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¿Qué debe tener un buen procesador para gaming? Te lo explicamos en tres sencillas claves
A la hora de montar un PC para gaming uno de los componentes que debemos elegir con más cuidado es el procesador. Como ya hemos visto en otros artículos el rendimiento general del sistema dependerá de dicho componente, hasta tal punto que si hacemos una elección equivocada no solo tendremos un rendimiento por debajo de lo esperado, sino que además otros componentes se verán seriamente limitados.
La semana pasada publicamos una guía dedicada a analizar qué procesadores y qué tarjetas gráficas se llevan bien, es decir, qué combinaciones debemos elegir para no tener un cuello de botella considerable, y hoy hemos decidido ir más allá con una guía que profundiza en una cuestión muy importante: qué debe tener un buen procesador para gaming.
Con la información que vamos a ver a continuación tendréis claro todo lo que debéis buscar a la hora de elegir vuestro nuevo procesador centrándonos, como hemos dicho, en el gaming. El uso que vamos a dar a un PC debe ser uno de los pilares básicos a la hora de elegir, y la razón es muy sencilla: no necesita los mismos componentes un equipo para ofimática que otro pensado para jugar, y lo mismo ocurriría con otros equipos diseñados para ofrecer una buena experiencia de uso en diferentes entornos profesionales y con distintas aplicaciones.
Para que esta guía os resulte de mayor utilidad os dejaremos, al final, una serie de recomendaciones encuadradas alrededor de diferentes presupuestos que os servirán como referencia y os ayudarán a elegir.
Os recuerdo que podéis dejar cualquier duda que tengáis en los comentarios. Sin más preámbulos, empezamos.
1.-Un buen procesador para gaming debe tener más de cuatro núcleos
Los juegos han experimentado una evolución clara durante los últimos seis años. Cuando se produjo la llegada de PS3 y Xbox 360 los procesadores de doble núcleo se estandarizaron y se convirtieron en el requisito indispensable para disfrutar de una buena experiencia.
Durante la primera etapa del ciclo de vida de dichas consolas todavía era posible mover muchos juegos con un Pentium 4 o un Athlon 64, pero la experiencia no siempre era buena. A partir de la segunda etapa del ciclo de vida de ambas consolas el doble núcleo pasó a ser fundamental. Cada vez más juegos empezaron a pedir procesadores de cuatro núcleos, pero solo algunos eran realmente capaces de utilizarlos.
Con la llegada de PS4 y Xbox One hubo una nueva transición que se dividió en dos etapas. En la primera vivimos una transición completa a los procesadores de cuatro núcleos, y en la segunda etapa se ha producido el salto a los procesadores de seis núcleos, aunque aquellos modelos más actuales que tienen cuatro núcleos y ocho hilos todavía aguantan sin problemas.
Esa segunda etapa ha marcado un salto tan grande por dos grandes razones. La primera es que los desarrolladores han tenido acceso a más recursos a nivel CPU en PS4 y Xbox One (se liberó el séptimo núcleo), y la segunda es que con el lanzamiento de PS4 Pro y Xbox One X estos dispusieron de un extra de potencia gracias al aumento de las frecuencias de trabajo de los procesadores de ambas consolas. Los desarrollos de videojuegos se centran en las consolas, por eso es tan importante toda la exposición que hemos hecho hasta ahora.
Los juegos más recientes de la generación actual son capaces de aprovechar hasta seis núcleos, y ya no ofrecen un funcionamiento totalmente óptimo con procesadores de cuatro núcleos, así que podemos concluir que un buen procesador debe contar, hoy por hoy, con un mínimo de seis núcleos.
Si queremos estar preparados para resistir sin problemas la transición de que marcarán PS5 y Xbox Series X a finales de 2020 debemos optar, como mínimo, por un procesador de seis núcleos y doce hilos, aunque el nivel óptimo estará en los ocho núcleos y dieciséis hilos.
¿Por qué importan los núcleos del procesador cuando jugamos?
Al ejecutar un juego este distribuye la carga de trabajo que necesita para funcionar en un número de procesos determinados. Dichos procesos pueden subdividirse también en una cantidad fija de subprocesos, pero todo dependerá del desarrollo y de la propia optimización del juego.
Los núcleos definen la cantidad de procesos que maneja un procesador, y los hilos definen el total de subprocesos con los que puede trabajar. Esto significa que un procesador de seis núcleos cuenta con seis unidades de procesamiento (seis hilos de ejecución) que pueden trabajar en seis tareas diferentes al mismo tiempo. Si ese procesador cuenta con la tecnología HyperThreading (Intel) o SMT (AMD) podrá trabajar, además, con un subproceso adicional por cada núcleo físico, lo que en este caso nos dejaría un total de doce hilos de ejecución.
Piensa en cada núcleo como en una mano que puede mover una cosa, y en cada subproceso (hilo) como esa mano llevando dos cosas a la vez. Si un juego requiere que movamos seis cosas a la vez y nuestro procesador solo puede mover cuatro tendremos un problema evidente.
