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Análisis

MacBook Pro con pantalla Retina

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De cuando en cuando tenemos la fortuna de vivir cambios realmente relevantes en el mundo de la informática. Últimamente esos cambios suelen llegar de servicios web revolucionarios que cambian nuestra forma de entender Internet, y con mucha menos frecuencia dichos cambios ocurren en el mundo del hardware, donde pocas empresas tienen el talante y la capacidad de dar esos saltos. Apple es sin duda una de esas empresas con ese talante y esa capacidad.

Ficha técnica

Ambas características han sido cruciales para que Apple lanzara al mercado un iPhone 4 absolutamente brillante hace ahora dos años. Aquel smartphone llegaba por primera vez con una pantalla Retina, una tecnología que posibilitaba llevar a las pequeñas pantallas de los iPhone 4 resoluciones de 960×640 píxeles y densidades de 326 píxeles por pulgada. El logro era brutal: el ojo humano era incapaz por primera vez de distinguir los píxeles en la pantalla, y la definición de todos los elementos (textos, imágenes, vídeos) era prodigiosa.

La tecnología dio un salto más el pasado mes de marzo, cuando el iPad de tercera generación también integró esta pantalla con el mérito adicional de hacerlo en un tamaño de pantalla muy superior -9,7 pulgadas- aunque en esta ocasión el coste fue una densidad ligeramente menor, de 264 píxeles por pulgada, para lograr una resolución final de 2.048×1.538 píxeles. Como pudimos combrobar entonces, el resultado –aunque mejorable– era igualmente espectacular.

Pero quedaba un último (¿o quizás penúltimo?) escalón: llevar la tecnología Retina display a los portátiles de Apple, algo que se venía rumoreando desde hace meses y que la empresa confirmó el pasado 11 de junio de 2012, cuando se presentó el MacBook Pro de nueva generación, también llamado MacBook Pro con pantalla Retina. El equipo ensombreció al resto de los protagonistas de la jornada: por muy relevantes que fueran iOS 6, OS X Mountain  Lion o las nuevas gamas evolucionarias de los MacBook Air y MacBook Pro «tradicionales» (que también han mejorado de forma notable), el nuevo MacBook Pro es demasiado relevante. Demasiado diferencial. Y la culpa de todo ello la tiene esa tecnología que hace que en esta pantalla de 15,4 pulgadas dispongamos de una resolución casi absurda por lo inmenso: 2.880×1.800 píxeles.

Ese es el salto cualitativo que tuvimos la fortuna de experimentar el pasado 11 de junio, porque tenedlo claro: el futuro de los portátiles -y probablemente, de los televisores y monitores para PCs tradicionales- pasa por ofrecer resoluciones similares o incluso superiores a las que hoy en día Apple. Y ese cambio, como veremos más adelante, tendrá efectos colaterales muy relevantes en muchos campos de la informática actual.

Un MacBook Pro con aires de MacBook Air… y que hace algunos sacrificios

Para alquien que como el que suscribe estaba acostumbrado -y enamorado- de un MacBook Air, la primera sensación que me recorre al tener en las manos un MacBook Pro con pantalla Retina es que se trata de un equipo grande. Grande y pesado. Evidentemente, todo es relativo: acostumbrado al peso y dimensiones casi mágicas del Air, el salto es demasiado importante como para no notarlo.

Y aún así, la transición se hace imperceptible en pocos días: ya me he acostumbrado a la diferencia de peso (2,02 kg frente a los 1,32 kg del MacBook Air), y también a la del tamaño (359x247x18 mm frente a los 325x227x17 del MacBook Air) sobre todo por ese último numerito del trío de las dimensiones: el nuevo MacBook Pro con pantalla Retina tiene un espesor de 18 milímetros, frente a los 17 del espesor máximo del MacBook Air en su parte más ancha. El mérito es evidente: para un equipo profesional, esa delgadez es nuevamente un salto tecnológico dramático.

Y para seguir aplicando ese punto de vista relativo, hay que reconocer el otro extremo: mientras que los usuarios del MacBook Air sentirán que este equipo es efectivamente grandote y pesado en un primer momento, los usuarios del MacBook Pro tradicional se quedarán entusiasmados con la reducción en peso (2,54 kg frente a los 2,02 kg de los MacBook Pro con pantalla Retina) y las dimensiones (364x249x24 mm frente a los citados 359x247x18 mm de los MacBook Pro con pantalla Retina).

Ese espesor que iguala al del prodigioso Air es ahora una fantástica sorpresa para los usuarios tradicionales del MacBook Pro, que sin duda se sentirán maravillados ante la reducción de las dimensiones, peso y volumen del equipo: el MacBook Pro con pantalla Retina es un 25% más delgado, un 25% más ligero y tiene un 37% menos de volumen total. Sensacional.

Obviamente en esa reducción de dimensiones ha habido dos factores fundamentales. En primer lugar, nos encontramos por primera vez ante un MacBook Pro sin unidad óptica integrada en el equipo. Desaparece la unidad Superdrive en un nuevo y claro salto evolutivo que deja claro que hoy por hoy los formatos ópticos físicos  (CDs, DVDs, e incluso Blu-ray Discs) han perdido relevancia.

Adiós al disco duro tradicional: este pequeño módulo ofrece capacidades de hasta 768 Gbytes en una unidad SSD con un rendimiento excepcional.

