Análisis
Mazda CX-3, sin prejuicios
Muchas personas me han elogiado por mi ligereza de pies
Mr Collins, (Orgullo y prejuicio)
Como se puede apreciar leyendo cualquier prueba de cualquier modelo de automóvil, para valorar un coche (o cualquier otra cosa) es imposible limitarse a evaluar las características técnicas o las puras prestaciones. En realidad se convierte en un juego de percepciones, un conjunto de sensaciones que deja el vehículo después de cierto período de uso en el que se intenta abarcar todo tipo de situaciones de conducción y utilización.
También hay que procurar (no siempre se consigue) subirse al coche dejando los prejuicios y los gustos personales en la cuneta. Las debilidades por ciertas marcas, cierto tipo de motores diésel o gasolina, el tipo de cambio… Hay que cerrar (virtualmente, se entiende) los ojos y dejar que el coche nos “hable” y que a través de él nos transmita lo que los ingenieros, diseñadores y mecánicos nos han querido hacer llegar.
En mi caso me subí al Mazda CX3 con mi propio equipaje de prejuicios especialmente pegajosos, el principal de ellos es que (lo lamento) los cross-over no son santo de mi devoción. Mi forma de conducir y de concebir la conducción y los coches en general no suele casar demasiado bien con la filosofía de estos vehículos “new age”, prefiero andar con las posaderas más pegadas al asfalto.
Ficha técnica
Pero desde el primer contacto con el CX3 de Mazda tuve muchas menos dificultades para desprenderme de mis prejuicios que de costumbre. En primer lugar el diseño. No es solamente que sea más bajo que muchos de sus competidores, es que su diseño lo hace diferente al resto de propuesta en el segmento B del mercado SUV. Desde luego las líneas buscan la deportividad, aunque eso tiene consecuencias como veremos más adelante.
Parientes cercanos
De hecho por diseño este Mazda está más emparentado con su primo el Mazda 3 que con su hermano mayor el CX-5. Aunque desde luego la estética exterior va por gustos, no se puede negar que la imagen exterior es moderna y atrevida pero sin acudir a bultos sospechosos o formas poco convincentes. Tiene el aspecto de ser un clásico y de seguir siéndolo durante muchos años.
La línea discreta de los faros, unas espectaculares llantas de 18 pulgadas… todo se acomoda a la vista con personalidad. Una forma distinta de ser un coche oriental. Tras este primer y drástico lavado de prejuicios nos disponemos a acceder al interior del coche. Los asientos realmente excelentes, una tapicería mixta cuero y tela muy agradable se conjunta con un diseño francamente confortable y que al mismo tiempo sujeta de forma excelente en curva.
El salpicadero ha sido engalanado con gusto mediante la presencia de cuero con costuras alternándose con un material plástico de imitación de carbono muy logrado. Lástima que para algunos elementos, como la zona tras la palanca de cambios donde se conectan los dispositivos USB, se haya usado un plástico de apariencia más espartana.
Hay detalles de gran clase, como que el diseño de las boquetas de aireación, que son flexibles, se inspira en el diseño del único reloj analógico que se encuentra tras el volante para marcar las revoluciones. El resto de la información (velocidad, combustible, marcha, temperatura…) la dan discretas y elegantes pantallas LCD de fondo negro. Lástima que ante tanta elegancia algún diseñador en apuros haya decidido introducir algo que a falta de otra definición describiremos como “palo de plástico alargado” para poner a cero el cuentakilómetros.
El HUD no es HUD
El modelo que hemos probado tenía también el sistema “Head Up Display”, una pequeña pantalla que se despliega sobre la zona superior del salpicadero frente al conductor en la que se proyecta cierta información como la velocidad o indicaciones de ruta del navegador. Eso sí, no es un verdadero “Head Up” porque no se proyecta en el parabrisas por lo que hay que mirar una pequeña pantalla de plástico transparente que se levanta cuando encendemos el motor. De esta forma personas de cierta estatura tienen que inclinar la cabeza para ver la información y no hay forma de regularlo… por lo que no es muy “Head Up” que digamos.
Eso sí, resulta un sistema adicional de información discreto que puede resultar práctico si no se tiene problemas de (exceso de) estatura. Por lo demás la elegancia y los acabados son dignos de coche de alta gama sin duda. Un detalle que nos ha gustado es la disposición de los botones y diales en el frontal. Todo a mano de forma discreta. Además se ha incorporado en el túnel central un selector tipo dial con botones que permite gobernar el menú.
Este sistema nos ha gustado especialmente, tan cómodo de usar y preciso que no es necesario utilizar la pantalla táctil. Además incorpora un elemento acolchado para apoyar la muñeca realmente cómodo. Un acierto de diseño de diez sin duda. Por su lado en el volante hemos encontrado una densidad muy alta de botones y controles en un loable esfuerzo de que tengamos todo a mano, pero quizás a costa de una población de botones excesiva para un elemento en movimiento como el volante.
Detrás la segunda clase…
Lástima que de las plazas traseras sean mucho más espartanas. Poco espacio para las piernas y una anchura algo justita, aunque la calidad de los asientos sea bastante alta. En lo que respecta al maletero éste es realmente mínimo, algo que comparte con otros cross-over “mini”, pero que en este caso es especialmente llamativo. Ni siquiera se aprovecha como en otros modelos como el Renault Captur el espacio inferior con un falso suelo de plástico. Lo que se ve es lo que hay y no es demasiado (350 litros oficialmente, que ya será algo menos…)
No quería dejarme deslumbrar por el aspecto exterior e interior así que eché mano de nuevo de mis prejuicios duramente ganados durante años de conducción y me puse al volante. Es inevitable que un automóvil más alto eleve el centro de gravedad, son cuentas que los ingenieros tienen que ajustar con la física y que tiene poca solución, por lo que la prueba dinámica la afronté con un honesto escepticismo.
