Conecta con nosotros
Linux en un portátil Linux en un portátil

Guías

5 razones por las que uso Linux en lugar de Windows

Publicado

el

[Opinión] Usar Linux es, a grandes rasgos, una decisión personal, más si tenemos en cuenta que sigue habiendo pocos equipos que lo preinstalan a pesar del empuje de empresas como la española Slimbook y la consolidación de Ubuntu en parte del catálogo de Dell.

Cuando se pregunta sobre el motivo de por qué uno usa Linux, lo normal es encontrarse con respuestas del tipo “porque es más seguro que Windows”, “porque es más ligero que Windows” o “porque es software libre”. Por otro lado, tenemos el tópico de la persona cuyo cerebro ha sido lavado o lobotimazado en una conferencia dedicada a Linux y el software libre, una situación que empeora si en medio ha habido una charla impartida por Richard Stallman o Linus Torvalds.

Con sus virtudes y sus defectos, he aquí un servidor que usa Linux 24/7 y que no toca Windows en máquina física ni con un palo. Sin embargo, el sistema de Microsoft sigue mandando en el mundo, así que no queda otra que tenerlo en una máquina virtual para la realización de algunos tutoriales, sobre todo si la intención es llegar a la mayoría. Desde 2017 y con una única excepción, no sé qué es instalar Windows en una máquina física, y mi oxidación ha llegado a tal extremo que soy incapaz de hacer el proceso con facilidad. ¿Quién dijo que Windows era más fácil que Linux?

Las razones que me llevaron a iniciarme en Linux hace quince años se nutren un poco de los tópicos, pero no fueron el detonante ni la razón principal. La realidad es que, años antes de saber qué eran Linux, el software libre y el código abierto, Windows ya me tenía quemado porque siempre fue un producto que me dejó insatisfecho con la salvedad de la versión 7, la única que me parece un sistema redondo contando los dirigidos a escritorio a partir del 98 y sumando la versión 2000, que estuvo más dirigida a empresas que a usuarios domésticos.

Fui aguantando hasta que mi relación con Windows saltó por los aires en el año 2007. En aquella época compré un portátil Toshiba Satellite Pro P200 con un Intel Core 2 Duo T7300 como procesador, 2GB de RAM, una gráfica Radeon Mobility HD2600 con 256MB de memoria compartida y dos discos duros de 200GB (lo último era una rareza en los equipos de entonces).

Windows 10 ejecutado en una máquina virtual de GNOME Boxes, una interfaz sencilla para KVM/QEMU

Windows 10 ejecutado en una máquina virtual de GNOME Boxes, una interfaz sencilla para KVM/QEMU.

El portátil Toshiba era un equipo cuya calidad quedó patente con 13 años de buen servicio (luego empezaron los problemas), pero había un detalle que terminó con mi paciencia: la presencia de Windows Vista de manera preinstalada. Aquel sistema es de lo más infame que he usado en mi vida. Tardaba cinco minutos literales en encenderse y otros cinco minutos literales en apagarse. Con la ayuda de mi por entonces compañero de piso, eliminamos todo el bloatware de Toshiba, inhabilitamos servicios prescindibles, pusimos un tema de Windows clásico… pero nada, aquello seguía yendo mal, y no solo por el tiempo que tomaba en iniciar y apagar (lo cual era criminal en las actualizaciones que requerían de varios reinicios), sino también por una respuesta y un rendimiento pésimos.

Lo desesperante de Windows Vista hizo que mi compañero de piso me presentara Ubuntu 7.10 y lo instalara en mi ordenador. Si bien aquel Linux solo reconocía la mitad del portátil (la Wi-Fi sí porque era Intel), veía que se encendía rápido, que se apagaba rápido, las actualizaciones requerían como mucho de un reinicio, no necesitaba de antivirus, no necesitaba desfragmentar, no había un registro que limpiar y, si había algo que no me gustaba, podía cambiarlo fácilmente.

Todo lo que me hacía escupir bilis contra Windows desapareció de un plumazo, pero a cambio me veía obligado a usar el equipo a una resolución de 1.024×768 en lugar de los 1.400×900 nativos debido a unos drivers gráficos de mala calidad. Por otro lado, no tenía los conocimientos necesarios para trasladarlo todo, así que mi producción cabalgó entre Windows y Linux durante mis primeros cinco años como usuario del segundo.

