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Tarjetas gráficas y CPUs en 1080p: ¿Cuál es la mejor combinación?
Elegir una tarjeta gráfica para jugar en 1080p puede resultar complicado, sobre todo por la gran variedad de modelos que podemos encontrar actualmente, por lo elevados que se mantienen muchos precios y por las «preferencias» que tienen ciertos juegos por NVIDIA o AMD. Por ejemplo GTA V es conocido por funcionar mejor con tarjetas gráficas NVIDIA mientras que Wolfenstein II: The New Colossus funciona mucho mejor en tarjetas gráficas Radeon, sobre todo aquellas basadas en núcleos gráficos Polaris o Vega.
Sin embargo debemos tener en cuenta que para jugar con garantías en 1080p no sólo importa la tarjeta gráfica, también tiene un peso muy importante el procesador, sobre todo cuando utilizamos modelos como las GTX 1070 o Radeon RX Vega 56, que podemos considerar como soluciones gráficas de gama alta. Para que éstas puedan desarrollar todo su potencial necesitan de un procesador lo bastante potente como para mantenerlas ocupadas en todo momento.
Sabemos que este es un tema que genera dudas entre muchos de nuestros lectores así que hoy hemos querido hacer una guía diferente en la que hablaremos de la importancia del binomio CPU y GPU dejando además recomendaciones concretas a modo de resumen. Dichas recomendaciones serán el mínimo óptimo para cada GPU siguiendo el criterio calidad-precio.
PC y consolas: La problemática de las adaptaciones
Antes de entrar en materia es importante analizar el estado actual del sector del videojuego y completarlo con una mirada a su futuro a corto plazo, ya que esto nos dará una base importante que servirá como pilar básico de todo lo que vamos a decir en esta guía.
Hoy por hoy la totalidad de juegos que llegan a PC (salvo contadas excepciones) son adaptaciones de títulos de consola. Esto quiere decir que dichos juegos se han desarrollado sobre la base de PS4 y Xbox One, y que por lo tanto están concebidos para funcionar de forma óptima en ambas.
Cuando la base de un juego está diseñada para un hardware limitado sólo puedes añadir mejoras determinadas que no llegan a marcar una gran diferencia y que en la mayoría de los casos se reducen a elevar los requisitos a nivel de tarjeta gráfica. Esto se ha dejado notar durante los últimos años de una manera contundente, ya que procesadores como el Core i5 2500K, que llegó al mercado en 2011, todavía ofrecen un rendimiento excelente en cualquier juego actual.
No debería extrañarnos, PS4 y Xbox One tienen un procesador Jaguar de bajo consumo y bajo IPC con ocho núcleos a 1,6 GHz y 1,75 GHz respectivamente. Ambos quedan muy por detrás de un Core i5 2500K a frecuencias de stock y no pueden compararse a cualquier procesador actual de gama media.
Hasta que no haya un salto generacional en consolas no se incrementarán los requisitos a nivel de CPU en juegos para PC, lo que significa que si tienes un Core i5 de segunda generación o un Ryzen 3 1200 no tendrás que renovar procesador hasta dentro de un par de años, ya que la inmensa mayoría de los juegos actuales no necesitan más de cuatro núcleos para funcionar de forma óptima.
Tarjetas gráficas y procesador en 1080p, una reflexión necesaria
Ya os hemos adelantado que el procesador tiene un peso muy importante en los juegos, pero que debido al estancamiento que han producido PS4 y Xbox One los requisitos de los juegos para PC en materia de CPU se han mantenido en niveles muy bajos.
Esto tiene una consecuencia importante, y es que hoy es posible encontrar en el mercado procesadores muy avanzados y muy potentes que sin embargo no son aprovechados en juegos. Por ejemplo juegos como GTA V y The Witcher 3, dos referentes dentro del mundillo por su excelente factura técnica, se conforman con procesadores de cuatro núcleos para ofrecer una experiencia óptima, siempre que el IPC esté al nivel de los procesadores Core serie 2000 (Sandy Bridge) de Intel.