En segundo lugar, Apple ha dado un nuevo salto en su línea profesional y ha integrado por fin -y ya era hora- unidades SSD en el MacBook Pro con pantalla Retina. Como sucedía en los MacBook Air, estas no son unidades SSD al uso de 2,5 pulgadas, sino que se trata de un módulo de memoria con chips Flash de Samsung que ofrecen desde 256 Gbytes hasta 768 Gbytes de capacidad según el modelo por el que optemos. Esos módulos hacen uso de un conector propietario de Apple que hace imposible la instalación de otros módulos similares de otros fabricantes, pero el resultado compensa, como comprobaremos más adelante.

Esos dos aspectos permiten que Apple haya logrado ahorrar mucho espacio en un equipo claramente obsesionado con reducir su espesor y su volumen. De hecho, mucho nos tememos que el logro actual de los MacBook Pro con pantalla Retina sea difícil de superar incluso por la propia Apple en el futuro: lo que podían reducir de forma significativa ya lo han reducido, por lo que no esperamos más reducciones dramáticas del espesor ni siquiera a medio plazo. El avance, como decíamos, ha sido demasiado extraordinario.

Como era de esperar, ese diseño ultradelgado también ha tenido que hacer frente a algunos sacrificios. La ausencia de unidad óptica no lo es ya tanto -al menos para muchos usuarios-, pero puede que otros sí lo sean. El más notable, como en el caso del MacBook Air, es la ausencia de un puerto Ethernet, que por sus propias dimensiones no tiene cabida en ese espesor.

El adaptador de Thunderbolt a Gigabit Ethernet cuesta 30 €, y soluciona la ausencia de un puerto Ethernet que no tiene cabida por el propio espesor de los nuevos MacBook Pro con pantalla Retina.

Para solucionarlo Apple ya ha puesto a disposición de sus usuarios un adaptador de Thunderbolt a Gigabit Ethernet que cuesta 29 euros y que a nuestro entender Apple debería considerar incluso regalar, o incluir de forma nativa e incrementar el precio en el equipo final. Por mucho que la conectividad WiFi sea notable en estos días, tareas como la realización de transferencias pesadas -backups, gran cantidad de imágenes de alta definición- ganan demasiados enteros en una red local con GbE. Mucho nos tememos que no entra en los planes de Apple acceder a nuestras súplicas, así que probablemente el citado adaptador le de a Apple unos ingresos extras muy, muy respetables a costa de una necesidad bastante obvia y que entendemos que deberían haber cubierto con un coste más aceptable por parte de los usuarios.

No ocurre lo mismo con el puerto FireWire 800, que por primera vez desaparece también del equipo y del que no hemos visto adaptador oficial disponible: los usuarios de dispositivos con esta interfaz de conexión podrían verse por lo tanto con algunos problemas para seguir sacándole partido a dichas soluciones, aunque también es cierto que esa interfaz también ha pedido relevancia frente a los nuevos puertos e interfaces de conexión.

Adentrándonos en las tripas del MacBook Pro

Esa reducción de las dimensiones no ha tenido contraprestaciones en la elección de los componentes internos de este portátil de nueva generación, que llega cargado de componentes de última generación y de algunas sorpresas que muestran por fin algunas concesiones de Apple a demandas muy populares de la comunidad de usuarios.

Para empezar, los nuevos MacBook Pro con pantalla Retina -como sucede con los Air y los Pro clásicos, también  renovados- integran los nuevos procesadores Intel de la familia Ivy Bridge, y en concreto hay tres modelos disponibles:

Como podéis comprobar, todos estos modelos se presentaron el pasado 29 de abril y en todos ellos uno de los factores claves es ese TDP de 45W que ofrece un equilibrio perfecto -al menos, a ojos de Apple- entre potencia y eficiencia energética. Se mantiene así el TDP de los modelos de 15 pulgadas de la anterior gama MacBook Pro (Core i7-2675QM, Core i7-2760QM, Core i7-2860QM), y eso deja claro que aunque Apple podría haber optado quizás por micros más potentes con un TDP de 55 o 65 W, eso hubiera comprometido un factor crucial: la autonomía de la batería, que ya de por sí tiene que aguantar una pantalla Retina que le da mucho trabajo.

A ese procesador le acompañan de serie 8 Gbytes de memoria RAM en dos módulos Hynix H5TC2G83CFR DDR3L PC3-12800 con una frecuencia de trabajo de 1.600 MHz. Apple da la opción de dar el salto a 16 Gbytes de memoria RAM pagando 200 euros más, y será mejor que tengáis muy presente esa opción antes de comprar este MacBook porque hay un factor esencial en la decisión: la memoria está soldada en placa, y no es intercambiable o reemplazable. Una vez toméis la decisión, no podréis cambiar de idea.

El tercer gran protagonista de ese interior es la unidad SSD, o más bien el módulo SSD que en un tamaño casi ridículo proporciona entre 256 y 768 Gbytes de almacenamiento de última generación. Lamentablemente Apple solo da la opción de adquirir la unidad de 768 Gbytes (500 euros adicionales) si elegimos el MacBook Pro con pantalla Retina más caro, ya que en el «básico» ni siquiera dan la opción de ampliar a 512 Gbytes de almacenamiento. Punto negativo para la empresa, que obliga así a los interesados a tener que pagar más por una opción conjunta (mejor CPU+ SSD de mayor capacidad) que quizás no les interesaba tanto como ampliar solo la capacidad de almacenamiento.