Por ejemplo, Battlefield V escala de maravilla en procesadores de hasta seis núcleos porque ha sido desarrollado para poder paralelizar la carga de trabajo en más de cuatro núcleos. Si utilizamos un procesador de cuatro núcleos con dicho juego veremos que la CPU registra unos valores de uso del 100% de forma constante porque no tiene la capacidad de paralelizado necesaria para manejar de forma simultánea todos los procesos que el juego necesita.
La media de fotogramas por segundo será buena, pero tendremos picos mínimos muy bajos por la incapacidad del procesador de trabajar al ritmo que requiere el juego. Siempre «arrastra» una carga de trabajo excesiva que no llega a impedir el disfrute del título, pero afecta negativamente a la experiencia con caídas de fotogramas muy marcadas en algunos momentos concretos.
En casos extremos un procesador con un número insuficiente de núcleos puede que ni siquiera sea capaz de «arrancar» un juego. Actualmente muchos títulos ya no funcionan en procesadores de dos núcleos y dos hilos, y aquellos que tienen dos núcleos y cuatro hilos ya no son una buena opción, como podemos ver en la gráfica adjunta.
2.-El IPC del procesador resulta determinante
Ya sabemos por qué es tan importante contar con un número determinado de núcleos en un procesador para gaming, porque nos garantiza que el juego tendrá a su disposición todos los hilos de ejecución que necesita para distribuir de una manera eficiente la carga de trabajo. Si nuestro procesador no llega al nivel recomendado se producirá una saturación que, en casos extremos, puede derivar en un funcionamiento errático o hacer que el título ni siquiera arranque.
Bien, una vez que hemos llegado a esos niveles recomendados que hemos visto debemos pasar a valorar el IPC del procesador. Son las siglas en inglés de «instrucciones por ciclo de reloj», y se utiliza como indicador del rendimiento que puede alcanzar un procesador determinado, aunque al final su rendimiento bruto, es decir, el potencial real de un procesador, depende de otros factores, como las frecuencias de trabajo.
Durante los últimos años Intel y AMD han adaptado la cuestión del IPC a las particularidades que presentaban sus procesadores a nivel de diseño. Podemos conseguir un procesador de alto rendimiento combinando un alto IPC con unas frecuencias de trabajo más limitadas, algo que ya vimos por ejemplo en los Athlon 64, o a la inversa, cosa que vimos en los Pentium 4. He puesto como ejemplo a ambos procesadores porque datan de la misma época y porque ilustran a la perfección esta realidad. Un Athlon 64 a 1,8 GHz rendía al nivel de un Pentium 4 a 3 GHz, no era magia, era el IPC.
Podemos trasladar esto a un ejemplo más actual sin ningún tipo de problema. Intel ha dado tres grandes saltos en materia de IPC durante los últimos años. El primero vino con la llegada de Sandy Bridge (Core 2000), el segundo se produjo con el lanzamiento de Haswell (Core 4000) y el tercero lo vivimos con el lanzamiento de Skylake (Core 6000). Desde entonces no ha habido una mejora real a nivel de IPC, solo incrementos de rendimiento tirando de fuerza bruta (más núcleos, más MHz y más caché).
En el caso de AMD las mejoras más importantes a nivel de IPC que hemos vivido recientemente se han producido con Zen (serie Ryzen 1000) y con Zen 2 (serie Ryzen 3000). Bulldozer y sus derivados apenas mejoraron el IPC frente a la arquitectura K10 utilizada en los Phenom II, y lo mismo ocurrió con Zen+ frente a Zen.
Un buen procesador para gaming debe contar con un IPC que esté, al menos, al nivel de Zen en el caso de AMD o de Haswell en el caso de Intel.
¿Por qué importa el IPC del procesador en juegos?
Es simple, porque es un valor que influye de manera decisiva en el rendimiento real del procesador. De nada sirve tener un procesador con muchos núcleos y una velocidad de trabajo elevada que tiene, sin embargo, un IPC muy bajo. Su rendimiento efectivo será inferior al que encontraríamos en un procesador a una frecuencia inferior e incluso con un menor conteo de núcleos.
Podríamos poner muchos ejemplos, pero creo que el mejor lo tenemos en los procesadores Jaguar de AMD que utilizan las consolas actuales. Son procesadores con ocho núcleos reales, pero tienen un IPC muy bajo y funcionan, además, a unas frecuencias muy reducidas. Esto los ha convertido en un enorme cuello de botella a pesar de que, como dijimos, suman ocho núcleos.
Procesadores con dos núcleos y cuatro hilos, como los Core i3 serie 4000, ofrecen un rendimiento superior al de esos Jaguar de ocho núcleos, y el motivo es simple: a pesar de tener menos núcleos su IPC es muchísimo más elevado y sus frecuencias de trabajo son el doble de altas.
