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Pixelmon: una nueva sombra sobre los NFT

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Pixelmon: una nueva sombra sobre los NFT

Para los aficionados a Minecraft y/o a Pokémon, hablar de Pixelmon es algo francamente gratificante, pues hasta ahora, con este nombre, hablábamos de un mapa de Minecraft en el que se plantea un mundo abierto en el que los aspirantes a entrenadores podrán hacerse con estas icónicas criaturas, además de interactuar con otros jugadores (Pixelmon es un mapa para servidores) y vivir un montón de aventuras, por supuesto todas con el inconfundible aspecto visual de Minecraft.

Sin embargo, y desde hace ya algún tiempo, Pixelmon ha sido otra cosa para muchas personas, y es que hace algún tiempo se anunció el proyecto de un nuevo RPG, con bastantes aspiraciones, obviamente inspirado en el Pixelmon de Minecraft (y por lo tanto en Pokémon) que, entre sus características, ofrecería a los jugadores criaturas únicas que podrían entrenar, emplear para jugar y… sí, efectivamente, también realizar negocios con ellas, pues cada criatura sería un NFT.

La publicación, a modo de avance, de algunas imágenes y trailers de Pixelmon convenció a muchos usuarios, que se animaron a invertir en el juego adquiriendo unos NFT que todavía no existían, confiando en que los responsables del desarrollo harían bien su trabajo y, en unos meses, tendrían a sus criaturas únicas. Sobre el papel la idea no suena mal. Al fin y al cabo la comunidad de Pokémon lleva años esperando un mundo abierto en condiciones, justo lo que Pixelmon les prometía.

Pixelmon se presentó como «el primer juego de calidad AAA del espacio NFT«, y su marketing funcionó de maravilla, pues según podemos leer llegaron a recaudar hasta 70 millones de dólares, con algunos momentos en los que las compras se traducían en hasta tres ethereums por minuto. Sin embargo, su gran éxito fue el principio de su perdición.

Y es que los usuarios, ante este crecimiento, empezaron a exigir sus criaturas, los NFT por los que habían pagado, y a consecuencia de dicha presión, los responsables de Pixelmon cedieron, y empezaron a entregar a los compradores las criaturas que habían adquirido. Entonces empezó la tormenta en las redes sociales, donde los usuarios, en mensajes como éste, empezaron a compartir con el mundo las criaturas que habían recibido.

Como ya habrás deducido, la imagen de la izquierda es una de las publicadas por los responsables de Pixelmon para promocionar su juego. La de la derecha, por su parte, es la criatura recibida por un jugador. ¿Quizá piensas que se trata de una excepción? Pues lamento decirte que no es así. En este hilo puedes ver otras muchas  criaturas recibidas por los jugadores que apostaron por Pixelmon y, lo que es más preocupante, qué está ocurriendo tanto con la cotización de estos NFT, como con el dinero recibido por los creadores del juego.

Así, el que prometía ser el primer juego triple A del ecosistema del metaverso, con sus NFT que podrían hacer millonarios a sus propietarios, parece estar deshaciéndose muy rápido. Es cierto que sus responsables han reconocido el error, se han disculpado y han prometido mejoras en los personajes, Sin embargo, los jugadores todavía tendrán que esperar meses hasta obtener, si finalmente es así, las criaturas con el nivel de diseño esperado. e incluso si las intenciones de los creadores de Pixelmon son buenas, ahora tendrán que enfrentarse a muchos problemas para sacar su proyecto adelante.

Personalmente no afirmaré que Pixelmon sea una estafa, pues estamos en un punto en el que todavía queda margen para que sus responsables demuestren que lo ocurrido ha sido un error, pero sin duda nos encontramos con una razón más para mantenernos, al menos de momento, lo más alejados posible de los NFT o, al menos, de aquellos que no cuenten con un aval que nos permita confiar no ya en su valor económico, que esto no es factible, pero sí al menos de que son exactamente lo que se nos ha prometido al comprarlos.

Si me dieran una cana por cada contenido que he escrito relacionado con la tecnología... pues sí, tendría las canas que tengo. Por lo demás, música, fotografía, café, un eReader a reventar y una isla desierta. ¿Te vienes?

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