Una pulsación al botón de arranque y en marcha. El arranque es algo decepcionante, el honesto motor de 105 caballos obviamente no puede impresionar con una aceleración prodigiosa, pero estar rodeado de deportividad costuras, cuero e imitación de carbono y tardar casi 12 segundos en alcanzar los 100 kilómetros por hora es un poco anticlimático. A ello contribuye un cambio automático con la cabeza en el ahorro de combustible más que en las prestaciones.
Tras una buena dosis de kilómetros en ciudad la comodidad del coche es indiscutible y si no se quiere ser el primero en arrancar en el semáforo el CX-3 caracolea sin problemas en el tráfico con consumos bastante comedidos: unos seis litros reales no está nada mal. En carretera la verdad es que ha sido un verdadero placer enganchar curvas con el CX-3. Un chasis excepcional, unas buenas suspensiones y ese centro de gravedad que hemos comentado ya hacen de este Mazda un buen argumento para demoler con hechos mis prejuicios contra los cross-over.
El comportamiento dinámico es muy bueno pero merecería una motorización algo más alegre que por desgracia no podremos encontrar. No es tanto que el motor sea flojo, cumple bastante bien, sino que el resto (la estética, el comportamiento…) lo dejan sinceramente en mal lugar.
La tracción total que equipaba el modelo de prueba añade algo más de aplomo al CX3 y en situaciones de asfalto mojado o gravilla la verdad es que responde muy bien. El sistema i-Activ interviene de forma automática para distribuir la tracción de la forma más eficaz y se nota. Obviamente no es un coche que se encuentre a gusto en pistas de todo terreno, pero sí podemos aventurarnos por algún camino de tierra, con cuidado pues la altura no permite demasiados alardes.
Por otro lado es un rutero incansable, con marchas orientadas a una conducción relajada buenos asientos proporcionan un confort de marcha muy bueno. Lo único que se podía haber mejorado es la insonorización que hemos encontrado algo justita para un coche de su categoría. Los consumos también favorecen su uso en ruta, con cuidado podemos mantenernos algo por encima de los cinco litros.
En cuanto al equipamiento tecnológico y de seguridad el Mazda CX-3 puede disponer de una gran cantidad de sistemas, incluyendo control de crucero adaptativo o sistema de asistencia en frenada, pero no estaban incorporados a la unidad que probamos. Si tuvimos a nuestra disposición la cámara trasera, sensores de aparcamiento, sensor de lluvia y luces y el control de crucero estándar.
En lo que respecta al sistema de infoentretenimiento el CX-3 dispone de una generosa pantalla de 7 pulgadas con una buena calidad de imagen. El sistema llamado MZD connect es bastante completo, con sistema de navegación basado en la aplicación Here de Nokia (ahora ha pasado a otras manos), radio digital DAB y sistema de reproducción multimedia con dos entradas USB y posibilidad de reproducir desde Bluetooth.
El navegador nos ha parecido muy eficaz, aunque la potencia de la antena GPS hace que se pierda en demasiadas ocasiones cuando no tiene cobertura. El interfaz, como el del resto del sistema, muy claro y accesible permite las acciones más habituales con unos pocos toques de la pantalla o del sistema de dial que ya hemos elogiado.
Nos ha gustado tanto el diseño del interfaz, con las opciones bien visibles del resto de sistema de entretenimiento en general. La conectividad, una vez más, se resuelve con WiFi. Seguimos sin entender el empeño en no ofrecer la opción de modem Bluetooth por parte de los fabricantes cuando el móvil supuestamente ya lo tenemos conectado con este sistema para el manos libres y la reproducción multimedia.
El sistema incorpora algunas aplicaciones como Aha o Stitcher, ambas de radio que podemos controlar desde el Smartphone instalando las aplicaciones correspondientes. Por ahora parece que Mazda no ofrece sistemas como el Intellilink y no sabemos si más adelante habrá disponibles más aplicaciones. El sistema de sonido se compone de siete altavoces de la marca Bose y la verdad es que suenan muy bien, aunque en los bajos en ocasiones se quedan algo cortos en general la fidelidad es bastante alta.
Conclusiones
El Mazxa CX-3 no es un coche rotundamente excepcional, pero tiene los elementos suficientes para que guarde mis prejuicios con los cross-over durante un buen tiempo. Una estética muy conseguida, acabados de primera prácticamente en todo el coche y un comportamiento en carretera excelente son ingredientes que a cualquier coche, cross o no, le gustaría tener. Además está dotado de los sistemas más modernos, aunque la conectividad y uso del Smartphone es mejorable, y tiene unos consumos aceptables.
La lástima es que no acabe de ser redondo por algunos pocos detalles, como un maletero testimonial, un motor algo ruidoso y unas prestaciones no demasiado en línea con el espíritu deportivo de la marca y de este modelo en concreto. Sin embargo es un coche recomendable y bien acabado, todo un acierto de Mazda en un sector que va necesitando innovaciones y el CX-3 apuesta por algunas muy interesantes.
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