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¿Quedarán obsoletos los procesadores de cuatro y seis núcleos con la llegada de PS5 y Xbox Scarlett?

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El lanzamiento de Xbox Scarlett y PS5 se ha convertido en uno de los eventos más importantes para el mundo del gaming en PC. Puede sonar raro, pero tiene una explicación muy sencilla, y es que el hardware de ambas consolas marcará los requisitos mínimos de la próxima generación de videojuegos, y marcará el final definitivo de los procesadores de cuatro núcleos como estándar mínimo para jugar con garantías.

No es la primera vez que ocurre esto. Durante los últimos años hemos visto que la evolución del gaming en PC ha estado cada vez más ligada a las consolas, una convergencia que alcanzó un punto álgido con PS3 y Xbox 360, y que se consagró definitivamente con PS4 y Xbox One. Con la anterior generación de consolas el estándar mínimo para jugar de forma óptima quedó establecido en los procesadores de doble núcleo, y con la llegada de la generación actual se produjo el salto a los procesadores de cuatro núcleos.

La evolución ha sido clara, pero también muy curiosa. En PC siempre ha sido necesario contar con un procesador con menos núcleos (o hilos) si hacemos una comparación directa con cada generación de consolas, aunque teniendo en cuenta las particularidades a nivel de arquitectura que tuvieron las generaciones que no estuvieron basadas en la arquitectura x86.

En el caso más reciente, PS4 y Xbox One, ambas tienen procesadores de ocho núcleos, pero con un IPC muy bajo (utilizan la arquitectura Jaguar de AMD) y una frecuencia muy contenida. Es importante tener en cuenta, además, que en sus inicios los dos sistemas reservaban al sistema operativo dos núcleos, lo que significa que los desarrolladores solo tenían libres un total de seis núcleos para juegos.

Con la liberación del séptimo núcleo y la llegada de PS4 Pro y Xbox One X, ambas con una CPU Jaguar a mayor frecuencia, los desarrolladores pudieron disponer de más recursos a nivel de procesador. Esto nos ayuda a entender, en parte, la transición que hemos visto en PC, ya que hemos pasado de una primera etapa en la que podíamos jugar con garantías utilizando ciertos procesadores de dos núcleos y cuatro hilos a otra intermedia en la que los cuatro núcleos fueron imprescindibles, y ahora mismo nos encontramos en una situación en la que contar con ocho hilos o seis núcleos es la única forma de aprovechar de verdad ciertos títulos (Battlefield V y Assassin´s Creed: Odyssey son dos grandes ejemplos).

Los procesadores de seis núcleos son el presente… ¿y el futuro?

Es, sin duda, una de las preguntas más importantes que todos nos hacemos ante la incertidumbre que planea sobre las especificaciones de hardware de PS5 y Xbox Scarlett, y desgraciadamente no es algo fácil de resolver.

Hoy por hoy el estándar mínimo para jugar sin problemas está fijado, como dijimos, en los cuatro núcleos, pero con un matiz importante asociado al IPC. Un Core 2 Quad tiene cuatro núcleos y sí, puede mover algunos juegos actuales de forma «decente» para el tiempo que tiene a sus espaldas, pero solo a partir de un Core i5 serie 2000 nos movemos en un nivel «bueno».

Pues bien, el IPC y las frecuencias de trabajo que tiene ese Core i5 serie  2000 superan de largo a los valores de la CPU Jaguar presente en PS4 y Xbox One. Esto nos permite entender de forma sencilla por qué en PC basta con cuatro núcleos cuando en consolas los desarrolladores utilizan siete núcleos: por que estos funcionan a una frecuencia baja y tienen un rendimiento inferior.

Las últimas filtraciones que hemos tenido la oportunidad de ver sugieren que con PS5 y Xbox Scarlett se repetirá esta misma situación, aunque de una manera menos marcada. Ambas consolas abandonarán el uso de CPUs de bajo consumo y apostarán por procesadores Ryzen de última generación basados en la arquitectura Zen 2, lo que significa que ofrecerán un mayor rendimiento bruto, pero sin llegar al nivel de los chips estándar para PC que todos conocemos. Esto es así por tres grandes razones:

  • Tendrán 8 núcleos y 16 hilos, pero a una frecuencia de 1,6 GHz en modo normal y 3,2 GHz en modo turbo. Los Ryzen 3000 para PC con ese número de núcleos superan sin problemas los 4 GHz.
  • Estarán equipados con todas las mejoras a nivel de arquitectura y de cachés que hemos visto en los Ryzen 3000, pero contarán con menos caché L3 (4 MB en lugar de 32 MB), algo que acabará afectando de forma significativa a su rendimiento en juegos.
  • Tendrán como mínimo un núcleo (y dos hilos) reservados al sistema operativo y a tareas en segundo plano, lo que significa que su potencial real en multihilo estará limitado desde el principio, algo que, como dijimos, ya ocurrió con Xbox One y PS4, y también con Xbox 360 y PS3.

