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Cinco aspectos a considerar en la compra de una SSD

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Las unidades de estado sólido se están convirtiendo en el estándar de almacenamiento en un buen número de segmentos informáticos especialmente en dispositivos de movilidad (tablets, convertibles, 2 en 1 o Ultrabooks). Su extensión a portátiles de gran consumo y a ordenadores de sobremesa solo es cuestión de tiempo a medida que aumentan los formatos de uso, mejoran su tecnología y se sucede una constante bajada de precio.

Ya conoces sus ventajas frente a otras soluciones como discos duros, comenzando por su menor consumo, vibraciones, ruido y emisión calorífica por la ausencia de partes móviles, junto a un rendimiento muy superior. Hoy repasamos cinco aspectos generales a considerar en la compra de una SSD.

Precio

La bajada de precio de las memorias flash NAND en las que están basadas las SSD, han provocado un desplome de precios del producto final. Si en 2010 el precio medio no baja de los 3 dólares por Gbyte, hoy podemos encontrar unidades de poco más que 0,3 dólares por GB. Las SSD nunca han sido tan económicas aunque el precio es un aspecto (quizá el único) donde los discos duros mantienen una gran ventaja.

Al igual que en los discos duros, la compra de una SSD de mayor tamaño suele ofrecer más valor por precio. Como ejemplo de una de las series que dominan las ventas (Samsung EVO 850), comprar el modelo de 120 GB supone pagar 0,61 por GB mientras que el modelo con 500 Gbytes de capacidad, rebaja el coste a 0,36 dólares por GB.

Busca el equilibrio entre capacidad y precio. Para reemplazar el disco duro de un portátil una SSD de 250 Gbytes debe ser suficiente para la mayoría de usuarios. En ordenadores de sobremesa con discos duros de 1, 2 o 4 Tbytes su reemplazo por SSD supone un gasto desmedido. La mejor opción -por el momento- es combinar ambas. El SSD de 250 Gbytes comentado para instalación del sistema operativo y principales aplicaciones, y discos duros para almacenamiento masivo y copias de seguridad, es una combinación ideal para el mercado actual porque garantiza rendimiento y capacidad a precio contenido.

Formatos

Las SSDs más populares son las que utilizan un formato estándar de 2,5 pulgadas (igual que los discos duros) pero cuidado con su altura porque no todas sirven para todos los portátiles. Las hay de 9,5 mm y 7 mm. Asegúrate que la que compres para reemplazar el disco duro de tu portátil será capaz de encajar en tu portátil.

Para ordenadores de sobremesa no hay ningún problema con el grosor. Puedes utilizarlas tal y como vienen aunque lo ideal es comprar un adaptador a 3,5 pulgadas para mejor montaje en una torre de PC.

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En los últimos tiempos han aparecido otros tipos de formatos de SSD entre los que podemos resaltar las mSATA y M.2. Están destinadas especialmente al mercado de portátiles aunque algunas placas base para PC de última generación están empezando a incluirlas. Con un tamaño de módulo de memoria en el caso de mSATA y aún más reducido en el caso de M.2 permiten disminuir el grosor, peso y consumo de los mismos de forma notable frente a las SSD estándar de 2,5 pulgadas. Observa si tu ordenador portátil los soporta antes de la compra. Son más caras pero valora su compra.

Atención también a los buses de conexión. Si las unidades de 2.5 pulgadas se conectan a la interfaz SATA (no compres nada que no soporte SATA-III – 6 Gbps), algunos modelos M.2 se conectan al bus PCIe con notable incremento de rendimiento. Mención especial a los desarrollos para PC sobre PCIe. Especialmente destinados a estaciones de trabajo profesionales, es un formato similar al de una tarjeta gráfica dedicada, que utiliza la interfaz nativa PCI-e para disparar su rendimiento hasta un máximo teórico que llega a multiplicar por cinco el de las unidades de estado sólido conectadas a SATA. De momento su precio es prohibitivo para el gran consumo pero por ahí pasa el futuro del almacenamiento en PC.

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Rendimiento

Es una de las principales ventajas de las SSD. Cuando reemplaces un disco duro verás como tu portátil «vuelve a la vida» en tiempos de arranque, apertura de aplicaciones, transferencia de archivos y en rendimiento general de la máquina. Los resultados en un PC combinando SSD + HDD son igualmente notables.

Sin embargo, no todas las SSD ofrecen el mismo rendimiento, derivado de las memorias utilizadas y especialmente de su controlador. El usuario que compre un SSD actualmente no debe conformarse con una unidad que no alcance los 500 Mbytes por segundo sobre SATA en velocidades de transferencia de datos tanto en lectura como en escritura. Hay SSDs muy baratas que rebajan este dato especialmente en escritura. Evítalas, no merecen la pena.

Capacidad

Hay una diferencia importante entre la forma que manejan los datos una SSD y un HDD. Una SSD escribe datos en trozos llamadas «páginas». Un grupo de páginas se denomina un bloque y con el fin de escribir nuevos datos en un bloque ocupado, todo el bloque tiene que ser borrado primero. Para evitar la pérdida de datos, toda la información que existe en el bloque primero debe ser trasladado a otro lugar antes de que el bloque se puede borrar. Una vez que los datos se mueven y el bloque se borra, sólo entonces se pueden escribir.

Este proceso es casi instantáneo pero requiere espacio libre vacío para que funcione correctamente. Si no hay suficiente espacio libre el proceso pierde eficiencia y se ralentiza. Comentamos este apartado técnico porque afecta a la capacidad cuando realizamos la compra de una SSD. Para lograr su máxima eficiencia deberíamos dejar libre aproximadamente un 20 por ciento de la unidad libre. De ahí que recomendemos la compra de una unidad de al menos 250 Gbytes. 

Para el futuro a corto plazo la capacidad de SSD va a igualar e incluso a superar a la de los discos duros. Samsung ofertará las 850 EVO con 2 Tbytes; compañías como Fixstars ya tiene a la venta modelos con 6 Tbytes; SanDisk comercializará unidades de 8 Tbytes en 2016 e Intel de la mano de Micron ofertará el año próximo modelos con 10 Tbytes.

Resistencia y Longevidad

A pesar de sus componentes mecánicos, los discos duros siguen siendo «norma y seña» en cuanto a resistencia de unidades de almacenamiento y de ahí su uso masivo en servidores y centros de datos 24/7 donde prima la fiabilidad por encima de todo. Además, requieren pruebas y certificaciones que pueden durar meses y por ello la entrada de SSDs ha sido hasta ahora muy tímida.

A diferencia de los discos duros, las SSD no tienen partes móviles lo que les otorgan una gran ventaja en cuanto a imposibilidad de fallo mecánico. Por contra, los SSD son más propensos a fallos de energía eléctrica mientras que la unidad esté en funcionamiento, provocando corrupción de datos o incluso el fallo total de los dispositivos. Además, los bloques de memoria en un SSD tienen un número limitado de operaciones de escritura.

Afortunadamente, las nuevas generaciones han mejorado muchísimo en fiabilidad. Todas las SSD incluyen células de memoria adicionales libres para cuando las otras fallen no perder capacidad, reasignando sectores dañados. Los fabricantes ofrecen 3 o 5 años de garantía y la vida media oficial de una SSD se estima entre 5 o 7 años.

Últimas pruebas de resistencia han confirmado este aumento de fiabilidad con alguna series de unidades sobreviviendo después de soportar una prueba masiva de escritura por encima de los 2 petabytes. Una cantidad de datos enorme que un usuario en condiciones reales (normales de uso) tardaría decenas de años en completar.

 

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