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Análisis: Divinity: Original Sin II, para PC

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La segunda entrega de Divinity llega pisando fuerte, superando en ventas al popular Player Unknown`s Battlegrounds prácticamente nada más salir. Y es que Divnity no solo ha dado con la tecla de lo que considero que es la dirección correcta de los RPG, sino que lo hace de forma excelente.

Este título es un digno sucesor del primero, y además, ha sabido refinar su fórmula y dar lo que la gente pedía a gritos desde el anterior, un cooperativo para cuatro jugadores en vez de dos.

El aspecto jugable sigue el esquema del RPG más tradicional, con combates por turnos, pero añadiendo una amplia posibilidad de movimiento e interacción con el escenario que permite que los combates puedan resolverse a veces de formas ingeniosas y no solo aplicando el enfrentamiento directo.

¿Qué hace de Divinity tan atractivo? Principalmente su modo cooperativo y su familiaridad. Es un RPG de manual, es lo que hemos visto cientos de veces, por lo que sabemos a qué nos enfrentamos. Si lo sumas a un diseño de ambientación también familiar, a una historia lo suficientemente buena como para engancharte y a que puedes jugarla con amigos, formas la mezcla perfecta para que los grupos de amigos se pongan de acuerdo para comprarlo de cuatro en cuatro.

Divnity tiene carisma, es el perfeccionamiento de una formula explotada en gran medida, pero llevada a su máxima expresión, poder vivir la aventura de forma directa con amigos y la introducción de un sistema que permite tener conversaciones con personajes en las que las opiniones de todos los jugadores tienen relevancia y pueden dar lugar a discusión sobre la forma de proceder.

Tiene decenas de horas de duración, todo un mundo con un trasfondo propio, personajes carismáticos de distintas razas clásicas como enanos, elfos, humanos, hombres lagarto etc. Así como un apartado artístico alucinante, con unos entornos preciosos y todo esto con un rendimiento impecable. Y la guinda que les ha dado el éxito definitivo ha sido, como dije al principio, la inclusión del cooperativo a cuatro jugadores, ya que si bien el primer Divinity fue un éxito por la posibilidad de que dos jugadores pudiesen contar la historia, a día de hoy tenemos claro que los grupos perfectos para un juego cooperativo son de cuatro personas, lo vemos en multitud de títulos, y si es cierto que los dos jugadores del primer Divinity al final te sabían a poco.

No hay mucho más que decir, porque Divinity es un juego que habla por sí solo, es un tipo de juego que todos conocemos, que a una gran parte del público le gusta, y que sabe entregar un producto redondo para satisfacer a su audiencia. No descubre nada, no revoluciona el mundo de los videojuegos, pero les hace un añadido importante por su modo cooperativo dentro de este género y nos hace ver que muchas veces no necesitas ser tremendamente innovador con una obra, basta con tener el gusto propio y apelar al ajeno por las cosas bien hechas.

Notas finales

9Nota

Jugabilidad9

Gráficos9

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