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Cinco cosas que no me gustan de Windows 10

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Windows 10 se ha convertido en uno de los pilares centrales de Microsoft. Empecé a utilizar este sistema operativo poco después de su lanzamiento allá por 2015, y durante los más de cuatro años que lleva instalado en mi equipo he disfrutado de una buena experiencia de uso en general, aunque con algunos altibajos.

Este sistema operativo me ha proporcionado la estabilidad, la facilidad de uso y la compatibilidad que necesito en mi día a día. Puedo instalar juegos, aplicaciones y hacer prácticamente cualquier cosa sin tener que preocuparme por entrar en complicadas configuraciones. Otro aspecto que ha mejorado de forma notable frente a versiones anteriores es la seguridad, algo que ha sido posible gracias a la integración de Windows Defender.

Microsoft también ha logrado un equilibrio importante en términos de rendimiento y de requisitos de hardware. He probado Windows 10 en equipos muy modestos y la experiencia de uso ha sido mejor de lo que esperaba, aunque sin duda lo que más me ha sorprendido en este sentido es el tema de la estabilidad. Llevo utilizando Windows desde hace más de 20 años, así que me había acostumbrado a lidiar con los infames pantallazos azules, algo que con Windows 10 ha cambiado por completo.

Como dije al principio llevo más de cuatro años con dicho sistema operativo instalado en mi equipo, y no he tenido que formatear ni que resolver ningún problema verdaderamente grave, más allá de algún conflicto con los drivers de sonido provocado por las actualizaciones semestrales.

Sin embargo, esto no quiere decir que dicho sistema operativo sea perfecto, nada más lejos de la realidad. La perfección no existe, y de hecho Windows 10 tiene todavía muchos puntos de mejora que Microsoft debería empezar a ubicar en su lista de prioridades, y en este artículo vamos a darles un repaso a algunas de las que son, a mi juicio, las más importantes.

1.-Windows 10 y las actualizaciones que rompen cosas

Windows 10 actualizaciones

Es, sin duda, el problema más grave que tiene actualmente Microsoft con su sistema operativo. Como sabrán la mayoría de nuestros lectores Windows 10 supuso el final del modelo de sistema operativo como producto que vimos en Windows 7 a favor del modelo de servicio, algo que ha tenido consecuencias muy importantes.

Numerosas distribuciones Linux y hasta macOS de Apple llevan años utilizando este modelo, pero Microsoft no ha sabido implementarlo de manera apropiada. Establecer un sistema operativo como servicio significa que recibirá de manera periódica actualizaciones que mejorarán sus características y funciones, además de parches de seguridad y correcciones de errores.

Hasta ahí todo bien, el problema es que los de Redmond se han embarcado en un ciclo semestral que les queda grande, hasta tal punto que la llegada de actualizaciones que rompen cosas se ha convertido en algo habitual, cuando no debería serlo, y ha dado pie incluso a una fragmentación que, de momento, está empezando a ser controlada.

Microsoft debería optar por reducir el ciclo de actualizaciones semestrales y pasar a un modelo anual, es decir, unir esas dos actualizaciones que llegan cada seis meses en una única actualización al año, así tendría más tiempo para trabajar con ella y para pulir posibles errores.

2.-La dependencia del canal Insider

Insider

Sé que no se puede considerar como un problema intrínseco de Windows 10, pero le afecta de forma directa, así que merece estar en esta lista. La apuesta de Microsoft por el canal Insider le ha permitido crear comunidad y reforzar vínculos con los usuarios más avanzados, pero esto ha servido de «excusa» para reducir el control de calidad de sus actualizaciones.

Hace poco vimos este artículo en el que un antiguo ingeniero de Microsoft explicó esta cuestión a la perfección. La compañía de Redmond decidió deshacerse de los  grupos que probaban la calidad de las actualizaciones sobre hardware real, y limitó las pruebas a dos grandes escenarios: plataformas virtualizadas y el canal Insider.