Por último, pero no por ello menos importante, tenemos al procesador gráfico, con una GPU NVIDIA GeForce GT 650M (con 1 Gbyte de memoria DDR5 integrada) de la familia Kepler que ofrece una potencia gráfica muy respetable a este equipo y que sirve de complemento perfecto al chipset gráfico Intel HD 4000 que es parte del propio procesador Ivy Bridge. Esta GPU «de apoyo» entra en acción de forma automática cuando se necesita -por ejemplo en juegos o aplicaciones gráficas exigentes- y su rendimiento, aunque no es comparable al de una gráfica discreta para PCs, es más que decente y puede suplir las necesidades de jugones «moderados».

Ese interior está también especialmente cuidado con esa nueva solución de refrigeración de la que tanto han presumido los ingenieros de Apple en el vídeo promocional de este equipo. Los ventiladores incluidos en el equipo hacen uso de un singular diseño asimétrico en la disposición de las aspas, que según Apple permite que el ruido generado por el ventilador sea más uniforme y menos elevado que con un ventilador con aspas tradicionales. Puede que se trate de una mejora sensible, pero mucho nos tememos que Apple le ha dado mayor relevancia -sobre todo por su gran marketing- de la que realmente tiene en el equipo final.

La disposición de elementos en el interior del MacBook Pro con pantalla Retina es todo un ejercicio de miniaturización y orden. Incluso las baterías usan módulos distintos para aprovechar al máximo el espacio.

Lo último que destaca de ese diseño interior, por supuesto, son las baterías, que ocupan la mayor parte del equipo -como sucede en portátiles de última generación- y que en este caso cuentan con una capacidad de nada menos que 95 Wh (frente a los 77,5 Wh de la anterior generación), algo crucial para mantener la autonomía de 7 horas que publicita Apple en sus equipos y que ahora era más difícil de lograr ante ese aumento de potencia y de resolución en su exigente pantalla Retina.

Es en ese interior donde se esconden igualmente los chipsets encargados de ofrecer conectividad 802.11a/b/g/n (a través de un chip Broadcom BCM4331, con borde rojo en la imagen de iFixit) y Bluetooth 4.0 (a través de otro chip Broadcom BCM20702, con borde naranja).

Si queréis obtener más detalles sobre el interior de los nuevos MacBook Pro con pantalla Retina os recomentamos el excelente despiece que como de costumbre han realizado en iFixit, y en el cual nos muestran tanto el resultado final como un detalle de cada uno de los componentes internos de una máquina que nuevamente es una oda a la ingeniería. Apple es sin duda un ejemplo a seguir en este apartado, aunque sus decisiones de diseño tengan una desventaja fundamental (según se mire) que pasamos a comentar a continuación.

El portátil más difícil de ampliar y reparar de la historia

En el recién comentado artículo de iFixit dejan clara una cosa: el MacBook Pro con pantalla Retina es el portátil más difícil de reparar o ampliar de la historia. Muchos son los factores que contribuyen a ello: la batería está pegada (sí, con pegamento) a la carcasa, la memoria está soldada a la placa base, y la unidad SSD dispone de un conector propietario que la hace no solo incompatible con otros módulos para ultrabooks: también es incompatible con sus propios «hermanos», los MacBook Air, que usan este tipo de módulos.

Obviamente, Apple ha tomado esa decisión de forma muy consciente: no quiere que los usuarios metan mano a sus equipos, por el sencillo motivo de que eso haría que su control sobre la plataforma -atentos a la palabra control, pilar de la filosofía Apple- se redujese. En el pasado han hecho amagos de ofrecer cierto control en este apartado en algunos de sus equipos, pero lo cierto es que la capacidad de ampliación de los equipos de Apple ha sido siempre más bien anecdótica.

Eso tiene varias ventajas fundamentales para la empresa de Cupertino. La primera, el citado control sobre el hardware, ya que se aseguran que los usuarios no realizarán «pifias» con sus equipos. Además, se reducen los problemas de soporte que haría tener que lidiar con una teórica lista de hardware certificado para reemplazar partes internas del portátil que ahora solo tiene un miembro: la propia Apple. Por supuesto, la otra ventaja está en el apartado económico: Apple vende los planes AppleCare a un precio nada desdeñable (349 euros en el caso de este equipo), y con él se asegura unos ingresos extra muy, muy jugosos. Si tenemos en cuenta lo importante que es la garantía en un equipo de esta gama -mal asunto si algo se estropea y no estamos cubierto- está claro que Apple ha tomado una vez más una decisión que va muy a favor de sus intereses y muy en contra de los del usuario, porque una vez más le resta opciones.

Porque recordemos (y esta no será la única vez que lo haga): este equipo lleva el apellido «Pro» en su nombre. Uno esperaría ciertas posibilidades avanzadas en este apartado… y en otros.

Puertos de expansión: sorpresas agradables

El diseño exterior del MacBook Pro con pantalla Retina obligaba a ciertas concesiones -ausencia del puerto Ethernet, como ya hemos comentado, la más destacada- pero eso no ha impedido que Apple haya compensado esa ausencia con dos sorpresas muy agradables.

La primera es la presencia por primera vez de puertos USB 3.0, uno a cada lado del equipo, y que se complementan con los dos puertos Thunderbolt del lateral izquierdo. Esa combinación hace que este equipo sea muy expandible a través de todo tipo de dispositivos con este tipo de conectores, que aportan además velocidades de transferencia de vértigo.

