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Telegram emerge como… ¿una alternativa a la Internet profunda para cibercriminales?
Quítale los puntos suspensivos, los signos de interrogación y lo que queda es el titular íntegro que le han dedicado en Ars Technica al tema: Telegram emerge como una alternativa a la Internet profunda para cibercriminales. Se trata de un trabajo en colaboración con el Financial Times cuya fuente, un estudio realizado también en colaboración con el grupo de expertos Cyberint, ni siquiera se enlaza.
Apunta el artículo a que en la realización de dicho estudio se «encontró una red de piratas informáticos que compartían filtraciones de datos en la popular plataforma de mensajería, a veces en canales con decenas de miles de suscriptores, atraídos por su facilidad de uso y moderación ligera. En muchos casos, el contenido se parecía al de los mercados que se encuentran en la Internet profunda, un grupo de sitios web ocultos que son populares entre los piratas informáticos y a los que se accede utilizando un software de anonimato específico».
La idea que se maneja en todo momento es que por su mayor accesibilidad, su menor control y su sus mensajes cifrados -hacen alusión al tema del cifrado varias veces y no está claro por qué, como explicaré más adelante- Telegram se está convirtiendo en una alternativa a métodos más sofisticados para los cibercriminales, como puede ser el acudir a sitios en la Internet profunda -llámalo Deep Web si lo prefieres.
No hace falta ser un experto en nada para, de conocer un poco cómo funciona Internet, saber que en Telegram se cometen ilegalidades. Famosos fueron los canales de islamistas radicales que proliferaron en la plataforma hace unos años, e incluso recientemente se cerraron numerosos canales y grupos pro-Trump, a raíz de los acontecimientos vividos en el capitolio tras la victoria de Joe Biden en las últimas elecciones presidenciales estadounidenses.
Más allá de eso, hay multitud de grupos y canales en Telegram donde se comparten contenidos protegidos por derechos de autor como música, series, películas, libros… Ahora bien, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, porque no hay gran plataforma en Internet que se libre de haber sido utilizada para estos menesteres y otros de peor índole si cabe.
Por supuesto, también hay mucho pirateo de software en Telegram, por lo que no sería para nada de extrañar que sucedan las cosas que denuncia el estudio de marras. En concreto y sobre todo, la compraventa de credenciales robadas. La existencia de todo eso es más que plausible y Telegram debería hacer algo al respecto.
De hecho, la actitud de Telegram en asuntos como el espacio de almacenamiento ilimitado que ofrecen y que usan en ocasiones para promocionarse como alternativa a servicios como Google Drive y similares es demencial, porque los internautas del mundo ya hemos aprendido a estas alturas de la película que no hay nada gratis. Que Telegram sostenga lo contrario es una desfachatez. ¿O se creen que los usuarios «honestos» nos dedicamos a subir gigas y gigas de contenidos porque sí?
Telegram hace muchas cosas bien y muchas otras cosas mal, pero el artículo de Ars Technica no hay por dónde cogerlo: dan varios ejemplos de actividades ilegales que ya no existirían, pues la propia plataforma les dio fin cuando los periodistas de Financial Times les preguntaron por ello; dicen que «los enlaces a grupos o canales de Telegram compartidos dentro de foros en la web oscura aumentaron a más de 1 millón en 2021, de 172,035 el año anterior», aportando números tan exactos que da que pensar (¿desde cuándo están siguiendo este asunto?).
Al mismo tiempo, justifican el crecimiento de las actividades ilícitas en Telegram en el cambio de política de privacidad de WhatsApp anunciado a finales del año pasado, lo cual da a entender que todos esos cibercriminales no operaban en la Internet profunda, sino en WhatsApp. Pero ahí no entran; sin embargo, insisten en hablar de los mensajes cifrados de Telegram, cuando el cifrado de extremo, al contrario de lo que sucede en WhatsApp, no abarcar ni grupos ni canales… ni siquiera chats privados, salvo si se elige la opción específica en la aplicación móvil.
La historia es más profunda -y nunca mejor dicho- en detalles, pero está tan mal hilada que sugiere pensamientos un poco locos: ¿se han vuelto los cimercriminales idiotas de la noche a la mañana? O sea, ¿de verdad usaban WhatsApp y se han mudado en masa a Telegram por un cambio en la política de privacidad (ergo, confiaban en el cifrado de extremo de WhatsApp)? ¿De verdad el cifrado de Telegram (cifrado de transmisión, el mismo que usa cualquier servicio conectado a día de hoy) es aliciente de nada? ¿De verdad alguien que se expone a vender o comprar material ilegal y cuya gestión demanda al menos en un principio un conocimiento mínimo de aspectos técnicos va a elegir Telegram antes que una red cifrada y descentralizada como Matrix?
Las recientes y muy cuantiosas inversiones recibidas por Telegram, así como la supuesta intención de la compañía por salir a bolsa son también mencionadas para argumentar que un servicio así debería tomarse más en serio todo este asunto y desde luego que razón no les falta, pero ¿lo demás?
No está claro hacia dónde va Telegram, un servicio surgido como alternativa de mensajería a WhatsApp que ha derivado en suite de productividad, red social, podcasting… Tengo que reconocer que la aplicación me gusta cada vez más en cuanto a funcionalidades, pero que se trate de un servicio centralizado la inhabilita para posicionarse como una solución apta para quien busca un nivel de privacidad óptimo, en cual redunda en el control de los propios datos. Y si esto no lo ha conseguido con casi una década de andadura, ¿va a desplazar a la Internet profunda porque es más fácil de usar que Tor? Really?
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