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PS4 y Xbox One, una reflexión sobre una generación obsoleta
Cuando empezaron las primeras informaciones sobre PS4 y Xbox One se generó una gran expectación que llevó a muchos a pensar que iban a marcar un salto enorme frente a Xbox 360 y PS3, y que además iban a ser capaces de ofrecer una buena experiencia de juego en resoluciones 1080p y 60 FPS.
Sin embargo en el momento en el que se dieron a conocer las especificaciones finales nos dimos cuenta de muchas cosas, y posteriormente al ver los primeros juegos multiplataforma, es decir, para la pasada y la nueva generación, pudimos ver que efectivamente marcaban un salto importante, pero que tampoco era tan enorme como se pensó en un primer momento.
Las dos consolas llegaron en noviembre de 2013 con un planteamiento alejado de Xbox 360 y PS3, motivado en parte por el cambio de arquitectura, y es de justicia decir que a diferencia de aquellas nacieron «obsoletas».
En este artículo especial repasaremos ese nacimiento de PS4 y Xbox One, hablaremos de todas sus claves, de su evolución, y veremos dónde quedan ambas consolas tras el anuncio de NVIDIA de las GTX 1080 y GTX 1070.
¿Por qué nació obsoleta la nueva generación?
Es una buena pregunta y de hecho es la mejor forma de empezar. Para entenderlo debemos conocer el hardware que había disponible en su momento para PC y el que acabaron montando las nuevas consolas de Sony y Microsoft, pero además haremos una comparativa con el que tenían en su momento Xbox 360 y PS3.
PS4 y Xbox One llegaron al mercado a finales de 2013, fecha en la que ya estaban disponibles en el mercado soluciones tan potentes como las Radeon R9 290X y R9 290 de AMD. Ponemos como ejemplo dicha tarjeta gráfica por un hecho muy simple, y es que ambas consolas utilizan una GPU de AMD, lo que nos facilita la comparativa.
Sin embargo ninguna de esas soluciones gráficas se utilizó en dichas consolas, ni siquiera en versiones especiales adaptadas, y tampoco se apostó por una GPU de gama alta, sino que se montó una GPU de gama media-baja en Xbox One y una GPU de gama media en PS4.
Así, la primera cuenta con un equivalente aproximado a una R7 260, mientras que la segunda tiene una GPU entre la R7 265 y la R9 270. Por contra, Xbox 360 y PS3 llegaron en 2005 y 2006 y montaron GPUs consideradas de gama alta en el momento de su lanzamiento. La primera venía con una solución derivada de la Radeon X1800 XT pero con arquitectura de shaders unificada, lo que suponía una enorme innovación en su momento y le permitió tener una larga vida útil.
Por su parte PS3 montaba una versión del núcleo utilizado en la GeForce 7800 GTX, aunque recortada a 8 ROPs y con un bus de memoria de 128 bits. A pesar de todo era una GPU de gama alta en su momento, estaba complementada por el uso de memoria XDR de alta velocidad (3,2 GHz) junto a GDDR3 a 650 MHz y contaba además con el apoyo de la CPU Cell para ciertas cargas de trabajo gráfico.
Con esa simple comparación queda claro que PS3 y Xbox 360 llegaron al mercado con componentes tope de gama y acompañadas de innovaciones propias que les permitían equipararse a un PC de gama alta sin problema.
Podría extenderme mucho más en este punto pero no quiero que el artículo sea cargante, así que terminaré haciendo referencia al procesador. Tanto PS4 como Xbox One montan una CPU de bajo consumo con ocho núcleos Jaguar a 1,6 GHz y 1,75 GHz respectivamente.
Su rendimiento es bastante flojo comparado incluso con procesadores Intel Core i3 Haswell, y no sólo por su baja frecuencia de reloj, sino también por su bajo IPC. Por contra Xbox 360 llegó con un potente chip PowerPC derivado del diseño Cell de IBM que también se usó en la CPU de PS3. En la consola de Microsoft tenía tres núcleos a 3,2 GHz capaces de manejar hasta seis hilos, mientras que en PS3 era capaz de manejar hasta nueve hilos de ejecución. Impresionante, ¿verdad?
Una evolución llena de signos de agotamiento
Tenemos claro que la elección de componentes de PS4 y Xbox One no fue apropiada, sobre todo teniendo en cuenta que hablamos de soluciones que en teoría están destinadas a tener ciclos de vida de unos seis años, aproximadamente.
A pesar de toda la optimización que ha hecho posible el aprovechamiento temprano de diversas técnicas que todavía no han terminado de despegar en PC y de que los juegos se desarrollan sobre la base de ambas consolas, algo que después acaba perjudicando inexplicablemente a los jugadores de compatibles, el agotamiento de las nuevas consolas de Sony y Microsoft es evidente.
Xbox One trabaja mayoritariamente con resoluciones 720p y 900p, siendo incapaz de mantener 30 FPS estables en el segundo caso y con unos ajustes de calidad que en PC vendrían a ser medios. Por contra en PS4 las resoluciones dominantes son 900p y 1080p, aunque también tiene problemas para mantener 30 FPS cuando mueve juegos en Full HD. Al igual que ocurre en Xbox One los ajustes de sus juegos son equivalentes a nivel de calidad media en PC.
Esa es la triste realidad de Xbox One y PS4 a día de hoy y la cosa no ha ido a peor porque los desarrolladores no han querido jugar limpio y han frenado el aprovechamiento de la mayor potencia que ofrece el hardware de un PC de gama alta, basta recordar lo ocurrido con Watch Dogs o The Division para darse cuenta, o repasar la terrible optimización de juegos que no aportan nada especial y que no son nada del otro mundo y sin embargo requieren de un PC tremendo para funcionar medio bien, siendo Quantum Break el mayor exponente.
Queramos verlo o no un PC de 500 euros ofrece una potencia muy superior a la de PS4 y Xbox One, y las diferencias serían mucho más evidentes si no hubiera esa enorme optimización detrás de ambas consolas.
GTX 1080 y GTX 1070, ¿dónde quedan ahora PS4 y Xbox One?
No se me ocurre mejor cierre para este artículo que poner todo lo expuesto en relación con el lanzamiento de las nuevas GTX 1080 y GTX 1070 de NVIDIA, dos tarjetas gráficas que prometen un rendimiento superior a un SLI de GTX 980.
Eso es mucha potencia, y comparada con la que frecen ambas consolas supone una diferencia enorme. Para hacernos una idea aproximada basta decir que una sola GTX 980 casi triplica el rendimiento de la GPU de PS4 en juegos en resoluciones 1080p.
Partiendo de esto si se cumple lo expuesto por NVIDIA una GTX 1070 sería casi seis veces más potente en juegos que el núcleo gráfico de PS4, un auténtico abismo que ya sería imposible maquillar con «downgrades» y buena optimización en consola y mala o nula optimización en compatibles.
Esta realidad nos lleva inevitablemente a las rumoreadas PS4 NEO y Xbox One «and Half», dos nuevas consolas que como sabemos llegarían para cubrir esa enorme distancia que se abrirá con la llegada de la nueva generación gráfica de NVIDIA y AMD.
Es evidente que con la nueva perspectiva que nos brinda este artículo dichas consolas tienen más sentido que nunca, ahora sólo queda esperar que tanto Sony como Microsoft hayan aprendido la lección y se decidan a potenciar adecuadamente sus nuevas consolas en vez de recurrir una vez más a componentes de gama media o media-baja.
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