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PS5 y Xbox Series X pondrán un clavo en el ataúd de los discos duros: ¿será posible jugar sin un SSD?

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PS5 Xbox discos duros

Hemos hablado mucho de lo que supondrá la llegada de PS5 y Xbox Series X para el hardware en PC y sobre su impacto en los requisitos mínimos de los juegos. Ya vimos qué procesadores podrían quedar obsoletos, cuánta memoria RAM y VRAM necesitaremos para superar la transición que marcarán, y también qué tarjetas gráficas dejarán de estar a la altura, ¿pero qué va a ocurrir con los discos duros cuando lleguen PS5 y XBox series X?

Esa es, sin duda, una de las preguntas más importantes que tenemos pendiente, y hoy vamos a darle respuesta. Antes de entrar en materia debemos entender qué tipo de unidad de almacenamiento van a utilizar ambas consolas, qué rendimiento serán capaces de ofrecer y qué diferencias clave existen entre un SSD equivalente al de PS5 y Xbox Series X y los discos duros actuales. Solo con esa información sobre la mesa podremos interpretar correctamente la respuesta a dicha pregunta.

Ambas consolas van a utilizar un SSD de alto rendimiento, lo que nos lleva a hablar de unidades PCIE que utilizan el protocolo NVME. Las velocidades medias de lectura y escritura que alcanzan este tipo de unidades son de unos 2.000 MB/s y 1.000 MB/s, aunque los modelos más potentes (y caros) rondan los 3.500 MB/s y 2.500 MB/s, respectivamente. Si miramos a las que aprovechan el estándar PCIE Gen 4 esos valores se disparan a casi 5.000 MB/s y 4.250 MB/s.

Por las informaciones que he podido ir viendo, y también por los costes que tiene asociados cada tipo de unidad, estoy convencido de que tanto Sony como Microsoft optarán por utilizar unidades SSD económicas, lo que nos lleva a esa franja de 2.000 MB/s en lectura secuencial y 1.000 MB/s en escritura secuencia.

PS5 y Xbox Series X: ¿qué diferencias marcarán sus SSDs frente a los discos duros?

PS5 Xbox discos duros

Tenemos claro el rendimiento que podemos esperar de la unidad SSD de ambas consolas, ahora toca diferenciarla de los discos duros. Un disco duro es una solución de almacenamiento con partes mecánicas que realiza operaciones de lectura y escritura en diferentes zonas de los platos magnéticos que integra, mientras que un SSD carece de partes mecánicas y accede a la información que tiene almacenada directamente en sus chips.

Esto tiene consecuencias importantes en materia de consumo, fiabilidad y rendimiento. Con un disco duro actual de 7.200 RPM lo normal es alcanzar velocidades medias sostenidas de hasta 150 MB/s en lectura y escritura, una cifra que, como vemos, resulta ridícula si la comparamos con esos 2.000 MB/s y 1.000 MB/s, pero esto no es todo, hay otras dos cosas que debemos tener en cuenta.

La segunda es que los tiempos de acceso a los datos y las latencias que derivan de ello son mucho menores en un SSD que en un disco duro, lo que se traduce en un mayor rendimiento, y además es posible utilizar protocolos personalizados para mejorar todavía más el potencial de este tipo de unidades, algo que, según las últimas informaciones, ya han hecho tanto Sony como Microsoft.

Entre los SSDs y los discos duros hay una diferencia enorme de rendimiento en todos los niveles, y gracias a esa capa de personalización que traerán Xbox Series X y PS5 la distancia entre ambos podría acabar siendo todavía mayor.

¿Será posible jugar a títulos de nueva generación sin un SSD?

Los desarrollos de videojuegos se acabarán centrando alrededor de las consolas de nueva generación, eso está claro. Tanto Sony como Microsoft han repetido en varias ocasiones que el SSD de PS5 y Xbox Series X jugará un papel fundamental en este sentido, y que gracias a él podrán eliminar los tiempos de carga y crear mundos más ricos, ¿pero dónde deja esto a los discos duros?

Es complicado. Si un juego se desarrolla totalmente optimizado para funcionar en un SSD y no se añade una capa de optimización para que funcione de forma aceptable con un HDD podríamos estar ante el principio del fin de los discos duros, al menos como alternativa a la hora de montar PCs para gaming. De cara a almacenar información y contenidos multimedia seguirían siendo viables, pero no tendrían valor para trabajar con juegos.

Si llegamos a esta situación contar con un SSD acabaría siendo un requisito mínimo disfrutar de un juego en concreto. No es una locura, recordar que esto es algo que también ocurrirá a largo plazo con el trazado de rayos.

En caso de que los desarrolladores opten por optimizar los juegos para ambos tipos de unidades los discos duros seguirán siendo una opción, pero la experiencia de uso en juegos podría ser tan pobre que al final acabaríamos viendo igualmente otro clavo en su ataúd de los discos duros con la llegada de la nueva generación.

Los SSDs son superiores en todo, ¿dónde está el problema?

Sí, ya sé que los SSDs son superiores a los discos duros, y que el hecho de que vayan a ser utilizados en PS5 y Xbox Series X puede ser muy positivo de cara a completar una transición que sería ventajosa para los amantes de los videojuegos, pero hay tres grandes problemas que deben ser tenidos en cuenta antes de forzar un salto de este tipo.

En primer lugar hay que recordar que aunque los SSDs hayan bajado mucho de precio todavía tienen una relación coste por gigabyte elevada si la comparamos con los discos duros tradicionales. Muchos usuarios con presupuestos ajustados no tienen más opción que montar un HDD, o en el mejor de los casos recurren a una combinación de disco duro de alta capacidad y SSD de 120 GB o 240 GB para sistema operativo y un par de juegos concretos.

Por otro lado debemos tener en cuenta que hablamos de SSDs de alto rendimiento, es decir, de unidades PCIE con protocolo NVME, y que las unidades SATA III, que alcanzan velocidades medias de lectura y escritura secuencial de 540 MB/s y 520 MB/s, no darían tampoco «la talla» en ese salto generacional.

Si unimos la cantidad de usuarios que a día de hoy utilizan un HDD, una combinación de HDD y SSD y aquellos que optaron por comprar un SSD SATA III de alta capacidad nos daremos cuenta del problema que supondría imponer una transición acelerada y forzada a los SSDs PCIE y olvidarnos de los discos duros.

Imagino que los desarrolladores habrán teniendo en cuenta esa realidad, y que trabajarán para mantener, aunque sea de forma limitada, una optimización aceptable en juegos de nueva generación cuando se instalen y ejecuten en SSDs SATA III y HDDs.

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