Después de exponer la parte importante de la historia que me ha llevado a Linux, voy a mencionar cinco motivos de por qué lo uso en mi día a día en detrimento de Windows, al que siempre miro con cierto desprecio.

Menor mantenimiento

Si uno lee con detenimiento la historia de cómo llegué a Linux, verá que una de las principales razones es el costoso mantenimiento de Windows, más en aquellos tiempos. Que si el antivirus, que si desfragmentar el disco duro, que si el registro… Aquello llegaban a ser muchas horas perdidas a la semana.

En Linux no hay motivos para seguir esas rutinas al no haber un registro que limpiar y no ser especialmente necesaria la desfragmentación del disco duro, un proceso que encima es muy desaconsejable llevar a cabo sobre un SSD. Y sí, la mayoría de las principales distribuciones habilitan trim por defecto, por si alguien lo pregunta.

Sobre el antivirus (o más bien antimalware), la cosa no es tan sencilla, porque si bien la cantidad de malware contra Linux es muy inferior a la de Windows y Android, sigue siendo muy recomendable no descargar software de procedencia desconocida ni visitar sitios web potencialmente maliciosos. Por otro lado, en caso de estar en un entorno poco seguro en términos de ciberseguridad o de tratarse de un equipo BYOD, el uso de un antimalware podría ser bastante aconsejable, no solo para eliminar las amenazas específicas contra Linux, sino también aquellas que afectan a Windows. En mi hogar soy la única persona con equipos conectados a la red local y ninguno de ellos es BYOD, así que el uso de un antimalware por mi parte está no está justificado.

Fedora Silverblue ejecutado en un equipo de última generación

El quitarme la pesada rutina de mantenimiento de Windows ha sido un gran alivio para mí, y esto es algo que desde Linux intento potenciar buscando el sistema que menos esfuerzo me requiera para su mantenimiento. En la actualidad utilizo Fedora Silverblue y ando pendiente de lo pueda ofrecer openSUSE MicroOS en un futuro. Esa tendencia de usar el sistema que menos esfuerzos me requiera ha hecho que me decante por los inmutables debido que son más resilientes y ofrecen más resortes ante los fallos.

Desde 2016 uso Linux bajo una máxima: la ley del mínimo esfuerzo. Afortunadamente, la calidad de los drivers ha mejorado enormemente con el paso de los años, hasta el extremo de poder usar hardware de última generación sin problemas (mi actual equipo es un Alder Lake que lleva cerca de medio año conmigo) y de jugar a títulos AAA de Windows a través de Proton con unos resultados más que satisfactorios a nivel de rendimiento.

Otro punto que tiene Linux a su favor es su kernel monolítico (vamos, en realidad el sistema es GNU/Linux, Linux es solo el kernel), lo que quiere decir que todos los drivers están incluidos en el núcleo. Aunque dicho modelo hace que la inclusión de nuevos drivers sea aparatoso, también pone algunas facilidades. Por ejemplo, las gráficas de Intel y AMD se apoyan en la pila estándar del sistema (no así las de NVIDIA si contamos el soporte oficial), así que, el día en que decida comprar una gráfica dedicada de Intel para sustituir mi actual RX 580, solo tendría que apagar el ordenador, quitar la Radeon, colocar la Intel y volver a encender el equipo para tenerlo todo en su sitio. ¿El driver?, ¿qué es un driver?

Instalación más sencilla y rápida

Windows siempre ha tenido en sus procesos de instalación pasos sin mucho sentido, pero todo eso ha empeorado enormemente desde la versión 10 y el empecinamiento de Microsoft por incluir publicidad y mecanismos de seguimiento que el fondo hinchan el sistema sin aportar nada de valor al usuario. Dichos mecanismos tienen sus correspondientes pasos en el proceso de instalación, a los que se suma la invitación de vincular la primera cuenta de usuario del sistema a una de Outlook.