En el análisis realizado por la reputada AnandTech se demostró que el puerto USB 3.0 es capaz de lograr tasas de transferencia de 255,6 Mbytes por segundo, mientras que en un MacBook Pro de la anterior generación con puertos USB 2.0 esa tasa era de 28,3 Mbytes por segundo. Prácticamente 10 veces más lenta, lo que deja claro la gran ventaja que supone esta novedad en los nuevos equipos de Apple, que afortunadamente también está presente en los nuevos MacBook Air y MacBook Pro no Retina.

 

 

Resulta complicado averiguar cuál será el futuro de ambas opciones: tanto USB 3.0 como Thunderbolt tienen sus virtudes, pero la propia Intel ya ha comenzado a dar soporte a USB 3.0, y la presencia de dispositivos Thunderbolt es por el momento muy inferior a la de soluciones USB 3.0. Todo ello nos hace pensar en un futuro algo más negro para el estándar de Intel, aunque aún es pronto para saber si ambos estándares tendrán cabida en un segmento en el que normalmente soluciones equivalentes no suelen llevarse bien -el mejor ejemplo lo tenemos en la batalla que mantuvieron los formatos Blu-ray Disc y HD-DVD-.

La otra agradable sorpresa la encontramos en el lateral derecho, donde tenemos en primer lugar la clásica ranura SDXC. En ella, por cierto, sobresalen de nuevo las tarjetas que se insertan, un problema menor pero con el que hay que tener cuidado. En segundo tenemos el otro conector USB 3.0 disponible en el equipo (que aunque no lo hayamos comentado, es totalmente compatible con USB 2.0 y USB 1.0). Y en tercero, pero mucho más relevante por su utilidad, está el conector HDMI de tamaño completo, que nos permitirá conectar el MacBook Pro con pantalla Retina a un monitor, proyector o televisión con este tipo de entrada, para utilizar esa pantalla tanto como principal como para usarla como extensión de nuestro escritorio portátil.

Esta pequeña mejora fue poco destacada en la keynote en la que Apple presentó el equipo, pero es sin duda una opción muy, muy importante que calmará los ánimos de muchos usuarios que demandaban dicho conector desde hace tiempo y que por fin lo tendrán disponible sin más.

En el lateral izquierdo encontramos menos sorpresas. En primer lugar, 2 puertos Thunderbolt, a los que flanquea el citado puerto USB 3.0. A su lado, una salida de auriculares de 3,5 mm que como en anteriores equipos combina una salida analógica con una salida digital S/PDIF, algo que se confirma en las propiedades del hardware del equipo.

El nuevo conector MagSafe 2 con su formato en T…

… y la clara diferencia de formato entre MagSafe 2 (a la izquierda) y su antecesor. 

Pero también encontramos una novedad: el puerto MagSafe 2, la nueva versión de este conector que nos permite cargar la batería del equipo y que adopta un formato sensiblemente distinto a la anterior versión. En primer lugar, es más delgado y alargado -algo a lo que obliga la delgadez extrema de estos MacBook Pro- y en segundo, en lugar del conector en L que teníamos hasta ahora Apple hace uso de un conector en T. No sabemos el razonamiento de esta segunda decisión, pero puede que sea una mejora tras diversos tests de usabilidad.

El pequeño adaptador nos permitirá usar nuestras antiguas fuentes con MagSafe en el MacBook Pro con pantalla Retina.

Un apunte interesante: los conectores USB ya no caben en la ranura MagSafe, algo que evitará que introduzcamos el cable USB donde no debemos -algo muy típico hasta ahora, ya que la forma del conector coincide-. Lamentablemente el nuevo formato hace que las fuentes de alimentación de nuestros antiguos equipos sean intercambiables. A no ser, claro que compremos un pequeño adaptador que Apple vende por 10 euros y que hace que el conector MagSafe pueda utilizarse en la ranura MagSafe 2 de estos nuevos equipos.

Una vez abrimos el MacBook Pro con pantalla Retina nos encontramos con un teclado y un trackpad que apenas tienen diferencias con modelos anteriores. El teclado retroiluminado -dicen que cuando lo pruebas ya no vuelves, y puede que tengan razón- es tan cómodo como de costumbre, mientras que el trackpad tampoco ha sido modificado y funciona de forma excepcional, algo que Apple resolvió desde hace años y que es envidiado en la mayoría de portátiles de la competencia, donde este apartado suele dar algunos disgustos.

En la pantalla nos encontramos con una novedad: ya no tenemos el nombre del equipo en la parte inferior como era costumbre en Apple, precisamente porque la construcción de la misma no parece haber dejado opción a ello. Una lástima, aunque se trate de un detalle menor. En la parte superior de esa pantalla Retina de 15,4 pulgadas disponemos de otro elemento diferenciador de este equipo: la webcam frontal Facetime que es capaz de grabar vídeo a 720p y que es toda una garantía en sesiones de videoconferencia.

Para esas sesiones y para la futura función de dictado de Mountain Lion Apple ha montado un sistema dual de micrófonos, que mejoran la capacidad y calidad de la recepción y servirán para sacarle todo el partido a este tipo de tareas. Y por supuesto, los altavoces del MacBook Pro con pantalla Retina mantienen su disposición y características, ofreciendo una calidad de sonido destacable.

Pantalla Retina: el futuro de los portátiles ya es presente

Es evidente que el mayor atractivo de este equipo es su pantalla Retina, una tecnología que como comentábamos al inicio de este análisis supuso una revolución en dispositivos móviles y que por fin ha dado el salto al mercado de los portátiles. La ejecución en el MacBook Pro es magnífica en su resultado, aunque tenemos algunos peros con la forma en que Apple nos brinda esta opción.

