un cierto estancamiento a nivel de software han sido claves para llegar al punto en el que nos encontramos hoy. Piensa, por ejemplo, en todo lo que aún podemos hacer con un PC basado en un Intel Core 2 Quad Q6600, 8 GB de RAM y una tarjeta gráfica GeForce GTX 460 de 1 GB. El procesador fue lanzado en julio de 2007, y la tarjeta gráfica en julio de 2010, lo que significa que el primero tiene casi 15 años de antigüedad, y la segunda va a cumplir 10 años.

Dicho equipo puede ejecutar Windows 10 sin problemas, y es capaz de mover muchos juegos de la era de PS4 y Xbox One en condiciones más que aceptables, especialmente aquellos que se lanzaron antes del debut de PS4 Pro y Xbox One X. Impresionante, ¿verdad? Con esa configuración de 1995 no podríamos hacer nada en 2005, ni siquiera instalar el último sistema operativo del momento, una comparativa sencilla pero que ilustra perfectamente el trasfondo de este artículo.

Si te preguntas cómo hemos llegado a esta situación, la respuesta es muy sencilla, por un marcado estancamiento del software que, a su vez, ha venido acompañado de una evolución enorme en el mundo del hardware, y parece que esta tendencia no va a cambiar ni a corto ni a medio plazo. Al final, no deja de tener un lado positivo para el consumidor medio, que ve como los componentes de su PC envejecen con mayor dignidad, y esto le permite rentabilizar mejor su inversión.

Por otro lado, también tiene un lado negativo, y es que cada vez cuesta más aprovechar de verdad el hardware más potente y avanzado del mercado, y ese estancamiento a nivel de software que ciertos sectores, como el de los videojuegos, caigan en ciclos repetitivos donde parece que siempre estamos jugando al mismo tipo de sandbox. Qué puedo decir, personalmente me gustaría que se equilibrase mejor este tema y que volviéramos a aquella época donde los saltos generacionales eran más rápidos y marcados, ¿y a vosotros? Los comentarios son vuestros.

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