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Encontrados nuevos restos del Challenger en el Atlántico

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Encontrados nuevos restos del Challenger en el Atlántico

28 de enero de 1986, Cabo Cañaveral, Florida. El transbordador espacial Challenger, con Francis «Dick» Scobee, Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y Christa McAuliffe se prepara para la misión STS-51-L, que consiste principalmente en poner en órbita los satélites TDRS-B y SPARTAN-Halley. Es, en principio, una misión rutinaria, un vuelo más del polivalente transbordador que, lejanos ya los tiempos de la carrera hacia la Luna, se ha convertido en el único vehículo espacial de la NASA.

Los inviernos en Florida suelen ser suaves, pero la noche previa al lanzamiento, cuando el Challenger ya se encuentra en la ubicación de su lanzamiento, una ola de frío está golpeando la península y, durante la noche, se registran temperaturas por debajo de cero. Ya se han cancelado varios lanzamientos desde la fecha prevista inicialmente, el 22 de enero, y el frío golpea la costa del Atlántico. Algunos ingenieros están preocupados por cómo el frío ha podido afectar a las juntas tóricas, pero la agencia espacial decide finalmente consumar el lanzamiento, tras experimentar diversas presiones al respecto.

La cuenta atrás llega a cero, los motores de propulsión escupen un absoluto infierno y el Challenger empieza, poco a poco, a elevarse. Todo parece haber ido bien, pero poco después, 73 segundos para ser más exactos, y tras observar un comportamiento inusual, el SRB derecho primero y el resto de la nave después se desintegran y sus restos caen en el océano Atlántico. El mundo entero ve en televisión, o en ese mismo momento o poco después, una secuencia que queda grabada en la memoria colectiva. El transbordador ha explotado, sus siete tripulantes han fallecido y el programa espacial estadounidense se enfrenta a la primera pérdida de astronautas en acto de servicio desde el incendio del Apolo 1.

Personalmente, tengo el recuerdo de ver aquellas imágenes. Acababa de cumplir 11 años y tengo grabado a fuego en mi memoria tanto el propio accidente como la impresión que me produjo, las circunstancias en las que lo estaba viendo, quién me acompañaba, etcétera. Y me consta que no soy el único, muchas de las personas que lo vieron en aquel momento, hace ya 36 años, ya fueran niños, jóvenes o adultos, absorbieron aquellas imágenes como el papel de cocina se empapa, en menos de un segundo, de las gotas de café que han quedado sobre la mesa.

El gobierno federal y la NASA llevaron a cabo, a través de la Comisión Presidencial sobre el Accidente del Transbordador Espacial Challenger, conocida popularmente como Comisión Rogers, una investigación exhaustiva, cuyos resultados se hicieron públicos (si bien, en este sentido, la conducta inicial de la NASA fue duramente cuestionada por los medios de comunicación), y que confirmaba los peores temores de los ingenieros sobre el efecto del frío en las juntas tóricas. El inusual frío había degradado su condición, haciendo que no fueran capaces de soportar el tremendo esfuerzo propio del lanzamiento, desatando de este modo el proceso que acabo primero con el SRB derecho y, en consecuencia directa, con el resto de la nave.

Apenas una hora después del accidente, cuando ya es seguro navegar las aguas sobre las que han caído los restos del Challenger, se inicia la recuperación tanto de los restos mortales de los tripulantes, como de tantas partes de la nave como fuera posible, de cara a la investigación. Este proceso se extendió hasta el 1 de mayo, cuando la agencia consideró que ya contaba con todo el material necesario para la investigación, alrededor de 15 toneladas de restos.

Encontrados nuevos restos del Challenger en el Atlántico

De izquierda a derecha los siete tripulantes del Challenger para la misión para la misión STS-51-L: Christa McAuliffe, Gregory Jarvis, Judith Resnik, Francis Scobee, Ronald McNair, Michael J. Smith y Ellison Onizuka.

Ahora, 36 (casi 37) años después, la NASA ha confirmado la aparición de una porción de gran tamaño del Challenger en las aguas de la costa de Florida. Esta pieza fue encontrada por un equipo que estaba recopilando material para un documental no relacionado con transbordador, sino con la leyenda urbana del triángulo de las Bermudas, una producción que será emitida, al menos en Estados Unidos, por el canal History Channel el próximo 22 de noviembre.

Cuenta la NASA que el equipo pensó, inicialmente, que se trataba de restos de un avión, pero su cercanía con Cabo Cañaveral hizo que contactaran con la agencia espacial estadounidense, para que los analizara con el fin de determinar si correspondían o no al Challenger. A este respecto es importante recordar que hay una ley federal de Estados Unidos que prohíbe apropiarse de restos del transbordador, que en todo caso deben ser entregados a la NASA.

Primero el accidente del Challenger y, pocos años después, el del Columbia, en 2003, han supuesto los dos grandes borrones en la historia de la NASA, además de acabar por completo con el programa de los transbordadores espaciales, unas naves que forman parte del imaginario colectivo y que, pese a su abrupto final, fueron durante años la insignia del programa espacial estadounidense.

Si me dieran una cana por cada contenido que he escrito relacionado con la tecnología... pues sí, tendría las canas que tengo. Por lo demás, música, fotografía, café, un eReader a reventar y una isla desierta. ¿Te vienes?

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