Contar con un procesador que cumpla con el número de núcleos que pide un juego es fundamental para ejecutarlo, pero este tiene que ser capaz de sacar adelante un buen volumen de instrucciones por ciclo de reloj para asegurar una fluidez adecuada. Si el IPC es bajo la fluidez se verá reducida, una realidad que nos ayuda a entender porqué la mayoría de los juegos de las consolas de la generación actual se mueven a 30 FPS y no a 60 FPS.
3.-La velocidad de trabajo afecta al rendimiento bruto
Es el tercer punto clave, y como habréis podido deducir es un valor que debe ir unido al IPC. Ya hemos dicho que por IPC debemos entender las instrucciones por ciclo de reloj que puede realizar un procesador, así que ahora debemos explicar qué se es la velocidad de trabajo.
La velocidad de trabajo de un procesador se expresa actualmente en MHz, que son las siglas de megahercio, y equivale a un millón de hercios. Bien, un hercio es un ciclo por segundo, lo que significa que un procesador que funcione, por ejemplo, a 3,4 GHz puede realizar hasta 3.400 millones de operaciones (ciclos) por segundo.
Poder sacar adelante una mayor cantidad de operaciones por segundo influye en el rendimiento bruto del procesador, pero es un valor que, como dijimos anteriormente, está unido a las instrucciones que puede completar en cada ciclo de reloj. Es un tema bastante complejo que depende de otros aspectos como la arquitectura del procesador, pero no vamos a profundizar en ello ya que no es el objetivo de esta guía.
La velocidad de trabajo puede ayudar a compensar un IPC bajo, pero no hará milagros si este no llega a un nivel mínimo. El mejor ejemplo lo tenemos en los procesadores Bulldozer de AMD, concretamente en el FX 9590, un chip que a pesar de alcanzar los 5 GHz no era capaz de igualar el rendimiento de un Core i7 4770 funcionando a 3,9 GHz.
Gracias a los avances que han conseguido Intel y AMD los procesadores que se comercializan actualmente tienen valores muy equilibrados en términos de IPC y frecuencias de trabajo, así que salvo casos muy concretos su rendimiento bruto es bastante bueno. Con todo, si queremos buen procesador para gaming debemos buscar modelos que puedan trabajar con todos sus núcleos activos a un mínimo de 3,6 GHz, ya sea a través del modo turbo del procesador o con overclock manual.
Notas finales: esto es lo que debe tener un procesador para gaming
Recapitulando, un buen procesador para gaming debe tener, al menos, seis núcleos, un IPC a la altura de Haswell en el caso de Intel o de Zen en el caso de AMD y funcionar, como mínimo, a 3,6 GHz de forma estable y con todos los núcleos activos.
Ya tenemos una base precisa y clara de lo que debemos buscar, y para terminar te dejamos con una selección que te ayudará a decidir qué procesador para gaming se ajusta mejor a tu presupuesto. Todos los chips que hemos elegido cumplen sin problema con esos requisitos y ofrecen un buen valor precio-prestaciones.
Si quieres encontrar más recomendaciones para tener una idea más amplia antes de elegir tu nuevo procesador para gaming no te pierdas nuestra guía con los mejores procesadores de Intel y AMD.
Ryzen 5 1600 por 101,99 euros
- Arquitectura Zen en proceso de 14 nm.
- Seis núcleos y doce hilos a 3,2 GHz-3,6 GHz, modo normal y turbo.
- Admite overclock con chipsets B350 y superiores.
- 16 MB de caché L3.
- TDP de 95 vatios.
- Compatible con el socket AM4.
Core i5 9400F por 144,90 euros
- Arquitectura Coffee Lake Refresh.
- Seis núcleos a 2,9 GHz-4,1 GHz, modo normal y turbo.
- Socket LGA 1151 con chipset serie 300.
- Multiplicador bloqueado.
- TDP de 65 vatios.
- 9 MB de caché inteligente.
Ryzen 7 2700 por 153,90 euros
- Arquitectura Zen+ en proceso de 12 nm.
- Ocho núcleos y dieciséis hilos a 3,2 GHz-4,1 GHz, modo normal y turbo.
- Admite overclock con chipset B350 y superiores.
- 16 MB de caché L3.
- TDP de 65 vatios.
- Compatible con socket AM4.
Ryzen 7 3700X por 345,89 euros
- Arquitectura Zen 2 en proceso de 7 nm.
- Ocho núcleos y dieciséis hilos a 3,6 GHz-4,4 GHz, modo normal y turbo.
- Admite overclock con chipset B350 y superiores.
- 32 MB de caché L3.
- TDP de 65 vatios.
- Compatible con socket AM4.
Core i7 9700K por 369,99 euros
- Arquitectura Coffee Lake Refresh.
- Ocho núcleos a 3,6 GHz-4,9 GHz, modo normal y turbo.
- Socket LGA 1151 con chipset serie 300.
- Multiplicador desbloqueado.
- TDP de 95 vatios.
- 12 MB de caché inteligente.
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