Hay juegos que sí pueden aprovechar configuraciones superiores, como los Core i7 y Ryzen que ofrecen cuatro núcleos y ocho hilos o aquellos procesadores que cuentan con seis núcleos o más, pero no la diferencia que marcan en la mayoría de los casos es muy pequeña.
Dicho esto podemos sacar dos conclusiones:
- A corto plazo lo mejor para jugar en 1080p de forma óptima con una inversión mínima es un procesador con cuatro núcleos y un alto IPC, como los Ryzen 3 1200 o los Core i5 serie 6000, Core i5 serie 7000 o Core i3 serie 8000.
- Si queremos hacernos con un procesador que vaya a aguantar relativamente bien el salto generacional que marcarán PS5 y Xbox Two deberíamos buscar como mínimo un procesador con seis núcleos, como por ejemplo el Ryzen 5 1600 o el Core i5 8400.
Gracias a TechSpot por los gráficos adjuntos.
GPU, CPU y fotogramas por segundo en juegos
Ya tenemos una base importante que nos permite entender el trasfondo del procesador en juegos según el estado actual del sector, ¿pero qué efectos reales tiene cuando jugamos en 1080p?
Debemos tener en cuenta que sus efectos dependerán de la tarjeta gráfica que utilicemos. Si utilizamos juegos en 1080p con tarjetas gráficas de gama baja ésta acabará siendo un cuello de botella importante y por tanto el procesador quedará en segundo plano. Por contra si utilizamos tarjetas gráficas de gama media (GTX 1060 de 6 GB o Radeon RX 570-580) o de gama alta (GTX 1070-RX Vega 56 o superiores) la GPU dejará de ser el cuello de botella y la mayor potencia de la CPU permitirá a ésta ofrecer un mayor rendimiento.
Las consecuencias de una CPU más potente con una tarjeta gráfica de alto rendimiento se pueden resumir en dos claves:
- Mayor tasa media de fotogramas por segundo.
- Mayor estabilidad de fotogramas gracias a unos mínimos menos marcados.
Jugar a un título a 60 FPS es perfecto, pero si tenemos mínimos de 40 FPS notaremos caídas que podrían afectar a nuestra experiencia. Esto puede mejorar considerablemente al utilizar una CPU más potente, teniendo siempre en cuenta que una vez alcanzado el nivel óptimo de cuatro núcleos el juego priorizará en la mayoría de los casos el IPC y la frecuencia de trabajo.
Recomendaciones concretas: ¿Qué CPU es óptima para cada GPU?
Terminamos con un listado de recomendaciones concretas que os servirá de base para tener claro qué CPU debería acompañar a cada GPU si queréis que la experiencia sea realmente óptima, aunque debéis tener en cuenta que no nos vamos a limitar a elegir los modelos de procesador más caros, sino aquellos que además ofrecen una buena relación calidad-precio.
- GTX 1080 TI: El nivel óptimo parte de un Core i5 8400 o de un Ryzen 5 1600. En el caso de procesadores más antiguos los Core i7 6700 o superiores cumplirán sin problema.
- GTX 1070 TI, GTX 1080 o Radeon RX Vega 64: Os recomendamos también un Core i5 8400 o un Ryzen 5 1600. Los Core i7 4790 también pueden ofrecer una experiencia óptima.
- GTX 1070: A partir de un Core i3 8100 o de un Ryzen 3 1200 con overclock disfrutaremos de una buena experiencia. En procesadores de generaciones anteriores deberíamos partir de un Core i5 4690.
- GTX 1060 (3 GB/6 GB), Radeon RX 570-580: Os recomendamos también que partáis de un Core i3 8100 o de un Ryzen 3 1200 con overclock.
En el caso de tarjetas gráficas inferiores, como las GTX 1050-1050 TI y Radeon RX 560 un modesto Pentium G4560 ya nos permitirá sacarles partido, pero para una mayor vida útil os recomendamos ir a por un procesador con cuatro núcleos como el Ryzen 3 1200.
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