Las consecuencias de esto se están dejando notar, y de qué manera. Windows 10 October 2018 Update fue un desastre tan grande que su lanzamiento final no se produjo hasta mayo de 2019, y la última actualización semestral también ha arrastrado errores graves asociados a aspectos tan básicos y tan importantes como la conectividad inalámbrica.

Microsoft tiene mucho trabajo que hacer, sobre todo porque este tema está afectando incluso a la calidad de las actualizaciones acumulativas.

3.-La presencia de bloatware

Windows 10 bloatware

Es un tema sobre el que ya hemos hablado en ocasiones anteriores y que, por desgracia, sigue sin mejorar. Windows 10 viene con una gran cantidad de aplicaciones preinstaladas que, en su mayoría, resultan inútiles o poco interesantes.

Sé que es un tema que tiene un marcado componente subjetivo, ya que una aplicación que para una persona puede resultar útil para otra puede ser puro bloatware, pero incluso adoptando un enfoque abierto tenemos una multitud de software preinstalado que no debería estar en Windows 10.

La solución a este problema es bastante simple, Microsoft debería dar la posibilidad al usuario de hacer una instalación totalmente limpia, es decir, solo el sistema operativo y sus componentes básicos, y dejar que sea él quien decida qué más quiere instalar a través de su propia experiencia de uso.

Podemos deshacernos de las aplicaciones que vienen preinstaladas a través de «Agregar o quitar Programas», pero supone una molestia que, como dije, no debería estar presente.

4.-Windows 10 y las promesas no cumplidas

Xbox

Con el anuncio de las diferentes actualizaciones semestrales que han llegado a Windows 10 hemos tenido la oportunidad de descubrir sus novedades más importantes antes de que se produzca su lanzamiento final, pero por desgracia en más de una ocasión han quedado en agua de borrajas.

Por ejemplo, recuerdo especialmente cuando Microsoft anunció el Game Mode, una novedad que en teoría iba a mejorar el rendimiento en juegos al permitir que la mayoría de los recursos del sistema se dediquen a ellos durante su ejecución. El resultado final fue fiasco tan grande que los de Redmond se podrían haber ahorrado esta función.

Entiendo que quizá no pudieron hacer más sin contar con el apoyo concreto de los principales desarrolladores de videojuegos, pero en estos casos es mejor no alardear de algo que no vas a poder cumplir, o que tendrá un impacto nulo.

He puesto este ejemplo porque creo que es el más claro, pero hay muchos más, como por ejemplo el retraso de funciones muy esperadas que fueron anunciadas hace ya mucho tiempo («Sets», por ejemplo).

5.-Adaptación lenta a nuevas arquitecturas

Windows 10 Ryzen

La llegada de Ryzen de AMD supuso una importante revolución en el sector de los procesadores x86 por tres grandes razones: confirmó que las soluciones MCM eran perfectamente viables, democratizó los procesadores de seis y ocho núcleos y trajo, de nuevo, competencia real a un mercado que había estado bajo el dominio total de Intel.

Entiendo que Microsoft hubiese optimizado Windows 10 para aprovechar las arquitecturas más populares, y que no quisiera mover ficha hasta tener claro que Ryzen tenía una buena acogida y que debía hacer lo propio con esa nueva arquitectura para mejorar el rendimiento, pero se lo han tomado con demasiada calma.

No hablo sin motivo, basta con ver que hemos tenido que esperar al lanzamiento de Windows 10 May 2019 Update para que se produzca un cambio en el gestor de tareas de dicho sistema operativo que permita un aprovechamiento óptimo de la arquitectura MCM que utiliza Ryzen.

Esta mejora afecta a todos los procesadores Ryzen, lo que significa que hemos tenido que esperar más de dos años para que Microsoft se decidiese, por fin, a «enseñar» a Windows 10 cosas tan básicas como que debe saturar primero un bloque CCX antes de recurrir a un núcleo del segundo bloque.

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