En el peor escenario posible esto nos deja una conclusión clara, y es que el rendimiento de los procesadores que utilizarán PS5 y Xbox Scarlett en términos brutos debería estar por debajo de un Ryzen 7 2700. Tiene sentido, y de hecho no debemos tomarlo como una mala noticia, ya que representa un salto enorme frente al Jaguar que montan las consolas actuales.

Si esto se acaba confirmando podemos dar por hecho que los procesadores de seis núcleos y doce hilos se acabarán convirtiendo en el nuevo estándar mínimo para jugar con garantías, siempre que tengan un IPC al nivel de la arquitectura Zen (en el caso de AMD) o Haswell (en el caso de Intel), y que funcionen a frecuencias de trabajo relativamente altas, ya que con ello compensarán su menor cantidad de núcleos e hilos frente a las consolas de nueva generación.

Debemos tener en cuenta, no obstante, que esta predicción aplica a los juegos de nueva generación de primera y segunda hornada, y que, como ocurrió en su momento con PS4 y Xbox One, es probable que durante la fase final del ciclo de vida de Xbox Scarlett y PS5 se produzca un aumento a nivel de requisitos que convierta a los procesadores de ocho núcleos en el nivel óptimo para jugar con garantías.

Adiós a los chips de cuatro núcleos

Los procesadores de seis núcleos y doce hilos seguirán siendo viables tras el lanzamiento de las consolas de nueva generación, pero no ocurrirá lo mismo con los de cuatro núcleos. Mi intuición me dice que durante la primera etapa de transición intergeneracional podremos seguir exprimiéndolos gracias a la coexistencia de ambas generaciones de consolas, pero su final está sellado.

En el caso de los procesadores de cuatro núcleos con tecnología HyperThreading, capaces de manejar ocho núcleos, la situación es muy distinta. Aquellos que tengan un alto IPC y puedan trabajar a frecuencias muy elevadas (el Core i7 7700K es un buen ejemplo) aguantarán mejor la transición gracias a su alto rendimiento bruto en monohilo, pero es probable que su destino acabe siendo el mismo que han tenido en la generación actual los chips de dos núcleos y cuatro hilos.

Lo más importante que debemos tener claro es que con el próximo salto generacional cuatro núcleos-hilos ya no serán suficiente, con los matices que hemos apuntado debido a esa fase de transición intergeneracional, y que los procesadores de seis núcleos se convertirán en el relevo de los anteriores.

Como siempre debemos recordar que no todos los juegos tienen los mismos requisitos. Habrá títulos que serán más exigentes y otros que se conformarán con configuraciones más modestas. En este artículo estamos haciendo un análisis con carácter general y valorando, por tanto, en sentido amplio, y esto nos obliga a pensar tanto en esos juegos más humildes como en los triple A más exigentes.

Notas finales: ¿seis núcleos u ocho núcleos?

Es la pregunta final que nos queda tras todo lo que hemos ido viendo hasta ahora: ¿debería comprar un procesador de seis núcleos o uno de ocho hilos? Como he comentado creo que los procesadores de seis núcleos y doce hilos, como los Ryzen 5 1600-2600 y el Core i7 8700 (y superiores), aguantarán sin problemas durante todo o casi todo el ciclo de vida de PS5 y Xbox Scarlett, pero tengo dudas sobre lo que ocurrirá en su etapa final.

Ahora mismo por relación calidad-precio apostaría por un Ryzen 7 2700, un chip con 8 núcleos y 16 hilos que alcanza los 4 GHz con overclock y cuesta menos de 180 euros. Nos permitirá asegurar una transición totalmente óptima cuando llegue la nueva generación, tanto en la etapa inicial como en la intermedia y en la final. Es uno de los modelos que incluimos en nuestra guía dedicada a cinco procesadores que no vale la pena comprar, y cinco alternativas que sí.

Si tu presupuesto es muy reducido pero quieres afrontar esa transición con garantías lo ideal es que apuestes por un chip como el Ryzen 5 1600, que ronda los 105 euros y tiene seis núcleos y doce hilos. Los Ryzen 5 3600 también son una buena opción por su alto IPC, pero cuestan 210 euros.

Invertir en un procesador de ocho núcleos puede parecer algo innecesario, pero me permito recordaros lo sucedido hace unos años con aquellos usuarios que invirtieron en un Core 2 Quad en lugar de comprar un Core 2 Duo cuando dio comienzo el salto a los cuatro hilos en juegos, su CPU vivió una segunda juventud y les permitió alargar la vida útil de su PC de forma significativa.

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