El principal problema es la falta de control que el sistema operativo nos da sobre la resolución de pantalla. Ya no seremos capaces de establecer la resolución deseada con las diversas opciones numéricas (1.024 x 768, 1.440 x 900, etc) sino que en las preferencias de Pantallas aparecerán dos grandes grupos de opciones.

El primer grupo simplemente nos permite seleccionar una resolución «Recomendada para pantalla Retina», que aprovecha efectivamente la resolución de 2.880×1.800 píxeles, aunque lo hace estableciendo por defecto el tamaño del resto de elementos del sistema operativo (iconos, tipografías, ventanas, y otros elementos visuales).

En el segundo grupo de opciones, llamado «Escalado» permitirá que accedamos a cinco configuraciones distintas de resolución, que al ir siendo seleccionadas pasando con el ratón por encima nos ofrece algo más de información, indicando que cada una «se parece» a lo que sería una resolución equivalente de x por y píxeles. Esas cinco resoluciones son las siguientes:

  • Resolución 1: «Texto más grande», «Parece 1024×640»
  • Resolución 2: (Sin nombre), «Parece 1280×800»
  • Resolución 3: «Mejor (Retina)», no indica resolución equivalente
  • Resolución 4: (Sin nombre), «Parece 1680×1050»
  • Resolución 5: «Más espacio», «Parece1920x1200»

Como podéis comprobar, es curioso que no se nos ofrezca el salto a la resolución total, 2.880 x 1.800 píxeles. Sospechamos que es porque en realidad esa es la resolución aplicada en el modo Retina, que por cierto, también escala los elementos sin preguntar.

Es esa limitación la que más molesta al usuario experimentado: puede que esa preselección de modos sea adecuada para usuarios noveles, pero el usuario habituado al manejo de sistemas operativos echará demasiado de menos esa posibilidad de seleccionar la resolución de trabajo.

No obstante, al final todo se reduce a lo mismo: con el modo Retina activado simplemente todo nos aparecerá más grande y con una definición increíble, pero si abrimos un navegador veremos que todo se muestra -al menos, según mi opinión- demasiado grande. El paso siguiente es obligado en mi caso: alejar el zoom para ver todo mucho más pequeño en el navegador. La ventaja, claro está, es que con la definición que proporciona esa pantalla Retina, todos los textos son perfectamente legibles incluso alejando el zoom bastante.

El resultado es básicamente idéntico si elegimos la máxima de las resoluciones escaladas, solo que en este caso no tendremos que realizar zoom en el navegador: las aplicaciones estarán escaladas por defecto, luego Safari o Chrome, por poner un ejemplo, se mostrarán con un tamaño muy similar al que hubiéramos deseado tener de forma directa en resolución nativa.

Al final se trata de una cuestión de preferencias, pero en mi opinión Apple se ha equivocado con esta decisión de diseño. Recordemos (y es la segunda vez que hago mención a esto) que este equipo lleva el apellido «Pro». Es muy poco probable que una persona con poca experiencia esté dispuesta a gastar más de 2.000 euros en este equipo, porque no necesitará tal potencia o capacidades por lo general. Quienes se compran este equipo lo hacen porque esperan de él capacidades y opciones profesionales. Esto se cumple a menudo, pero como hemos visto, no siempre.

Salvando este innecesario problema creado por Apple, lo cierto es que la pantalla Retina simplemente marca la diferencia, como podemos comprobar en la comparativa que publicamos ayer . Trabajar en uno u otro modo da el mismo resultado: la definición de todos los elementos visuales es asombrosa, y la claridad y potencia de la pantalla se muestra en todos los apartados. Desde la navegación web, donde las tipografías demuestran todo su poder, hasta la edición de imágenes o vídeo: tener una ventana de 1.920×1.080 a tamaño completo y que solo ocupe apenas la tercera parte de la resolución total del escritorio en aplicaciones como iMovie o Final Cut Pro es asombroso. Tanto es así que uno se da cuenta -una vez más- de que este es el siguiente paso natural de los escritorios portátiles y de sobremesa tanto en Apple como en el mundo del PC con Linux o Windows. Evidentemente, aquí los que tienen trabajo son los fabricantes de pantallas de sobremesa y pantallas para portátiles, algo en lo que algunas empresas como Sharp ya están trabajando.

Y no obstante, la tecnología Retina display muestra un grave inconveniente. Pasemos a detallarlo.

El mundo no está preparado (aún) para la pantalla Retina…

Así es: Apple ha logrado crear un portátil con una resolución prodigiosa, pero lo ha hecho a sabiendas de que dicha resolución no está soportada en la mayor parte de los escenarios en los que nos movemos a diario. Es ese soporte de la pantalla Retina por parte de las aplicaciones el que precisamente es preocupante a día de hoy.

El equipo que hemos analizado -MacBook Pro con Retina Display con 256 Gbytes de SSD y procesador a 2,3 GHz- deja claro este problema: en la imagen superior podéis ver el problema al navegar con Chrome Canary -la última edición, que sí soporta Retina- y Firefox 13, que aún no lo soporta. El texto y las imágenes aparecen claramente peor en Firefox, y este efecto no es exclusivo de Firefox, por supuesto.

Lo cierto es que prácticamente todas las aplicaciones no Apple (y algunas Apple) están afectadas por ese problema, y su aspecto en el MacBook Pro con pantalla Retina será bastante pobre. Se puede trabajar con ellas, desde luego, pero es bastante contradictorio invertir tanto dinero en un equipo con tanta capacidad para que las aplicaciones no estén preparadas para esa capacidad.

