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Cómo mejorar el rendimiento de tus juegos en PC sin gastar dinero, y sin sacrificios importantes

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El rendimiento de los juegos en PC depende de muchos factores, aunque el más importante es la optimización que haya conseguido el desarrollador. Puedes tener un equipo muy potente, pero si los responsables de su programación no se han tomado la molestia de introducir los ajustes necesarios para que pueda aprovechar el hardware de tu equipo la experiencia acabará siendo decepcionante.

Por desgracia esta se ha convertido en la tónica general que estamos viendo en el mundo del PC, con juegos más optimizados que ofrecen un rendimiento muy pobre en configuraciones que deberían ser capaces de moverlos sin problemas. Uno de los ejemplos más recientes es Red Dead Redemption 2, un título que no solo ha vuelto a poner de manifiesto este problema, sino que además ha generado una fuerte polémica alrededor de NVIDIA por el mal rendimiento que presentan sus tarjetas gráficas GTX serie 900 y serie 10, y que apunta a un olvido total de soporte a nivel de drivers.

AMD, por contra, ha hecho un buen trabajo en este sentido y ha mantenido un soporte excelente a nivel de drivers incluso en sus generaciones más antiguas, lo que ha permitido a modelos como la Radeon RX Vega 56 superar de forma contundente a la GTX 1070 en determinados juegos, incluido el citado Red Dead Redemption 2. Lo normal es que una tarjeta gráfica no aumente su rendimiento una vez que ha cumplido una determinada franja de edad, pero las Radeon basadas en Vega y en Polaris han sido la excepción a la regla.

El paso del tiempo es otro factor clave cuando hablamos del rendimiento de juegos en PC. Estos evolucionan de manera gradual y son cada vez más exigentes, lo que acaba dando pie a que un hardware que podía mover determinados juegos a la perfección hace tres años pueda no ser capaz de ello con los últimos lanzamientos. Si este es tu caso no te preocupes, en este artículo te vamos a mostrar una serie de claves que te ayudarán a mejorar el rendimiento sin tener que invertir dinero en nuevos componentes, y sin tener que renunciar a una calidad gráfica aceptable.

Ten en cuenta que si te encuentras en un caso extremo (por ejemplo, tu PC es muy antiguo y está totalmente obsoleto) no tendrás más opción que renovar equipo, pero si cuentas con una configuración que queda cerca de los requisitos mínimos de un juego triple A tendrás bastante margen de maniobra.

1.-Conoce las limitaciones de tu PC y cómo afecta al rendimiento de los juegos

Es la base de todo el artículo, y sí, como tal es fundamental. No todos los juegos tienen los mismos requisitos, así que lo primero que debemos tener claro es qué configuración exacta tiene nuestro PC y qué podemos hacer para que mejorar el rendimiento del mismo, o qué cosas tendremos que cambiar para equilibrar la balanza entre fluidez y calidad gráfica.

En este sentido debemos establecer un margen simple pero claro cuando hablamos de requisitos mínimos para mover un juego triple A actual con unas garantías «aceptables», ya que nos servirá como referencia:

Bien, todo lo que esté por debajo de esa configuración entra dentro de un nivel inferior al mínimo para jugar con garantías, aunque dependerá de la optimización concreta de cada juego. Por ejemplo, Red Dead Redemption 2 funciona a 15-30 FPS con todo al mínimo y 1080p con esa configuración, mientras que otros juegos menos exigentes pueden funcionar con mayor fluidez incluso en calidad media-baja.

Si tienes un procesador menos potente, 4 GB de RAM y una tarjeta gráfica inferior mover juegos triple A se habrá convertido en toda una odisea para ti. En caso de que las especificaciones de tu equipo estén muy por debajo de ese mínimo que hemos listado deberías considerar seriamente actualizar el hardware, pero si no estás muy lejos de ellos tendrás un cierto margen de maniobra.

Por último, aunque no por ello menos importante, debes tener presente que hay juegos que dependen más de la CPU que de la GPU, o a la inversa. Si tienes un procesador relativamente potente y ejecutas un juego que depende mucho de él, como Guild Wars 2 por ejemplo, tendrás una experiencia superior comparada con otro que dependa más de la GPU.

