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UE critica la «obsolescencia tecnológica» ¡Queremos reparar y no acumular cacharros!

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Obsolescencia Tecnológica

La obsolescencia tecnológica es una consecuencia de la industria actual. Que un aparato electrónico de cualquier tipo “no dura tanto como antes” es algo palpable para cualquier consumidor. Curiosamente, cuando disponemos de la capacidad tecnológica para fabricar productos de larga vida útil y un buen número de servicios de mantenimiento y reparación, es cuando menos duran los productos.

El Parlamento europeo pretende tomar el toro por los cuernos y ha pedido a la Comisión, a los Estados miembros y a los productores la adopción de medidas para garantizar que los consumidores puedan disfrutar de productos durables y de alta calidad que pueden ser reparados y mejorados.

Qué es la obsolescencia tecnológica

La obsolescencia tecnológica (y la de otros segmentos de consumo) puede presentarse de distintas maneras, sea “percibida, especulativa, psicológica/social o planificada/programada“. Esta última es la más preocupante ya que refiere una técnica por la que un fabricante estudia y calcula un tiempo de vida limitado de un producto electrónico o componente y lo desarrolla bajo ese parámetro temporal.

Cuando se cumple el plazo, el equipo cae en desuso al mostrar un rendimiento insuficiente en comparación con los modelos actuales o lo que es peor, el equipo se avería y el gran coste de la reparación o la imposibilidad de hacerlo, obliga a comprar uno nuevo. En definitiva, el producto electrónico queda obsoleto, no funcional, inútil o inservible en un tiempo determinado por el fabricante. El objetivo no es otro que vender nuevos modelos y seguir la cadena.

Una “técnica” inmoral e ilegal pero que algunos fabricantes practican, provocando además de un gasto innecesario, un gravísimo problema de basura electrónica y de tratamiento de recursos. Obviamente, no toda la obsolescencia es planificada porque la gran velocidad en el desarrollo de nuevas tecnologías incide en una obsolescencia sobrevenida.

No solo los fabricantes son responsables de esta situación porque los usuarios “entramos al trapo” en demasiadas ocasiones. El marketing cuenta y mucho. Cuestiones de moda, de estilo, de “tener lo último”, promovido en feroces campañas publicitarias animan a un constante cambio de productos. Los teléfonos móviles inteligentes son un claro ejemplo, con pocos o ningún cambio significativo de hardware en generaciones, pero cuyos cambios, en ocasiones meramente cosméticos, se venden como “últimas novedades tecnológicas”.

Varios fabricantes han sufrido condenas por utilizar este tipo de obsolescencia tecnológica programada. Apple perdió un juicio contra los consumidores en Estados Unidos porque se llegó a demostrar que la batería del reproductor multimedia iPod estaba programada para durar exactamente 18 meses. Como era de esperar la sustitución costaba un gran porcentaje de su precio de venta.

Se pueden contar casos de todo tipo, desde pantallas de visualización que palidecen, memorias que presentan errores aleatorios, bisagras de portátiles que se parten, fuentes de alimentación que no cargan… Y todo ello en un tiempo determinado, sospechosamente similar según modelo.

Obsolescencia tecnológica, también en software

El desarrollo del software también provoca obsolescencia a medida que se desarrollan y publican nuevas versiones de los sistemas operativos o de las aplicaciones que tienden a dejar obsoletas máquinas cuyo hardware sigue funcionando y en muchas ocasiones sigue siendo suficiente para las necesidades del usuario.

Como ejemplo, citar la gran fragmentación de Android en móviles inteligentes de la que una parte de usuarios culpabiliza directamente a los fabricantes. El objetivo al no actualizar a las últimas versiones del sistema sería vender nuevos terminales móviles y seguir la cadena acumulando cacharros por doquier.

 

Soluciones a la obsolescencia tecnológica

La propuesta del Parlamento Europeo va en la dirección correcta aunque su cumplimiento exigirá la responsabilidad de toda la cadena, quien más el fabricante, pero también el consumidor. Las recomendaciones del legislativo incluyen:

  • Producción de productos robustos, fáciles de reparar y de buena calidad, con «criterios mínimos de resistencia» que deben establecerse para cada categoría de producto desde la etapa de diseño.
  • Si una reparación tarda más de un mes, la garantía debe extenderse para que coincida con el tiempo de reparación,
  • Los estados miembros deben ofrecer incentivos para producir productos duraderos y reparables, impulsando las reparaciones y ventas de segunda mano, ayudando a crear puestos de trabajo y reducir los residuos.
  • Los consumidores deben tener la opción de ir a un taller independiente. Deben eliminarse las técnicas o software que impidan la realización de reparaciones.
  • Componentes esenciales, tales como baterías o pantallas, no deben «fijarse» a los productos, salvo que por razones de seguridad.
  • Los repuestos indispensables deben ponerse a disposición del canal y consumidor «a un precio proporcional a la naturaleza y el tiempo de vida del producto».
  • La UE debe definir la «obsolescencia planificada» e introducir un sistema que pueda probar y detectar la «obsolescencia incorporada», así como «medidas disuasorias apropiadas para los productores».
  • El Parlamento pide a la Comisión considerar una «etiqueta europea voluntaria», que incluya la durabilidad del producto, características de diseño ecológico, capacidad de actualización en línea y reparabilidad.
  • Los diputados también proponen la creación de un «medidor de uso» para los productos de consumo más relevantes, en particular los grandes aparatos eléctricos, garantizando así una mejor información para los consumidores.

Buenas medidas, no cabe duda, que deberían permitir la extensión de la vida útil del producto reduciendo el gravísimo problema de basura electrónica y tratamiento de recursos, limitando las reparaciones exclusivas por el fabricante a coste desorbitado o que en la mayoría de ocasiones son simplemente irrealizables.

Hace una semanas, Greenpeace inició una campaña con una petición dirigida a Apple, Samsung y LG, en la que demandan a estos tres fabricantes que den la espalda a la obsolescencia programada y adopten un modelo más sostenible.

Todo ello no debe limitar las posibilidades de negocio para el fabricante y canal tecnológico, porque se pueden cobrar ampliaciones del periodo legal de garantías, mantenimientos, actualizaciones de software y todo tipo de servicios manteniendo el hardware o facilitando la actualización progresiva de componentes.

Los usuarios también tenemos que poner nuestra parte, haciendo uso de un consumo responsable a medida de nuestras necesidades. ¿Lo crees posible? ¿Has sufrido la obsolescencia tecnológica programada?

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