El uso excesivo de smartphones está haciendo que desarrollemos un cuerno

Los smartphones nos han hecho la vida más fácil, de eso no hay duda, aunque siendo sinceros deberíamos reconocer que también han cambiado, para bien o para mal, nuestro estilo de vida.

Desde que empezaron a llegar al mercado su evolución ha sido tan grande que han pasado de ser una rareza para convertirse en algo «imprescindible» y no, no solo por el tema de la adicción que llegan a sufrir algunos usuarios, sino también porque en el fondo los utilizamos para casi todo.

Gracias a los smartphones podemos estar siempre conectados a Internet, podemos comprar desde cualquier lugar, comunicarnos con nuestros compañeros de trabajo y con nuestros familiares, disfrutar de nuestros libros, juegos y contenidos multimedia favoritos y también inmortalizar momentos únicos en fotos o en vídeos.

Sus posibilidades son, hoy, casi infinitas, una realidad que explica por si sola, y a la perfección, por qué decimos que los smartphones han cambiado nuestra vida, ¿pero sabías que también están cambiando nuestro cuerpo? Un estudio realizado por expertos de la Universidad de la Costa del Sol (Queensland, Australia) confirma que a algunas personas les está empezando a crecer un cuerno en la base del cráneo.

Como podemos ver en la imagen la masa ósea es tan grande que deja de ser una simple protuberancia y puede ser considerada directamente como un cuerno. David Shakar, uno de los responsables del estudio, ha explicado que en la población adulta su longitud es de apenas unos milímetros, pero que en los más jóvenes puede llegar a superar los 30 milímetros (tres centímetros).

Cuello de texto: las consecuencias de abusar de los smartphones

Seamos sinceros, todos hemos tenido momentos en los que hemos estado pegados al smartphone durante horas. Es perfectamente comprensible, pero el problema es que esto se ha convertido para muchas personas en la regla habitual, es decir, en lo normal.

Pasar todos los días pegado al smartphone, mirando la pantalla continuamente y dejando caer la cabeza a posiciones que no son nada buenas es lo que, en resumen, está produciendo el desarrollo de ese cuerno en la base del cráneo, un fenómeno que los expertos han bautizado como «cuello de texto». Sí, el nombre le va como anillo al dedo.

Este fenómeno presenta similitudes con el conocido como síndrome de túnel carpiano, un trastorno que tiene su origen, en la mayoría de los casos, en la realización de movimientos repetitivos, continuados y sostenidos durante largos periodos de tiempo, y afecta en mayor medida a la población más joven porque están expuestos al uso excesivo de smartphones desde una edad más temprana que los adultos de mayor edad.

No es difícil de entender, tener más no implica haber estado expuesto más tiempo a un smartphone, de hecho lo normal es que ocurra todo lo contrario, ya que los usuarios más jóvenes son, en general, los que más horas pasan pegados al móvil.

Bien, ¿y por qué surge exactamente este «cuerno»? La cabeza humana tiene un peso aproximado de 6 kilogramos (de media), cuando hacemos el movimiento de bajarla para mirar el smartphone estamos haciendo un esfuerzo que afecta a la musculatura del cuello. Si mantenemos estos movimientos el organismo reacciona reforzando la zona tanto a nivel muscular como a nivel óseo, y una de las consecuencias es ese «cuerno» de hueso en la base del cráneo.

Todo es una cuestión de corrección postural, así que si es un problema muy fácil de resolver, basta con que levantes el smartphone y lo coloques a la altura de tus ojos para evitar ese movimiento de bajar la cabeza al que hemos hecho referencia.

Antes de terminar es necesario aportar otro punto de vista, y es que algunas fuentes aseguran que el estudio se ha interpretado de forma errónea y que en realidad ese «cuerno» no es algo nuevo, ni tampoco es consecuencia directa y exclusiva del uso continuado de smartphones, sino que se ha producido por la evolución que ha vivido nuestro cuerpo con el paso de los años y del efecto que han tenido otras acciones que llevamos realizando desde hace siglos que también nos llevan a bajar la cabeza de forma prolongada, como leer un libro o cocinar.