¿Notáis la diferencia entre iconos nativos como el de TextEdit (con el texto perfectamente legible, impresionante) y un icono no nativo como el de la aplicación ShareMouse?

Obviamente Apple ha paliado el problema con su conjunto de apliaciones nativas: Safari, la suite iLife y el resto de componentes nativos de OS X Lion -la versión que por ahora se preinstala, aunque la actualización a OS X Mountain Lion es gratuita para los nuevos equipos de Apple con este problema- están preparados para soportar las resoluciones disponibles en la pantalla Retina. Pero eso no es suficiente.

El problema ya no es de Apple, sino de los desarrolladores, que tendrán que adaptar sus aplicaciones para que éstas estén preparadas para aprovechar la gran definición de los MacBook Pro con pantalla Retina, un trabajo probablemente laborioso que en algunos casos se solucionará más rápido que en otros. Es el ejemplo de Google Chrome, que en su versión Canary ya da soporte a estas resoluciones.

Queda saber cuánto tardaremos en ver este problema minimizado: puede que algunos desarrolladores simplemente se conformen con el aspecto visual de sus aplicaciones en pantallas Retina, pero es evidente que la mayoría de ellos tendrán que ofrecer ese soporte, o de lo contrario surgirán alternativas que sí lo hagan y que desplacen a las que no dan soporte.

Será interesante ver cómo evoluciona ese soporte, y solo esperamos que Apple ejerza sus mecanismos de presión, o de lo contrario muchos usuarios se sentirán defraudados por las posibilidades de unos equipos a los que no serán capaces de sacarle el jugo. Y no será culpa de ellos… ni de Apple, que nuevamente se ha adelantado a su época. Tenemos la impresión de que dicho problema dejará de ser preocupante más pronto que tarde, porque exactamente lo mismo ha ocurrido en el iPad tras la aparición de su tercera generación con pantalla Retina, y las quejas han ido minimizándose drásticamente en poco tiempo.

Pero hay otra reflexión adicional.

… e Internet tampoco

Así es: el problema del MacBook con pantalla Retina no se centra solo en las aplicaciones, que aparecerán con textos y elementos visuales borrosos «ensuciando» ese espléndido escritorio, sino con la propia red de redes, que tampoco está preparada en muchos casos para sacar partido de estas resoluciones.

Lo hemos comprobado en numerosos sitios web: mientras que las tipografías en Safari o Chrome Canary mostraban toda su belleza y potencial si estaban bien definidas, los elementos gráficos tenían un comportamiento distinto. Los logos de la inmensa mayoría de medios -y nos incluimos- demuestrán estar concebidos para resoluciones clásicas, pero al mostrarlas en definiciones superiores pierden su fuerza.

Eso obligará a un cambio radical y muy significativo en el diseño web: los responsables de todos estos medios tendrán que comenzar a hacer uso de imágenes mucho mejores, más definidas y de mayor tamaño, para incrustar en sus sitios web y que estos mantengan el tipo ante el examen de estos exigentes inspectores que son las pantallas Retina.

Y eso tendrá una consecuencia fundamental: el tráfico de datos y el peso de las páginas web crecerá de forma dramática. El debate no es nuevo y de hecho ya hay soluciones planteadas que pasan por aprovechar el formato SVG o las llamadas media queries que se están haciendo cada vez más populares entre los adeptos al llamado Diseño Adaptable o Responsive Design en la web. Ambas propuestas podrían tener una evolución muy relevante en el futuro, así que estaremos atentos: lo que es evidente es que la web cambiará de forma gradual -pero segura- para adaptarse a ese futuro en el que la definición de las pantallas exigirá mucho más a esos diseños web.

El MacBook Pro con pantalla Retina, a prueba

Como complemento a esa descripción y comentario sobre las distintas características del equipo es también necesario comprobar el rendimiento del equipo. Las pruebas sintéticas que hemos realizado nos han permitido comparar su capacidad frente a un MacBook Air (Late 2010) frente al cual obviamente ofrece una diferencia de potencia más que notable

Pruebas con Geekbench en modo 32 y 64 bits

Pruebas Xbench

Rendimiento del SSD en el MacBook Air

 

Rendimiento del SSD en el MacBook Pro

 

Los resultados de estas pruebas sintéticas dejan clara la diferencia de rendimiento, y podemos contrastar esos datos con los de análisis como los realizados por The Verge, en los que los resultados eran muy similares, aunque comparando el rendimiento del modelo base con pantalla Retina con el modelo con el procesador a 2,6 GHz. Los resultados en 32 bits en Geekbench eran de 11.965 del 2,6 GHz por 11.049 del 2,3 GHz, mientras que en 64 bits el resultado era de 13.014 en el modelo de 2,6 GHz por 11.969 en el modelo de 2,3 GHz. Como veis, los resultados para el modelo de 2,3 GHz coincidente con el que hemos analizado son prácticamente idénticos.

Pruebas como Cinebench R11.5 dejan claro que las máquinas de sobremesa siguen teniendo sentido en entornos especialmente exigentes en tareas de computación.