Por suerte, en Linux uno no se encuentra con semejantes aberraciones en el proceso de instalación, que desde hace años es bastante más simple que en Windows en prácticamente toda distribución orientada al escritorio. Esto se traduce en que los pasos a realizar en los instaladores de Linux suelen ser los necesarios o poco más que eso, y si hay posibilidades adicionales, estas, por lo general, están relacionadas con la posibilidad de cambiar la disposición del sistema (instalarlo como escritorio, servidor, etc).

Instalación de Ubuntu 22.04 LTS

Sin spyware

Esta razón está directamente vinculada a la anterior y hace referencia a la gran cantidad de cosas cuestionables que incorpora Windows sobre todo desde la versión 10 o posiblemente la 8. Microsoft justifica la inclusión de esos mecanismos en la intención de ofrecer una experiencia más dirigida, pero al final no deja de ser una forma de rastrear la actividad del usuario con el propósito de recopilar datos.

Linux no está libre de mecanismos de rastreo, pero estos están principalmente orientados a la obtención de datos de rendimiento que son recopilados de forma clara, honesta y transparente. El tema de la transparencia queda muy reforzado si se tiene en cuenta que dichos mecanismos son software libre, así que su código fuente está disponible y puede ser auditado por cualquier persona de forma independiente y sin compromisos.

Transparencia a través del software libre y el código abierto

¿Hace el software lo que realmente tiene que hacer o está realizando otras tareas de manera furtiva? Windows y macOS son sistemas operativos privativos. Esto quiere decir que el código fuente no está disponible de manera pública (al menos oficialmente) y que no puede ser auditado de manera libre, independiente y sin compromisos.

Obviamente, tanto Microsoft como Apple contratan a expertos y empresas para hacer automatizarías de seguridad a sus productos, pero los que se comprometen con esos gigantes se ven obligados a firmar contratos draconianos que les impide revelar cualquier dato al público, así que al final la transparencia brilla por su ausencia.

Es importante tener en cuenta que el software libre y el código abierto no son ninguna panacea, pero siempre es mejor tener ese factor a favor que no tenerlo.

Compromiso con la diversidad y la libertad de elección

Gracias a que es software libre, Linux puede ser bifurcado, modificado y redistribuido por cualquiera. Eso ha permitido la existencia de una gran cantidad de distribuciones con propuestas muy diferentes y capaces de adaptarse a distintos perfiles de usuario.

Muchos ven la existencia de las distribuciones como un inconveniente, pero también hay que ver eso fomenta la competencia entre distintas propuestas, mientras que Windows y macOS son productos monolíticos que uno se tiene que tragar tal y como son y sin tener el mismo margen para modificarlos.

En resumidas cuentas, Linux abre la puerta para que el usuario pueda usar su ordenador desde la perspectiva que quiera y bajo sus propias condiciones. Por ejemplo, yo apuesto por la automatización, una de las principales razones por las que uso Fedora Silverblue. Sin embargo, posiblemente otro usuario prefiera tener un control más pormenorizado del sistema, y aquí distribuciones como Arch Linux ofrecen una solución más ideal para ese propósito.

Que el usuario tenga opciones entre las que elegir es bueno en términos de mercado, ya que por lo general, bajo ese contexto, se suele fomentar más la innovación y la mejora de los productos, mientras que los monopolios y los abusos de posición dominante son tendentes a ofrecer productos más mediocres.

Conclusión

Como vemos, razones para usar Linux no faltan, y tampoco hace falta apelar constantemente al romanticismo del software libre y el código abierto, sino que es posible motivar su uso en favor de tener un mercado con más opciones y más innovador.

Es cierto que a día de hoy Linux no es perfecto, más si tenemos en cuenta que su soporte de hardware sigue siendo muy inferior al de Windows a pesar de que ha mejorado enormemente en ese sentido. Sin embargo, y si uno tiene el hardware adecuado (Intel es la principal marca de referencia), siempre es bueno plantearse su uso por las razones ya expuestas.

Retomando la resolución nativa del viejo portátil Toshiba, que ya no tengo, el viejo driver de Linux para Radeon (cuyo nombre es Radeon, mientras que el nuevo, el que permite jugar, se llama AMDGPU) empezó a soportarla durante el transcurso de 2008. Las primeras distribuciones en hacerlos fueron Mandrake y Fedora, lo que despertó mi curiosidad en torno al espectro RPM.

Lo más leído