2.-Mantenimientos básicos del PC para mejorar el rendimiento en juegos

Un paso tan básico como olvidado e importante. No todo el mundo es consciente de la suciedad y del polvo que se pueden acumular en el interior de los componentes con el paso de los años, ni de la importancia que tiene cambiar la pasta térmica o actualizar el sistema operativo y los drivers.

Si dejamos nuestro PC abandonado su rendimiento puede decaer de forma significativa, eso debemos tenerlo muy claro, y darle una buena puesta a punto puede concederle una segunda vida. No es complicado, estos son los pasos a seguir para hacer una puesta a punto completa después de mucho tiempo de abandono:

  • Hacer una instalación fresca del sistema operativo.
  • Instalar todos los controladores actualizados a la última versión disponible.
  • Limpiar el equipo de polvo exterior e interior, prestando especial atención a los sistemas de refrigeración.
  • Cambiar la pasta térmica del procesador y de la tarjeta gráfica.
  • Utilizar herramientas de optimización de unidades de almacenamiento.

Cuando hayamos cumplido todos estos pasos es recomendable monitorizar las temperaturas de cada componente para asegurarnos de que no tenemos problemas de exceso de calor. Si un componente tan importante como el procesador funciona a una temperatura muy alta acabará sufriendo «thermal throttling», lo que significa que trabajará a menos frecuencia de la que es capaz para reducir el calor acumulado. En casos graves sufriremos cuelgues y reinicios que nos llevarán, al final, a la «muerte» del chip. Lo mismo aplica a la tarjeta gráfica.

Un buen mantenimiento puede obrar milagros en equipos que han estado muy descuidados, así que tenedlo en cuenta y no subestiméis sus posibilidades.

3.-Overclock en la CPU y la tarjeta gráfica, pero con cuidado

La manera más rápida y sencilla de arañar un poco de rendimiento es hacer overclock al procesador y a la tarjeta gráfica. En este sentido debemos tener en cuenta que la mejora que obtendremos puede ser muy variable, y que no merece la pena entrar en niveles exagerados que puedan poner en riesgo la estabilidad del sistema.

Si tenemos un procesador o una tarjeta gráfica que queda cerca de ese nivel mínimo al que hicimos referencia, como por ejemplo un Core i5 760 y una GTX 650 Ti, hacer overclock a ambos puede ayudarnos a conseguir un extra de rendimiento que nos permitirá mover juegos en nuestro PC con un poco más de fluidez.

De nuevo no debemos subestimar esta opción, ya que en casos como el que hemos descrito podemos conseguir una diferencia lo bastante grande como para pasar de una tasa de FPS no jugable a una aceptable. Controlad en todo momento las temperaturas de trabajo, si notáis que desde que habéis hecho overclock la estabilidad del sistema no es todo lo buena que cabría esperar es mejor que hagáis una pequeña reducción hasta que recuperéis la estabilidad del mismo.

En caso de que tengáis un equipo muy antiguo recordad que el overclock puede ayudar a ganar un poco de potencia, pero como ya hemos dicho no hará milagros en casos extremos. Por ejemplo, si tenemos un Core 2 Duo con 4 GB de RAM y una GeForce GT 440 la experiencia en juegos actuales muy pobre y muchos de ellos ni siquiera funcionarán, así que no merece la pena que intentemos hacer overclock.

4.-Libera recursos y configura Windows 10 adecuadamente

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La configuración y el consumo de recursos pueden acabar afectando de manera significativa al rendimiento de nuestro PC en juegos, sobre todo cuando vamos muy justos a nivel de CPU y de memoria RAM. Liberar recursos puede marcar una diferencia considerable, y utilizar configuraciones determinadas también puede dar un impulso al rendimiento.

Si utilizamos Windows 10 lo primero que debemos mirar es el plan de energía que estamos utilizando. Los planes de ahorro de energía pueden limitar el rendimiento de los componentes para reducir el consumo, así que saltar al plan de máximo rendimiento puede marcar una diferencia mayor de la que cabría pensar en un primer momento, sobre todo en equipos portátiles.

