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James Webb: pasado, presente y futuro
Han pasado muchos años desde que el proyecto del James Webb, el telescopio espacial llamado originalmente a sustituir al veterano y querido Hubble, pero con el que finalmente compartirá periplo espacial durante un tiempo, diera sus primeros pasos. Recordemos que el proyecto se inició a finales del siglo pasado, que su presupuesto inicial era de 500 millones de dólares y que su lanzamiento estaba previsto para 2007. Finalmente su lanzamiento se produjo el pasado 24 de diciembre y el presupuesto del proyecto escaló hasta los 9.800 millones de dólares.
Cuestionado en más de una ocasión por los retrasos y por el incremento de su precio final, el James Webb pasó por épocas complicadas, en las que la cancelación del proyecto llegó a ser puesta sobre la mesa por algunos políticos. Afortunadamente, la NASA, con el apoyo de otras agencias espaciales y demás participantes en el proyecto no dieron su brazo a torcer y, gracias a ellos, a su resistencia frente a dichas presiones, el mayor y más impresionante telescopio espacial ha sido una realidad.
Recordemos que, tras su lanzamiento, el James Webb inició un viaje de nada menos que 1.500.000 kilómetros, con el punto lagrangiano L2, como destino. Recordemos que esta ubicación tiene una razón de ser muy concreta, y es que en dicha posición las fuerzas gravitacionales de la Tierra y del Sol, en conjunción con la fuerza centrífuga propia del James Webb, encuentran el equilibrio adecuado, proporcionando estabilidad al telescopio en dicha posición.
Este viaje llevó alrededor de un mes y transcurrió sin incidentes, de modo que a finales de enero el James Webb llegaba a su nuevo hogar. Pero esto era solo el principio, hasta ese momento el telescopio solo había ejercido el rol de viajero, llegaba el momento de empezar a desplegar y calibrar sus espejos y sistemas. Una fase que, ya era sabido, se tomaría varios meses, pues debía ser llevada a cabo con todo el cuidado y la máxima precisión. Precipitarse y cometer un error, en un objeto que se encuentra a un millón y medio de kilómetros de nuestro planeta tiene mala solución.
Así, durante estos meses, hemos ido viendo como se cumplían las fases de la puesta en funcionamiento y el despliegue del James Webb, celebrando cada vez que se completaba una como un hito. Y en este aspecto, aún llevando toda una vida dedicada dedicada a la tecnología, me siguen fascinando los hitos que se producen cuando ciencia, ingeniería y tecnología trabajan de la mano. La primeras imágenes que nos ha ido mostrando el James Webb, aún siendo simplemente pruebas del proceso de calibración, que determinaron un funcionamiento perfecto, son sencillamente increíbles.
Todavía tardaremos unos días en ver empezar a ver su fruto, pero la buena noticia es que todas las labores previas han concluido y, en consecuencia, el James Webb ya está plenamente operativo y poniendo en funcionamiento sus instrumentos. Y esto es mejor noticia aún si tenemos en cuenta el impacto que sufrió hace algunas semanas, y que obligó a realizar varios ajustes para volver a garantizar la fiabilidad de las imágenes capturadas por el telescopio. Un buen susto que, no obstante, afortunadamente ha quedado en eso, en un susto.
El futuro del James Webb
Más de un cuarto de siglo nos separa, como ya contaba al principio de este artículo, de los primeros pasos para la puesta en órbita del James Webb, periodo en el que por una parte se ha enfrentado a problemas, pero también ha ido evolucionando en su diseño hasta convertirse en la obra maestra de la ingeniería que ya nos ofrece una vista inaudita del Universo. Un cuarto de siglo que no ha sido más que el prólogo de un libro que empieza a escribirse estos días.
La NASA tiene previsto publicar las primeras imágenes tomadas por el telescopio espacial James Webb el 12 de julio de 2022, y dado que parece que todo ha ido bien, incluso los ajustes tras la colisión, no tenemos razones para esperar cambios en este sentido. Poco más de dos semanas, pues, para que la comunidad científica empiece a nutrirse de todos los datos proporcionados por el telescopio, y también para que el resto de mortales podamos disfrutar de las increíbles vistas desde Lagrange L2.
Aunque los planes iniciales apuntaban a diez años de vida, la NASA ha informado recientemente de que el James Webb acumula en este momento bastante más combustible del previsto, lo que se traduce en que, al igual que en el caso del Hubble o del helicóptero Curiosity, su vida podría prolongarse bastante más, permitiendo de este modo una mayor amortización de la importante inversión realizada para ponerlo en funcionamiento.
Y en cuanto a su ritmo de trabajo, podemos decir que el James Webb estará operativo y trabajando 24/7. Cuando se produjo el lanzamiento del Hubble, se realizó una lista de tareas hasta completar todo el tiempo disponible. Sin embargo, se tardó poco en comprobar que había muchas circunstancias que podían retrasar los proyectos relacionados, algo que se tradujo en que el telescopio tuviera periodos de inactividad. Para evitarlo, la agenda del James Webb tiene overbooking desde el primer momento, de modo que si una tarea programada no se puede llevar a cabo, el telescopio tendrá otras tantas pendientes, y siempre permanecerá activo.
«Instruments Commissioning and Modes Check Out», puesta en marcha de los instrumentos y comprobación de los modos, es el estado actual del James Webb según podemos ver en la página web dedicada al estado actual del telescopio, y esta es la página web en la que se publicarán las primeras imágenes, el próximo 12 de julio. Y no sé tú, pero yo lo espero muerto de ganas.
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