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¡No tires tus discos duros! Aprovéchalos para almacenamiento externo

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SSD se está imponiendo en almacenamiento de consumo y no hay marcha atrás para nuestros queridos discos duros. Ello no quiere decir que no los podamos aprovechar todavía, por ejemplo, para crear nuestras propias soluciones de almacenamiento externo.

No sé tú. Yo no tengo ya ningún disco duro interno instalado en una transición que he ido comentando por aquí, desde reemplazar el modelo del portátil, montar la primera SSD en el sobremesa utilizando también los discos duros, para finalmente prescindir totalmente de ellos. Las actualizaciones han sido graduales (como todo hijo de vecino cuando el presupuesto lo ha permitido) y el próximo paso será reemplazar las SSD SATA actuales a la nueva generación de PCIe, tan espectaculares como las últimas SSD 970 PRO y EVO de Samsung que veíamos esta semana.

Por supuesto, cada usuario tiene sus necesidades y muchos usuarios no pueden prescindir de sus discos duros todavía. Si un SSD de 256 Gbytes para instalar en un portátil tiene un coste asequible, montar SSD a niveles de 2, 3 o 4 Tbytes en un sobremesa todavía es bastante caro. La recomendación aquí es clara, instalar una SSD como unidad principal para el sistema y aplicaciones principales y mantener los discos duros como secundarios para juegos y almacenamiento masivo.

Almacenamiento externo para aprovechar los discos duros

Si has pasado a SSD y te gusta trastear montándote tus propios equipos, es probable que hayas acumulado unos cuantos discos duros, que por supuesto se pueden aprovechar. Un destino claro (y muy recomendable) es un NAS, que además de servirte como servidor de almacenamiento no te obligará a instalar tanta capacidad en los equipos.

Otro es su montaje para almacenamiento externo al que podemos dar múltiples usos. Aunque la industria ofrece una gran oferta de soluciones de este tipo, incluyendo formatos pendrive o los basados en tarjetas de memoria SD, utilizar nuestros viejos discos duros para ello es una manera sencilla y económica de aprovecharlos. Lo vimos hace tiempo y es tan simple como adquirir un adaptador que convierta las unidades internas en externas.

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Sin embargo, conviene tener en cuenta una serie de características de las mismas unidades, interfaces y soportes. Las repasamos como guía de uso:

Tamaño e Interfaz de los discos duros

Dando por hecho que el estado de los discos duros es bueno porque funcionaban correctamente cuando fueron desmontados, la primera consideración es conocer el tamaño (factor de forma) y la interfaz de los discos duros que tenemos.

Lo más normal es que tengamos discos duros con tamaño estándar de 3,5 y 2,5 pulgadas. Los primeros son usados generalmente en PCs de sobremesa mientras que los de 2,5 pulgadas son usuales de ordenadores portátiles.

En ambos casos podemos aprovecharlos para crear unidades externas aunque en los destinados a portátiles tendremos que asegurarnos de su grosor para comprar el adaptador, teniendo en cuenta que podremos encontrar de 12,5, 9 y 7 mm. Estos últimos serán los más adecuados si queremos utilizar la unidad externa en movilidad por su menor tamaño y peso, mientras que los primeros seguramente nos ofrecerán una mayor capacidad de almacenamiento.

En cuanto a la interfaz (conexiones internas a la placa base), podremos encontrarnos con los más antiguos PATA (también conocidos como IDE) que dominaron el mercado desde los 80 hasta comienzos de siglo, o los más modernos SATA que fueron introducidos a partir de 2003. Si tenemos que elegir obviamente lo haríamos por los SATA que nos ofrecerán un mayor rendimiento.

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Interfaz Externa

A la hora de comprar el adaptador también debemos tener en cuenta la interfaz que vamos a usar para su conexión. sea USB, FireWire, eSATA e incluso Thunderbolt.

eSATA es muy, muy rápida porque conecta directamente a la interfaz SATA del equipo. El problema es que no está disponible en muchos ordenadores. Lo mismo podemos decir de Thunderbolt, además que hay poc oferta. En el caso de FireWire, seguramente será la opción si vamos a utilizar nuestra unidad externa preferentemente con equipos Apple.

La elección natural para la mayor parte de usuarios será optar por el puerto USB que ofrece la mayor compatibilidad de todos los formatos y un rendimiento razonable si utilizamos versiones a partir de USB 3.0. También las encontraremos con salida USB 2.0, aún más compatible pero bastante más lenta.

En cuanto al conector, podremos encontrar adaptadores con el tamaño estándar, micro o una combinación de ambos.

Oferta de adaptadores

La oferta es muy amplia y con precios para todos los presupuestos, porque hay soluciones por debajo de los 10 euros.

Lo más simple de todo es un solo cable que conecte la interfaz (y alimentación) de un disco duro a un puerto externo de un sobremesa o portátil. Es un poco “chapuza” a la hora de transportarlo por lo que solo lo utilizaríamos en un escritorio.

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Lo siguiente que podemos utilizar es una base de conexión (dock) en los que pincharíamos los discos duros. Generalmente ofrecen varias bahías para discos de 2,5 o 3,5 pulgadas. Su instalación es sencillísima y sin necesidad de herramientas. También está enfocado a uso en un escritorio fijo, aunque como el anterior se puede transportar.

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El tercer formato a emplear sería un chasis cerrado en el que introduciríamos nuestro disco duro. Simplemente es cuestión de retirar unos tornillos porque la circuitería ya está incluida en su interior. Hay oferta para discos de 3,5 pulgadas y también para los de 2,5 pulgadas, que son la mejor solución si queremos usarlo como disco duro portátil que vayamos a mover fuera del escritorio.

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Como habrás visto, varias soluciones para aprovechar esos viejos discos duros que tenemos abandonados por casa y a los que podremos darle muchas utilidades. Como simple unidad de almacenamiento de archivos externo; para copias de seguridad del PC; para uso con consolas o smartphones, o en soluciones más avanzadas para NAS, como medio para instalación de sistemas o utilidades o como media center para contenido multimedia.

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