Una vez que has dado ese paso lo siguiente es liberar recursos, y para ello debemos cerrar aplicaciones en segundo plano. No es complicado, solo tienes que entrar en el «Administrador de Tareas» y cerrar aquellas que no vas a utilizar. Ten cuidado con no cerrar procesos clave para el sistema, y recuerda que si identificas alguna aplicación que se comporta de forma anómala puede que se trate de un malware disfrazad. Haz un análisis del sistema con un antivirus de confianza en esos casos.

Por último tenemos el «Modo Juego» de Windows 10. He realizado muchas pruebas durante los últimos meses, y puedo confirmaros que su funcionamiento es totalmente impredecible. En algunos casos concretos puede mejorar ligeramente el rendimiento, arañando entre uno y cuatro FPS más, lo que puede marcar la diferencia entre jugable o injugable en casos concretos, pero en otros casos reduce el rendimiento de una manera similar.

Mi consejo es que probéis a ejecutar el juego que queréis utilizar con dicho modo activado y desactivo, y que lo configuréis en función de lo que os proporcione una mejor experiencia. No queda otra que probar caso por caso, ya que los resultados no son uniformes y pueden variar en función de cada título y de cada configuración.

5.-Ajusta bien la configuración gráfica de cada juego

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Como ya hemos dicho no todos los juegos tienen la misma optimización, y por tanto no ofrecen el mismo rendimiento en PC. Esto tiene, además, otra consecuencia importante, y es que tampoco tienen la misma dependencia de la configuración gráfica utilizar a la hora de variar su rendimiento.

Sobre el tema de los ajustes gráficos en juegos ya publicamos en su momento una guía muy completa que encontraréis a través de este enlace, pero en este apartado queremos centrar el tiro en una más concreta y ajustada: mejorar el rendimiento lo máximo posible sin tener que hacer sacrificios muy grandes en materia de rendimiento.

Bien, lo primero que debemos tener claro son los ajustes que más afectan a la calidad gráfica y que son, por tanto, los que debemos intentar reducir lo menos posible. Estos son por orden de importancia:

  1. Resolución: siempre debemos intentar jugar en la resolución nativa de nuestro monitor y con la escala al 100%.
  2. Texturas: son «la piel» de la geometría que da forma a los juegos. Pasar de calidad media a baja puede arruinar por completo un juego.
  3. Sombras: tienen un gran impacto en el rendimiento, pero eliminarlas por completo puede destruir también la ambientación y la esencia de ciertos juegos.

¿Qué opciones debo reducir primero entonces? Si no cumplimos los requisitos mínimos de un juego pero estamos cerca debemos lanzarnos a por estos ajustes:

  1. Suavizado de bordes: podemos probar a dejar activo FXAA, ya que su impacto es mínimo.
  2. Sombras: probamos en calidad media, si la experiencia no es buena reducimos a calidad baja.
  3. Teselación: puede tener un gran impacto en el rendimiento. La desactivamos.
  4. Efectos de iluminación: lo ideal es configurarlos en nivel bajo y desactivar efectos avanzados, como luces volumétricas, ya que afectan mucho al rendimiento.
  5. Reflejos: pueden tener también un gran impacto en el rendimiento. Es buena opción desactivarlo si vamos muy justos.
  6. Distancia de visión: tiene muchos nombres, pero la idea es clara, indica la distancia de renderizado que mostrará el juego. Reducirla ayuda mucho al rendimiento, igual que la distancia de sombras.
  7. Detalle de los escenarios, vegetación y similares: también afecta en gran medida al rendimiento, pero es buena idea intentar mantenerlo en medio.
  8. Oclusión ambiental y efectos de partículas: desactivarlos ayuda al rendimiento y no tiene un impacto drástico en la calidad gráfica general del juego.

Si a pesar de todo lo que hemos dicho no consigues una fluidez aceptable puedes probar a reducir la escala de resolución al 90%, 80% y 70%. Si bajas de este nivel el nivel de pixelación y la pérdida de nitidez será tan grade que la experiencia de juego quedará totalmente deslucida.

En caso de que así sea la conclusión que debes sacar es muy clara: tu PC ya no da más de sí y necesita una renovación profunda.

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