La compra de Activision Blizzard se enfrenta a una nueva investigación

Anunciada inicialmente a comienzos de este año, parece que el cierre de la compra de Activision Blizzard por parte de Microsoft sea reacio a producirse, lleno de constantes problemáticas que amenazan con la cancelación del mismo. Así pues, aunque los accionistas de la propia Activision Blizzard se mostraron a favor de la adquisición, tanto la propia Microsoft como otros agentes externos todavía guardan algunas dudas.

Y es que el nuevo participante en sumar trabas a este acuerdo ha sido el organismo de Autoridad de Mercados y Competencia del Reino Unido (o CMA), que tal y como informan desde CNBC, ha abierto una nueva investigación sobre la operación estableciendo una de las primeras investigaciones importantes por antimonopolio.

Según declara esta investigación, este acuerdo podría tener un fuerte impacto (negativo) en la industria de los videojuegos por el hecho de entregar grandes franquicias como Call of Duty, Candy Crush y Warcraft, a una de las compañías tecnológicas más grandes del mundo, por lo que la autoridad responsable de mercados y competencia analizará la situación «considerando si el acuerdo puede dañar a la competencia y conducir a peores resultados para los consumidores como, por ejemplo, precios más altos, menor calidad u opciones reducidas«. Si bien hemos visto este tipo de investigaciones en otras ocasiones tales como la propia compra de Bethesda por Microsoft, cada nueva adquisición suma un argumento adicional.

Así pues, la CMA ha puesto como fecha tope para su resolución final el próximo 1 de septiembre, aunque ha comunicado que aceptará recibir comentarios de parte de las partes interesadas, con una consulta abierta hasta el día 20 de julio. Por su parte, desde Microsoft se han mostrado bastante positivos asegurando que cooperarán de manera plena, lanzando el mensaje de que “seguimos confiando en que el acuerdo se cerrará en el año fiscal 2023 como se anticipó inicialmente”. Sin embargo, los analistas se muestran notablemente más escépticos sobre las posibilidades de que los reguladores aprueben un acuerdo.