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El récord de calor de enero de 2020 confirma que la Tierra se derrite

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La Tierra ha establecido otro récord de calor en un mes de enero y el de 2020 fue el más caluroso de la historia desde que se tienen registros, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA).

Los datos de la agencia se remontan a 141 años y enero de 2020 sustituye al de 2016 como el más caluroso. No es exactamente una sorpresa, al menos no para este siglo, ya que los diez meses de enero más cálidos de los registrados han sucedido desde 2002 hasta ahora. Y venimos de un año terrible en este apartado, ya que 2019 fue el segundo más caluroso de la historia desde que hay registros.

No hay un científico de peso que niegue hoy el cambio climático y la responsabilidad (mayoritaria aunque no total) que las actividades humanas y el sistema económico y de vida implantado en las últimas décadas tienen en ello. Más allá de las argumentos, las duras cifras de NASA, NOAA o la Organización Meteorológica Mundial (OMM), muestran mes a mes y año a año la que es «la mayor emergencia global humana» como la califica la ONU.

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Récord de calor y sus consecuencias

Una de las áreas más afectadas por el récord de calor ha sido el hielo marino del ÁrticoEn enero de 2020, se redujo aproximadamente en 470.000 kilómetros cuadrados. Una auténtica barbaridad que para poner en perspectiva está cerca a la superficie de España y una reducción del 5,3% sobre la media registrada desde 1981 a 2020. El hielo marino antártico fue más bajo que el promedio en un 9,8 por ciento, mientras que la cubierta de nieve también resultó ser deficiente, según los datos de NOAA.

La fusión del hielo sigue siendo una preocupación importante. La NASA está observando con preocupación la llamada Beaufort Gyre, una importante corriente oceánica del Ártico, que se ha vuelto más rápida y más turbulenta debido al rápido derretimiento del hielo marino. Desempeña un papel muy importante en el equilibrio polar, ya que evita que el agua dulce se derrita de los glaciares, entre otros efectos.

«Si el Beaufort Gyre liberara el exceso de agua dulce en el Océano Atlántico, podría ralentizar su circulación. Y eso tendría implicaciones en el clima del hemisferio, especialmente en Europa occidental», explica Tom Armitage, un científico polar del JPL de la NASA.

Solo es una muestra de la problemática del cambio climático. Uno de los estudios más completos fue publicado por NASA y descubrió cambios a largo plazo en todos los continentes y cuencas oceánicas y cómo los ecosistemas están respondiendo. No hay que científico para ver lo que está pasando en los polos; el aumento de temperatura global; el aumento del nivel de los océanos y su cambio de color; el descenso del Fitoplancton, base de la cadena alimenticia en los océanos; las menores lluvias y a la vez huracanes catastróficos; la desaparición de bosques por incendios masivos o el incremento de los niveles de dióxido de carbono y otros gases.

Y qué decir de España. Vamos hacia un desierto, según el informe previo de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), un adelanto de los datos del proyecto Open Data Climat, que recoge evidencias claras del impacto del cambio climático en España en los últimos cuarenta años. El récord de calor de enero de 2020 también se ha registrado en la península, islas y el Mediterráneo.

Para finalizar, conviene recordar que el Grupo de Científicos Atómicos dedicados a monitorizar el potencial de una catástrofe global, adelantó recientemente el 2020 Doomsday Clock, el reloj del «juicio final» que ahora está situado a 100 segundos de la medianoche, lo más cerca que la humanidad ha estado nunca del fin del mundo. Hay dos motivos, uno de ellos es la Respuesta insuficiente a la catástrofe climática. Insistimos una vez más: o los humanos cambiamos rápida y contundentemente o el planeta nos cambiará por la fuerza.

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