También ejecutamos el test Cinebench R11.5, que ejecuta una serie de tareas exigentes de renderizado 3D en tiempo real para comprobar al eficiencia del equipo. Obviamente en estas pruebas tan drásticas el procesador y la gráfica del MacBook Pro con Retina Display mostraron sus flaquezas: aún con rendimientos aceptables: (ver imagen, 13’28 fps en el test OpenGL y 2,47 pts en el test de la CPU), comparar el rendimiento del MacBook Pro con un equipo de sobremesa de gama alta es peligroso: un Intel Core i7 920 en conjunción con una GeForce GTX 280 darían como resultado 31,69 fps en OpenGL y 5,48 pts en el test de la CPU). Puede que el MacBook sea una máquina potente para el mercado portátil, pero la ventaja de la potencia masiva de los procesadores y gráficas de sobremesa es evidente.

La exigencia de la prueba Cinebench no debe desanimar a los jugones: el MacBook Pro con pantalla Retina es un portátil muy capaz en este terreno, tal y como han demostrado las pruebas que han realizado otros medios con juegos como Diablo III, que a máxima resolución -todo un lujo jugar a 2.880 x 1.800 píxeles- ofrecía entre 15 y 20 FPS. Si optamos por resoluciones más reducidas, como la nada desdeñable 1.680 x 1.050, llegaremos a tasas de 30 FPS, y lo mismo ocurrirá con juegos similares. Puede que títulos algo más exigentes pongan a prueba la capacidad de la GT 650M de NVIDIA, pero en general nos encontramos ante una configuración solvente si no sois gamers avanzados. En ese caso, desde luego, puede que este no sea el portátil ideal.

Las pruebas de rendimiento de la unidad SSD son especialmente abrumadoras, con unas tasas de transferencia tanto en lectura como en escritura que triplican lo logrado en el MacBook Air, cuyos datos no son en absoluto malos. En AnandTech indicaron ya hace tiempo que las unidades pueden estar basadas en los chips Samsung PM830 con interfaz SATA 6 Gbps que se presentaron en octubre del año pasado, y dada la nomenclatura de los módulos y el rendimiento de estas unidades puede que den en el clavo. Sea como fuere, las velocidades de lectura y escritura son sencillamente fantásticas, y pocos portátiles podrán competir de serie con estos componentes a corto plazo.

Evidentemente las pruebas sintéticas son solo un mero punto de referencia para observar el rendimiento del equipo, y lo ideal es comprobar el flujo de trabajo en tareas mucho más cotidianas como la ejecución de una sesión de trabajo «convencional» con varias sesiones de navegación y la reproducción de contenidos multimedia, o una sesión de trabajo algo más exigente con algún editor de vídeo y varios procesos y aplicaciones corriendo en paralelo. Aunque aún tenemos que confirmar los datos preliminares -hemos querido mostraros nuestras impresiones cuanto antes- lo cierto es que es complicado encontrarle un pero al rendimiento del MacBook con pantalla Retina: su solvencia está justificada por sus componentes e incluso con grandes cargas de trabajo su temperatura se mantuvo en márgenes más que aceptables, y el ruido del ventilador fue imperceptible en todo momento.

En cuanto a la batería, seguimos trabajando en nuestro Laboratorio para completar las pruebas en este y el resto de los apartados, pero podemos adelantaros que la cifra de 7 horas con la que trabaja Apple está como de costumbra bastante cerca de la realidad. Obviamente esa cifra es muy relativa y depende de las tareas en ejecución en cada momento, pero nuestro uso continuado del equipo con un brillo del 60% en sesiones en las que teníamos navegadores abiertos con varias pestañas, vídeos y música reproduciéndose de forma esporádica y la ejecución de algúna herramienta más la duración se situó entre 6 y 7 horas durante las pruebas. Puede que la reproducción masiva de películas 1080p reduzca sensiblemente esa autonomía -quizás a las 4 horas y media o 5, pero aún así estamos hablando de una autonomía más que notable que se debe a esa capacidad de 95 Wh de la batería de los nuevos MacBook Pro con pantalla Retina.

El precio y la injusta paridad euro dólar de Apple

No quedan muchas dudas respecto al prodigioso MacBook Pro con pantalla Retina, un equipo que da un salto cualtitativo absolutamente dramático en la evolución de los portátiles y cuyo diseño, componentes y prestaciones superan probablemente a todos los equipos actuales de su segmento. Al menos, en conjunto. El problema de estas maravillosas prestaciones es el precio que deberemos pagar por ellas.

No todo el mundo tiene 2.279 € para invertir en un equipo portátil, sobre todo en los tiempos que corren, pero es que estamos hablando además de la configuración básica. Si nos vamos al tope de gama, las cosas se ponen interesantes. El MacBook Pro con pantalla Retina con 16 Gbytes de memoria, 768 Gbytes de capacidad y procesador a 2,7 GHz y además lo aseguramos con el AppleCare Protection Plan, tendremos que pagar un precio de 4.197,99 €, IVA incluido. Absolutamente astronómico.

El problema no está solo en ese alto precio: el problema está en la diferencia que de nuevo impone Apple entre los usuarios estadounidenses y los usuarios europeos, a los que el «impuesto revolucionario de Apple» volverá a castigar. En EE.UU. el precio del modelo base es de 2.199 dólares, que al cambio actual son 1.740 €. La diferencia es evidente, pero incluso teniendo en cuenta las tasas finales típicas de ese país, el coste final no debería llegar a los 1.900 €. Eso supone una diferencia inexplicable de unos 400 € con el precio en Europa. Al menos, a nuestro entender: hemos tratado de contactar con Apple para aclarar esta duda, pero sus responsables no han respondido a nuestras preguntas. Un detalle más: en la tienda Apple Store en Hong Kong el precio del modelo base es de 16.888 dólares de Hong Kong, lo que indica que, al cambio, esos usuarios pagarán 1.722,33 € por sus portátiles. Menos aún que en Estados Unidos.

