AirTag: la cara oculta de los dispositivos de seguimiento
Quiero partir de una base: los dispositivos como los AirTag me parecen, en su concepto, una muy buena idea. Muchos de los que ya tenemos unos años recordamos aquellos llaveros que se pusieron de moda en España en los ochenta, y que respondían a un silbido con unos pitidos. Este sistema, que ahora parece rudimentario pero que en aquel momento nos fascinó, resultaba de gran ayuda para encontrar el llavero que no encontrábamos y que resultaba estar en el bolsillo de una chaqueta o bajo los cojines en el sofá.
Tenemos la mala costumbre de extraviar cosas (o de que caigan en la manos inadecuadas, que también ocurre habitualmente), y los dispositivos como los AirTag de Apple pueden marcar la diferencia entre que tengamos que lamentar una pérdida o que podamos recuperar el objeto perdido, con la alegría y el ahorro económico que esto supondrá en bastantes casos. La premisa, como decía antes, me parece sensacional, y me parece estupendo que las tecnológicas como Apple hayan trabajado en este sentido.
El problema es que estos dispositivos también pueden ser utilizados con malas intenciones. Ya te contamos, hace algunos meses, como los AirTag podían ser empelados en un ataque del buen samaritano, es decir, esas acciones en las que se abusa de la buena voluntad de la víctima. En ese caso, los dispositivos podían llevar una carga de malware que, si la etiqueta se conecta a una red, sería transferida a la misma, con todos los riesgos que esto conlleva.
Sin embargo ahora no voy a hablar de este tipo de riesgos, sino de otro del que ya se lleva algún tiempo hablando, y sobre el que ayer la usuaria de Twitter Jeana Jeana publicó un hilo que resulta preocupante. En el mismo contaba cómo un desconocido había empleado un AirTag para intentar averiguar su ubicación en otro momento. Para tal fin, obviamente sin el conocimiento de Jeana, esta persona puso un AirTag en el vehículo de la víctima, mientras que ella estaba tomando algo en un bar.