Para añadir más leña al fuego, nos encontramos con que ese «impuesto revolucionario de Apple» no solo afecta al precio de venta: como señalanan recientemente en ComputerWorld, el coste de sustituir la batería -en caso de que lo necesitemos en algún momento- de este equipo es de 199 dólares en Estados Unidos. Algunos justificarán que se trata de una batería con una capacidad de 95 Wh, mientras que la del Air es de 50 Wh. Pero es que la batería de los MacBook Pro clásicos -y también renovados- tiene esa misma capacidad. ¿Cuánto cuesta reemplazarla? 129 dólares. Un nuevo dato a tener en cuenta.

Lamentablemente, tenemos muy claro que Apple no modificará esta filosofía: el «mito urbano» del sobreprecio de equipos Apple vuelve en este caso a hacerse realidad con un equipo que ya es caro en Estados Unidos, pero cuyo coste en nuestro país y el resto de Europa es especialmente injusto. La empresa de Cupertino lo tiene claro: la exclusividad tiene un precio, y el MacBook Pro con pantalla Retina es, hoy por hoy, un portátil exclusivo.

Así pues, vemos el coste del MacBook Air desproporcionado en nuestro país. La situación económica no ayuda, desde luego, pero si esa injusta «paridad Apple» no se aplicase como suele hacerlo y se aplicase ese teórico precio equivalente con una rebaja de entre 300 y 400 euros contaríamos con una situación muchísimo más favorable.

Competencia dentro y fuera

La presentación del MacBook Pro con pantalla Retina estuvo acompañada de la renovación de la gama de portátiles de Apple: tanto los MacBook Air como los MacBook Pro clásicos también tuvieron sus minutos de gloria. De hecho, los MacBook Pro no-Retina interesantes por abaratar el coste de sus hermanos mayores si sacrificamos la atractiva tecnología Retina display y no nos importa el mayor peso y dimensiones.

Los MacBook Air están en otra división, pero no debemos olvidar que la integración de los nuevos Ivy Bridge y las nuevas unidades SSD es igualmente importante para unos equipos que han madurado realmente bien con el tiempo: no disponen de pantallas Retina -aún- y no cuentan con procesadores tan potentes, pero su coste es mucho más competitivo y su peso y dimensiones son fantásticas entre usuarios que valoran la movilidad.

Si miramos fuera del catálogo de Apple, nos encontramos con varias alternativas que pueden ser válidas para muchos usuarios. De todas ellas destacaríamos quizá la de los nuevos Samsung Series 9 de 15 pulgadas y la de los HP Envy 15: no se trata de ultrabooks, sino de equipos que cuentan con pantallas destacables -que no comparables a Retina- y una potencia de proceso y precio muy interesantes. Puede que como decimos en conjunto no puedan competir aún de tú a tú con el MacBook Pro con pantallas Retina, pero el factor del precio puede ser decisivo.

Sobre todo cuando auguramos muchos cambios en la gama Apple de aquí en adelante. La llegada por fin de pantallas Retina a estos modelos hará que Apple las implante en el resto de integrantes de la familia, y lo haga probablemente en un plazo de un año.

Teniendo en cuenta que Intel también renovará sus microprocesadores en ese plazo -Haswell promete mejoras dramáticas que le vendrán muy bien tanto a portátiles como ultrabooks, de modo que si no tenéis demasiada prisa, puede que la conjunción de Haswell y las pantallas Retina tengan otro efecto colateral: la «democratización» de los precios de portátiles con pantallas Retina, que difuminarán aún más la diferencia de coste entre los MacBook Air y los MacBook Pro. Será entonces cuando probablemente vamos como los MacBook Pro clásicos probablemente desaparezcan del mapa, desplazados totalmente por unos modelos que son su relevo natural.

 Conclusiones

Hablábamos en el comienzo de este artículo de esa capacidad y ese talante de Apple a la hora de innovar. Pocas empresas actuales pueden competir en ese aspecto, y Apple ha demostrado una vez más cómo marcar tendencias. El iPhone, la App Store y el iPad han sido soluciones que han cambiado el curso de la tecnología y han sentado un precedente que el resto de los grandes de este segmento se han apresurado a seguir. Pues bien: la pantalla Retina sentará otro de esos precedentes, que esperamos pronto sea una realidad en otros equipos de otros fabricantes, lo que ayudará a mantener la competitividad una vez más.

Lo que está claro es que el MacBook Pro con pantalla Retina no es para todo el mundo: su elevado precio condicionará su popularidad, pero aún así su relevancia seguirá intacta. La situación nos recuerda a la que vivió el primer MacBook Air allá por el año 2008. En aquel momento ese equipo, que sorprendió por su impresionante diseño, estaba totalmente descompensado por la relación precio/prestaciones. Su éxito fue limitado entonces, pero como todos sabemos la historia cambió tras el refresco que Apple dio a esa línea tanto a finales de 2010 como a mediados de 2011. Desde entonces el MacBook Air se ha convertido en un equipo casi sin competencia a estas alturas, y puede que el MacBook Pro con pantalla Retina sea un caso similar.

Sea como fuere, el MacBook Pro con pantalla Retina es un equipo que marcará un antes y un después en la historia de los portátiles. Y eso bien merece una sincera enhorabuena a los ingenieros de Apple, que una vez más han dado un paso al frente para sorprendernos con un producto prodigioso en su ejecución. Lástima de precio. Sobre todo en nuestro país.

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